Uno

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Agarré una cobija del armario y me acosté en mi cama. Eran casi las dos de la madrugada, no tenía sueño ni me sentía cansada a pesar que había cumplido con una jornada de ocho horas de trabajo más dos horas en el tráfico.
Apagué la lámpara de mi mesa de noche y la habitación quedó en total oscuridad, lo único que podía ver era la luz ámbar proveniente de la calle filtrase por una ranura entre mi pared y mis cortinas.
Sin notarlo, comencé a sentir los párpados pesados, mis ojos se cerraban sin darme cuenta. Parece que mi cuerpo está cansado, pero mi mente no. Me dejé llevar y pasados cinco minutos había caído rendida ante mi sueño.

No sé cuánto tiempo pasó, pero lo sentí como un segundo y ... amaneció.

La luz del sol entraba por mi ventana e iluminaba toda la habitación, se escuchaban los pájaros cantar y el motor de los automóviles pasar por la calle era nulo, era un día perfecto. Mi pijama era totalmente blanca y consistía de un polo de algodón blanco y pantalón del mismo material y color.
Me pregunté por un instante cuándo fue que había comprado esta horrible pijama.
Me levanté de mi cama y me dirigí hacia el baño para darme una ducha, pasé por el largo pasillo y entré dejando la puerta abierta.
Agarré la pasta dental y mi cepillo para lavarme los dientes. Luego, los dejé en su lugar y sonreí hacia el espejo frente a mí.
Seguía sonriendo, me miraba los dientes, estaban limpios, las encías sanas, en perfecto orden.
Miré por unos segundos más y borré la sonrisa de mi rostro, intenté separar mis dientes superiores de los inferiores, pero estos se habían fusionado.
Luché con todas mis fuerzas para separar mis dientes, los cuales estaban formando una sola pieza, sentía como mis encías se desgarraban y poco a poco comenzaba a caer sangre sobre mi pijama blanca.
Utilicé mis manos para separar hasta que por fin lo logré, sin embargo este movimiento me había costado cinco dientes superiores. Me miré en el espejo horrorizada, la sangre no dejaba de manchar mi ropa, la cual lentamente se estaba tiñendo de rojo carmesí. No pude contener mi llanto y empece a llorar como nunca lo había hecho, mi cabeza, mis encías, mi cuello y mis hombros dolían con intensidad. La sangre no dejaba de caer, parecía de nunca acabarse, toqué mis dientes sobrantes y estaban flojos, como si solo se sostuvieran de un hilo.
Luego de tres segundos cayo uno, y otro, y luego otro. Comenzaron a caer, brotaban, se volvían a caer y nuevamente brotaban para repetir el ciclo. Tenía la boca llena de dientes de todos los tamaños y formas, esto nunca me había pasado, ¿qué demonios está pasando?, grité con dientes dentro de mi boca.
Salí del baño corriendo y me tiré hacia la cama, pero no llegué y caí fuera hacia el piso, y justo antes de caer desperté.

Todo había sido un sueño, estaba sudando y temblando. El sabor de la sangre no se había ido de mi boca. Me levanté de la cama y fue hacia el baño para lavarme la cara y luego tomar una pastilla.
Entré y en el instante en que me miré al espejo mis dientes comenzaron a caer otra vez. Parecía un dispensador, caían cientos y cientos; corrí pero al salir me resbalé con mi propia sangre y caí de cabeza. Desperté.

Había tenido un sueño dentro de otro sueño. Estaba segura de que estaba en mi realidad, las cosas se sentían así. Podía sentir el frío de la habitación, el olor, podía ver la hora en mi reloj de pared. Todo indicaba que ya no estaba dormida, pero me equivoqué. El ciclo se repitió, dientes cayendo y baño de sangre. Desperté, se repitió, desperté y se repitió; estaba atrapada en un bucle.

No podía parar, si quería dirigirme a otra habitación, no podía. Mis piernas iban de camino únicamente al baño y mis ojos únicamente miraban el espejo.
Estaba harta de esta situación.
La sangre, el dolor, los dientes... ya no podía soportarlo. Gritaba con todas mis fuerzas pero no lograba despertar.

..
...
..
Fue el último, después de casi 3200 repeticiones, y es un aproximando porque deje de contar cuando llegué a los 2400.

Desperté en mi habitación a las dos de la mañana, todo este tiempo estos sueños se habían dado en veintidós segundos. Miré la hora con sorpresa, me levanté de la cama y esta ve me dirigí hacia la cocina. Me serví un vaso de agua y bebí. Desperté.

Estaba en la cama con mi esposa, yo no era mujer, ni joven. Soy un hombre adulto de 57 años, canadiense y estoy casado con una desconocida.

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⏰ Última actualización: Nov 24, 2019 ⏰

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