Identificar a los de nuevo ingreso resulta sencillo, son almas individuales perdidas entre toda la escuela, en el baño, en los bebederos conjuntos y emparejados a dirección, los árboles para trepar, la tienda pintada de Coca-Cola; todas las madres atrás de los barrotes recién pintados esquinados con la barda, todo niño trepado habla con la madre y come almuerzo caliente, a comparación del de Edgar, frío y algo húmedo, él se termina el desayuno y muchos más alumnos platican, Edgar escucha nombres familiares y se acerca a donde los nombran —¿Hablan de 'dragon bol'?.
—Sí —le asevera Hernán y Gonzalo en conjunto, Hernán acaricia el armazón de sus lentes.
—¿Wacharon el capítulo de ayer?—vuelve a preguntar Edgar, ahora Hernán y Gonzalo sí responden, y entre los tres forman un triángulo de discusión.
En el graderío paralelo a la cancha, media sombra del techumbre de la escuela y medio sol tangente se posa en cabellos negros olor gel alcohol, Manuel y Andrés y Luís, hablan del calor de las vacaciones.
Pablo, Fátima, Federico y Gustavo, niños conocidos por vivir todos en la Calle Quevedo, desayunan en compañía de sus madres; Pablo el tartamudo, Fato, Fede y Tavito. Por los demás, son niños solitarios, uno de pocas palabras: Alán, quien aún no termina de comer, sentado fuera del salón, abre unas sabritas de envoltura verde, acumuladas al sándwich de jamón, queso, lechuga, otra rebanada de jamón y más queso, los bordes arrancados y panes embarrados de mayonesa y mostaza rancia. Piensa en la grandeza del mundo perdido en toda la colección de memorias vespertinas.
La segunda parte del día pasa veloz y los niños regresan con papá y mamá.
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Antes de dar a luz
General FictionCuando 17 alumnos de quinto grado de la Escuela Primaria Porfirio Díaz desaparecen sin dejar rastro, varios de sus compañeros se movilizan en solidaridad para colocar carteles por las calles de Real Sevilla, un pueblo ubicado en la frontera entre la...