Se hallaba sentada sobre un glamuroso escabel acolchado de terciopelo, contemplando el reflejo de una mujer dibujada en el espejo.
Sus ojos negruzcos, cuales obsidianas, relucieron con el brillo tenaz de la lámpara de araña que colgaba elegante del techo y sus labios, color carmín, se fruncieron con inquietud a medida que acercaba su rostro al espejo en el que tanto tiempo se había visto reflejada.
Arqueó ambas cejas y llevó sus manos a la apenas perceptible arruga que asomaba por las comisura entre el labio y la nariz.
«De nuevo, repulsiva abominación intentas arrastrarme a ese abismo monstruoso y decrépito»
Estiró la piel con delicadeza, haciendo presión con las yemas de sus dedos para eliminar esa rugosidad que importunaba su tersa y casi perfecta piel.
Apartando las manos de su rostro, se echo hacia atrás con una mueca de desagrado y buscó con desespero un pequeño tarro acristalado. Allí guardaba unos polvos acordes a su color de faz. Unos polvos que cerca estaban de ser mágicos pues, solo con un simple toque en la zona oportuna, cualquier rastro de arruga y deformidad desaparecía al instante.
—Mucho mejor—dijo, una vez que había terminado de impregnarse con la esencia de lo que ella llamaba juventud.
Dos golpes se escucharon al otro lado de la puerta, mas eso no logró desviar la atención de la elegante mujer que se hallaba postrada frente a su tocador.
—Adelante—ordenó.
Continuó mirándose al espejo mientras la puerta se abría.
Una joven vestida con la indumentaria de servicio se hizo presente en el dormitorio de la patrona. Se quedó parada en el umbral de la puerta, con las manos juntas sobre su estómago y la mirada firme al horizonte.
—Los invitados la esperan abajo, mi señora—informó la empleada.
Los ojos negros de la mujer, aún clavados en el espejo, se desviaron de su imagen a la de la joven sirvienta y allí los mantuvo durante unos instantes, analizándola y estudiándola con determinación.
—Eres la chica nueva que entró la semana pasada, ¿verdad?—se interesó.
—Así es, señora—afirmó ella—. Me incorporé al servicio el martes a primera hora.
Las comisuras de la mayor se torcieron en una sonrisa forzada y con una elegante postura, se puso en pie, girándose sobre su cuerpo para caminar hacia la empleada.
—Vaya...—murmuró la superior y se detuvo a solo un paso de la muchacha—. No acostumbro a ver jovencitas tan guapas por estos pasillos.
Levantó su mano, sorprendiendo a la novicia y con cuidado la agarró de la barbilla, haciéndola girar su rostro de un lado a otro.
—¿Cómo te llamas?—la interrogó.
—Caroline, mi señora.
—Bien, Caroline—sus palabras sonaron arrogantes y un poco perezosas—. Lo primero que tienes que aprender, es a no decirme señora. Señorita está mejor—liberó su rostro y la observó desde arriba. —Me sorprende que no te hayan avisado ya, es una costumbre de este lugar llamarme de ese modo para dirigirse a mí.
—Oh, no sabe cuando lo lamento, señorita—la empleada se inclinó enseguida, realizando una precipitada reverencia en señal de disculpa.— No tenía ni idea, le ruego que me disculpe. Jamás fue mi intención importunarla.
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MIRACULOUS: Love Revolution
FanfictionEn medio del tremendo estallido de la revolución industrial francesa, dos jóvenes son escogidos por azahares del destino para ser los nuevos portadores del miraculous Ladybug y Chat Noir. Un hombre y una mujer de diferentes clases sociales y mundo...