Capítulo dedicado a angelaochoa33
Tenía pocas cosas claras en mi vida. Sabía que era una desgraciada que había nacido en una muy mala situación, que tenía un temperamento delicado y poco agradable, que los seres que más amaba en el mundo eran mis hermanos, y, que algún día, esperaba salir de aquel asqueroso lugar ubicado en la calle de pulgas que muchos llamaban "hogar".
Pero el aspecto que tenía más en claro, era el cuánto odiaba el frío.
Destetaba el hecho de sentirme tan expuesta ante el sentimiento glaciar de una corriente de viento o el hielo.
Pues bien, los ojos del delfín eran frío puro, azules como el cielo visto desde las cumbres nevadas del pueblo, e intensos, como solo lo son los ojos con poder.
Así que, mientras asimilaba los hechos recién sucedidos, me quedé estática, congelada por él aura azul de su presencia, de una simple mirada.
Di algo maldita sea, pide perdón, di cuanto te arrepientes.
—Mi príncipe—escuché la voz del señor Le Blanc adelantándose, con las manos llenas de levadura y masa entre los dedos—lo sentimos, oh no sabe cuánto lo lamentamos. La muchacha es nueva, no ha mirado bien por donde venía...
—El que no ha visto es el—susurré entre dientes, con la furia creciente en la sangre—. Yo solo hacía mi trabajo.
—Franccesca...
—¿Qué has dicho?—preguntó el delfín con dureza. Me era imposible levantar la mirada del pan desperdiciado, valioso alimento en los suelos de mármol de una cocina real.
Piensa Franccesca, no es tiempo de actuar impulsivamente.
—Repite lo que has dicho—insistió el príncipe firmemente.
El silencio era aterrador.La cocina olía a pan recién horneado, crema de zanahoria y miedo.
Levanté la mirada con lentitud, recorriendo de a poco sus lustrosos zapatos de charol, la pulcritud de su traje oscuro, el pañuelo azul de su chaqueta de punto,y, finalmente, su rostro...tenía las facciones peculiares, y la barba sin afeitar. Los juglares habían acertado en la descripción de sus ojos: eran tan azules como el hielo.
Tenía el porte de un príncipe, sin duda.
Sentí mis ojos humedecerse por la ira, las manos temblándome.
—¿No vas a responder?—insistió el delfín, inmutable.
—Yo solo he hecho mi trabajo, señor—hablé con la garganta quebrada, aguantando las lágrimas a flor de piel.
Repentinamente, el sonido de otra voz mucho más potente inundó la cocina. Si pensaba que no era posible imponer mayor miedo dentro de aquellas paredes estaba muy equivocada.
—¡Por qué tardas tanto, Sam! ¡Me estoy poniendo histérica allá afuera!
Pareció verse en cámara lenta cuando, como un pavo real ataviado con capas de seda en un vestido de tela púrpura, la soberana reina entró por la puerta de la cocina, notoriamente furiosa.
Nunca había visto a la reina, pues eran contadas las veces que la realeza salía del castillo, pero era una mujer de piel tersa y brillante, que denotaba lo bien que había comido a lo largo de su vida. No era bonita para ser una reina, con una nariz ganchuda y los pómulos muy marcados, pero su mirada era feroz, cruel.
Todos los cocineros realizaron una reverencia para darle la bienvenida, que ignoró completamente.
Cuando vio el pan tirado en el piso, se detuvo.—¿Esto es lo que te está deteniendo? ¿Pan?—preguntó la soberana con los brazos en jarras, mirando a su hijo sin notar la presencia de las otras personas en la cocina—. Dime quien lo ha tirado.
Mi respiración se cortó.
Súbitamente, la mirada del príncipe y la mía volvieron a encontrarse, en la que, si la reina hubiera puesto más atención, se hubiera convertido en una acusación muy obvia.
Entorné un poco los ojos, retándolo.
—He sido yo, madre. Disculpa mi torpeza—habló con seriedad el delfín, haciendo que una corriente de calma me recorriera el cuerpo.
¿Qué?
—Entonces, ¿por qué no has regresado ya al salón? He mandado mayordomo, tras mayordomo, y tú no regresas. Cámbiate y vuelve, cuanto antes—ordenó con furia plena.
No pude respirar en paz hasta que, después de darle un puntapié a una de las piezas del piso, la reina se retiró de la cocina, dejándonos verdaderamente petrificados.
Hasta el príncipe pareció aliviado.
—Bien, será mejor que regrese—susurró para si mismo poniendo en marcha a la salida.
Suspiré por el alivio mientras me disponía a limpiar los panes. Sin embargo, justo antes de cruzar la puerta, el príncipe se detuvo.
—Tú—escuché su voz desde la puerta principal—. Dime tu nombre.
Recé con todas mis fuerzas para que, al levantar la mirada no me estuviera viendo fijamente. A veces, rezar no sirve de nada cuando tú destino está escrito.
¿Mi nombre? ¿Para que quería saberlo?
"A aquellos que son mandados a la horca los anotan en un libro gordo con pasta desgastada " —me recordé a mi misma.
—Ángela, Ángela Winterchest—mentí con una naturalidad impresionante, impropia de mi. No quise ni mirar al señor LeBlanc, que seguramente estaría pálido por mi respuesta.
—Bien Ángela—continuó el príncipe con aquel aire de elegancia—como veo que no piensas disculparte, tendré que castigarte...
—Mi príncipe, no por favor...—supliqué esperando lo peor.
El verdugo nunca falta a las noches de gala.
—Me servirás personalmente la mitad del mes—espetó el delfín con dureza—. Te quiero mañana temprano en las puertas, con tus cosas y la actitud correcta. Hazlo y tal vez te perdone por tu impertinencia.
Acto seguido, abandonó la sala, dejándome a medio pasillo con un centenar de panes sucios y el susto más grande de mi vida.
Qué pasa calabazas. Feliz año nuevooooo. Una disculpa por la falta de actualización, se me vinieron muchas cosas, entre ellas la gripa, viajes por los fines de año, etc etc . Intentaré ser más constante con los capítulos, y publicar los días que se debe. Muchas gracias por las lecturas y su apoyo, más por la paciencia. Feliz Año Nuevo y nos vemos el viernes para un nuevo cap🥳🥳🥳
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The Only One/ Sam Smith
FanfictionFranccesca es una campesina que vive en la pobreza dentro de un pequeño pueblo junto a su madre, su hermana, su mejor amiga y su novio Shawn Mendes. Su situación la hace crecer odiando a los nobles, sobre todo a uno en específico: el heredero al tro...