1- Lo que las cobijas esconden

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Siempre a las 12 se encontraba ya debajo de sus cobijas con estampado de princesas de Disney, que a pesar de ser un niño le encantaban.
Su padre siempre le decía que parecía obsesionado con las princesas, ya que siempre que llegaba del trabajo lo encontraba sentado a los pies de la televisión viendo ensimismado una de las tantas películas que tenía, aunque la que más repetía era la de la Bella y la Bestia.

"¿Por qué te gusta tanto esa pecoso?"

Su padre le decía así desde que le comenzaron a salir pecas y pequeños lunares alrededor de toda su joven cara. Nadie sabía de quién los había heredado, ya que ni su mamá ni papá tenían pecas y mucho menos lunares. A veces sus primos le decían que era adoptado o que su mamá era una puta que se había acostado con algún señor de su trabajo y que él era el resultado de ese amorío fallido. Nunca les creía.

A veces se le quedaba viendo a su padre con una sonrisa triste, luego bajaba la mirada y respondía con un susurro.

"Porque me recuerda a ustedes papá"

Su papá lo miraba y le sonreía de la misma manera que lo hacía cuando estaban solos, de la manera más linda y dulce que un papá desesperado y triste podía ofrecer.
Luego sin decir una palabra más se iba a su habitación, cerrando la puerta detrás de si y nunca saliendo hasta que su amada esposa llegará del trabajo.

El niño se quedaba ahí, solo y hambriento, ya que habrían pasado varias horas desde de su última comida.
Se quedaba a los pies del televisor, mirando a los personajes de caricatura vivir felices para siempre.








Al llegar su madre las cosas siempre iban mal. Su padre salía del encierro de su habitación y a grandes zancadas se dirigía a su madre que apenas y  había logrado cruzar la puerta con todas sus compras y cosas del trabajo.

Su madre era una mujer alta; pocos centímetros más que su padre, delgada y le encantaba vestirse con ropa ochentera, sus peinados siempre eran altos. Siempre llevaba un cigarro de esos que son alargados, al pecoso le recordaba a Cruella de Vil.

Su madre nada más llegar aventaba sus maletas y sacaba a volar sus horribles tacones altos, que siempre eran de colores fosforescentes o negros -los negros siempre llegaban a casa manchados de algo blanco casi transparente- causando un estruendo horrible por todo el departamento.
Lo saludaba con un ademán desinteresado y luego caminaba a la cocina, eso sí su padre no estaba ahí para detenerla y sujetarla por un brazo.

"¿Dónde estabas? ¿Sabes la puta hora qué es?"
Gritaba su padre a todo pulmón sin importarle que su hijo los estuviera viendo o que los vecinos pudieran escucharlos.

Su madre solo giraba los ojos e intentaba soltarse del agarre de su esposo.

"A ti que mierda te interesa, es mi vida y haré lo que quiera con ella"
Soltaba para después dar un manotazo a su esposo y lograr soltarse, empujaba la puerta de la cocina y el pecoso solo escuchaba la forma en la que otra botella de vino era abierta.

Volvía la vista a la televisión...ahora ya no era la Bella y la Bestia lo que se transmitía, ahora era una cinta del viejo ratón Mickey caminando por una calle vacía de personas. Se veía feliz.

Escucho a su padre suspirar y luego supo enseguida lo que después vendría.
Se levantó, apagó la televisión y sin darle tiempo a su padre de mandarlo a la cama, el solito camino por el largo pasillo y entro a la habitación de su madre, que se encontraba frío como el hielo, incluso las sábanas acolchonadas que a su madre le encantaban, parecían frías.

Si tenía suerte el pecoso podría quedarse esa noche sin que su madre llegará y lo hechase de su habitación.

"Vuelve a tu habitación Am, que para eso te construimos una"

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2019 ⏰

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