𝔩 𝔲 𝔠 𝔦 𝔣 𝔢 𝔯 𝔬

IV

La agonía que recorría sus venas nublaba su visión, con el cuerpo tembloroso y sus últimas fuerzas, fue capaz de arrastrarse y con la última lágrima que sus ojos fueron capaces de derramar, firmó  el pacto que sólo el sufrimiento puro y las lágrimas cristalinas de un alma sublime eran capaces de invocar.

Cuando todo se volvió oscuro y sintió por fin el alivio de poder descansar, sólo entonces dejó de luchar por su vida y durmió, pensando que esta probablemente había llegado a su fin.

— Park Jimin —una voz gruesa y generosa a la vez, aunque con un ligero toque de oscuridad, inundó su cabeza —. Con 16 años haz vivido tu propio infierno en la tierra, pero es momento de vivirlo bajó tus reglas —sintió el fino toque de una mano helada y luego como esta presionaba su frente, como si quisiera atravesar su cerebro y recoger su memoria.

Y uno a uno, los recuerdos pasaron frente a sus ojos, unidos al frío toque que se percibía en el ambiente dónde su conciencia era lo único real, Park Jimin se estremeció hasta en lo más profundo y a falta de profano, puro de su ser.

Dicen que TaeHyung, vilmente llamado Lucifer, está al cuidado de las almas débiles que probablemente al ser divino se le puedan escapar por entre las hendiduras de los dedos mientras las sostiene bajo su afecto, aunque a decir verdad, aquella acusación le ofendía, pues no estaba al servicio de un alma que probablemente no podía ni con sus penas.

Aquella noche en que Park Jimin derramó su sangre y lágrimas, ascendió del infierno en llamas, el demonio que se encargaría de sus penas, quién desencadenaría lo inevitable y haría de la tierra su propio infierno, aquella noche, Min YoonGi tomó en sus manos el alma de Park Jimin y la abrazó con el calor ardiente que sólo el infierno tenía para devolver la vida a sus ojos.