La vida, un sinsentido

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A los 18 años enfrente lo que sería la primera desgracia de mi vida, la muerte de mi papá. Mi viejo era un hombre muy creyente, feliz, de esas personas que están llenas de amigos y que toda la gente del pueblo conoce. Corría el año 2012 y el festejaba el 4 de diciembre su cumpleaños número 50 con una fiesta llena de gente, algo que si yo hoy quisiera hacer con suerte llegaría a 10 invitados. La vida a esta altura parecía sonreírle a nuestra familia, por fin habíamos podido comprar un negocio para que él lo trabajara y dejara el antiguo empleo donde lo esclavizaban y con el cual, aún hoy 3 años después de su muerte, seguimos en juicio laboral. Terminado el festejo y luego del jolgorio que trae diciembre con sus fiestas, fiel a su alma de cuidadora mi madre le incentivó a que se hiciera el típico chequeo recomendado a los 50, ¿que podría ir mal?

Despreocupado, como cualquiera que vive bien y disfruta del momento, mi papá concurrió al médico siguiendo como un niño el consejo de mi madre. Pero los resultados no fueron ni de cerca los que hubiera esperado. Igual a un baldazo de agua fría en el mas crudo de los inviernos fue la noticia, un pequeño tumor en la próstata - cáncer -. ¿Y ahora? ¿Cuál era el siguiente paso? Yo no me entere de esto sino hasta un día en que mi vieja no aguanto mas y lo soltó, recuerdo exactamente la situación; un domingo después de misa - yo todavía era creyente en esa época -. Recuerdo que lo primero que pensé fue, tiene que haber un error, no debe ser tan grave. Si, el primer paso ante un enfermedad grave, la negación, y aunque no fuera yo el sujeto directamente involucrado me tocaba tan de cerca que sentía propio el dolor. Mi papá, el hombre mas feliz que conocía, el que siempre tenia alguna ocurrencia que te alegraba el día, de pronto estaba siendo amenazado por la enfermedad que todo el mundo teme. No podía ser.

 Los siguientes años transcurrieron entre quimios y terapias en diferentes ciudades, pero nada resultaba. Pese a todo mi papá seguía con el buen humor que lo caracterizaba y sin bajar los brazos. La vida siguió su curso y la enfermedad también. Recuerdo ese invierno del 2016 como el mas frío y no precisamente por sus bajas temperaturas sino por el clima que se vivía dentro de mi casa. Mi papá ya no era el mismo, el cáncer había consumido toda su vitalidad, era otra persona. Estaba flaco, pelado, pálido, se la pasaba acostado y casi no comía, probablemente la lógica depresión de alguien que espera la muerte también lo estaba consumiendo. En ese tiempo nunca salía de mi casa sin despedirlo con un beso, nunca sabia cual era el momento en el que dejaría este mundo. Volvía a mi casa cruzando los dedos y rogando poder saludarlo de nuevo, y lo encontraba en su cama, como un niño mirando tele y tapado entero. Aunque me doliera con el alma tan solo pensar en perderlo sabia que no podía seguir viviendo así, se notaba en su cara lo cansado y triste de no poder hacer las cosas por si sólo, cosas básicas como bañarse o caminar. Sus conocidos y clientes frecuentes del negocio al no verlo ya trabajando me preguntaban por él, sabían que algo malo pasaba. A mi casa iba todas las mañanas el cura del pueblo, porque mi papá pese a todas las adversidades jamás dejo de creer. A medida que empeoraba las visitas en mi casa eran mas frecuentes, familiares y amigos se acercaban y mi papá cada vez hablaba menos, se lo notaba cansado. 

El invierno se alejó y aunque la primavera ya estuviera asomando, el frío en mi casa no se iba. Recuerdo que para mi cumpleaños, el 8 de septiembre, mi madre a las 00hs me busco en mi habitación para saludarme y me pidió que me acercara hasta el cuarto donde estaba mi papá para que él también pudiera hacerlo. Fui hasta su cama y lo abracé, me dijo con una voz tenue y que denotaba el esfuerzo en cada palabra: "perdón por estar así hija", se me rompió el corazón en mil pedazos y pese a todo hice fuerzas para no llorar pero tampoco pude explicarle que estuviera vivo era el mejor regalo de cumpleaños, fue ese nudo horrible que se forma en la garganta el que me lo impidió. Me acosté entre él y mi mamá y rogué por un segundo tener 8 años y disfrutarlos más, como si alguien en el mas allá fuera a cumplirme un deseo de cumpleaños. Volví a mi cuarto y esa noche me desvelé llorando y odiando el sinsentido de la vida. 

Pasó un poco mas de una semana y el cuerpo de mi papá ya no daba para más, a esta altura ya estaba con un tubo de oxígeno y el cansancio en su cara era muy evidente. La noche en la que falleció en mi casa había mas gente de lo normal, sabia que nada bueno se acercaba, estaba mi abuela y su esposo, mis hermanos, una enfermera y pronto llegaría una médica amiga para confirmar lo que todos estábamos pensando pero que nos negábamos a aceptar; la muerte. Mientras le cambiaban el tubo de oxígeno me acerque a su cuarto, nunca voy a olvidar la mirada de mi papá, parecía que me pedía disculpas de nuevo, en sus ojos había tristeza y resignación, esa mirada me dejo helada, nunca experimente nada parecido hasta el día de hoy, no quería llorar al frente de él así que fui a mi habitación y me tiré en la cama para volver a odiar el sinsentido de la vida. Mi abuela sabia lo que pasaba y se acercó hasta mi cama, se sentó en la orilla y me acariciaba la cabeza, lo único que le dije fue ¿Por qué? Esa pregunta que me la seguiría haciendo el resto de mi vida y que me destroza cada vez, no hay un por qué, o por lo menos no hay una explicación profunda o espiritual, es simplemente el curso de la vida, la vida que no es mas que un sinsentido. No somos eternos, vamos a morir sin importar lo que hagamos en el transcurso de ella, porque no hay alguien arriba que haga valoraciones y nos conceda un tiempo más en la Tierra o nos garantice una muerte amena. 

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⏰ Last updated: May 30, 2022 ⏰

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