El cuento de Caperucita Roja

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Justo comenzaba a bajar la guardia cuando de pronto el leñador derribó la puerta. Comenzó a soltar hachazos fuertes mientras se acercaba. Mis garras sonaban como cuchillas al chocar contra el hacha, una pelea formidable, pero el leñador de un hachazo rozó mi panza.

Mi estomago se abrió chorreando sangre y dejando salir a Caperucita y su abuela. 

Caí de espaldas contra la alfombra y pensé tristemente: << ¿Este es mi fin?>>

Unas horas antes

Eran las 4 pm de mi segundo día sin comer.

<<He aguantado más>>, me dije mientras caminaba por el bosque.

Escuché una risita a mis espaldas. Volteé asustado porque supuse que era un cazador.

Pero no. Era una niña.

<<Hola>>, me dijo con voz muy tierna. << ¿Tú eres el lobo feroz?>>

Llevaba puesta una caperuza roja y no se mostraba asustada ante mi presencia.

<<Sí>>, respondí sin pensar más en lo extraño de la situación. Me entró una sensación similar a la que experimenté la vez que me secuestraron aquellos cerdos cuando, lejos de asustarse, se mostraron sumamente tranquilos como hacía también ahora esta niña.

<<Un mal sobrenombre, pero así se refieren a mí>>, contesté.

Noté que un olor exquisito salía de la canasta que traía la niña en sus manos.

Me rugió el estómago.

<< ¿Tienes hambre?>>, dijo la niña al escuchar el ruido de mis tripas. Se mordía el labio. Su mirada era muy rara. Como de deseo.

Sin embargo, el irresistible olor que surgía de la canasta me impidió concentrarme en algo más que no fuera en la comida.

<<Mi abuela va a cocinar una rica cena. Si gustas, puedes participar con nosotras>>, continuó.

Yo tenía mucha hambre. Era una niña inocente con su indefensa abuela ¿Qué mal me podría pasar?

<< ¡Claro!>> dije animado.

Caperucita, que fue así como la llamé a partir de ese momento, me dijo la ubicación de la casa de su abuela y se despidió diciéndome que me esperaba para cenar.

Tomó el camino más largo. Me pareció extraño, pues se podía acortar por el bosque, cosa que hice y terminé llegando primero.

No había tocado aún la puerta de la casa cuando ésta se abrió.

Una viejita en pijama, que supuse que era la abuela, me invitó a pasar.

<< Yo creo que ya me esperaba>>, pensé mientras me sentaba en la pequeña mesa.

Me sentía incomodo entonces comencé a observar a mi alrededor. Pero cuando me di cuenta de la receta de la velada, parecía ser demasiado tarde.

La abuela enterró un cuchillo en mi espalda.

Aullé con muchas fuerzas mientras reaccionaba empujando a la abuela sobre la mesa.

El cuchillo era gigante. Me sorprendió que no doliera tanto como pareciera que dolería.

Estaba molesto. Tanto así que empecé a engullirla sin pensar.

En un abrir y cerrar de ojos, ya la había comido entera.

Mi oído se agudizó y escuchaba llegar a Caperucita. Entré en pánico y me puse un pijama de la abuelita. Pensé en hacerme pasar por ella, pero no fue como yo esperaba.

La ropa de la abuela era muy pequeña y apretada. Aparte de comerme a la abuela, parecía un maldito loco con su ropa puesta.

El rostro de horror de Caperucita no tenía nombre.Pero reacciono diferente a como me imaginaba.

Tomó un cuchillo de la canasta y se abalanzó hacia mí, pero fue aún más fácil de engullir que la abuela.

Obviamente la comí sin el cuchillo, pues ya había tenido malas experiencias con eso.


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Tener abierto el estómago no me dolía tanto como me lo imaginaba

<< ¿por qué? >> me pregunté moribundo. 

<<Es Luna llena>> escuché decir al leñador.

Me levanté del suelo sin ningún esfuerzo.

Mi instinto comenzaba a tomar mi mente, pero aún seguía consciente.

El leñador se dio la vuelta, pero no logró reaccionar a tiempo. De un solo arañazo le volé toda la cara.

Que placer.

Desde esa noche comer se volvió un placer. 

Caperucita RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora