m de marcas y muertes

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Se empezó a dar cuenta de los cambios una vez que se hizo la misma pregunta más de dos veces. La primera vez hizo falta el empujoncito de una persona nueva en su vida, una persona que se negaba a caer en las charlas tradicionales de cuando uno conoce a alguien, y pasó a preguntarle como a las una de la mañana bajo un árbol comiendo una galletita de agua: "Y vos, ¿por qué estás viva?"

Ella sabía la respuesta, pero no lo miró a los ojos cuando se lo respondió. Odiaba hablar con la boca llena, pero le quitó el paquete de galletitas y le dijo con una entre los dientes "porque no quiero que se ponga triste mi mamá". Se dio cuenta de que podía llegar a parecer fría, pero realmente es lo que había venido pensando un tiempo: de hace un buen rato que no sentía muchas cosas, y las que llegaba a sentir la lastimaban. Usualmente las cosas le salían mal, y había aprendido a aceptarlo y que no le afectara tanto, pero la vida a veces le ponía las cartas en la mesa y no sabía cómo hacer para salir de ahí. Porque ella nunca quiso borrar nada (y esa fue otra de las preguntas que él le hizo: "si pudieras cambiar o borrar algo, ¿lo harías?". Y respondió que no sin titubear), y escaparse sin borrar lo que había pasado antes le parecía una aberración. Solo dolía, estaba ahí y aparecía cuando tenía ganas.

Él pensó que era fría (usualmente ella tenía razón con ese tipo de cosas. "Muy paranoica" decían sus amigos, pero la palabra acertada era intuitiva). Pero muy lejos de alejarse de ella después de ese comentario, propuso: "¿Buscar por qué estar viva no te parece una mejor razón?" Ella todo lo que hizo fue terminarse la galletita y responderle "puede ser", todavía sin mirarlo -Le gustaba mirarlo, le era visualmente agradable, pero se le hacía raro mantener el contacto visual con la gente en general-. Igual, aunque no lo haya mirado ahí, yo creo que ese fue el momento en el que lo empezó a ver con esos ojos de curiosidad, con esos ojos que buscaban saber qué tanto había en esa cabeza.

Esa noche, medio por accidente, descubrió que conectaba en muchas cosas con este ser. Escucharon esas bandas cliché de la gente "indie" de los libros, y por primera vez en vez de reírse de esos personajes se dio cuenta de que todo ese tiempo eran los únicos que tenían las cosas claras. La banda favorita de él era The Cure, y ella no conocía a muchas personas que conocieran más de dos temas de The Cure. Escucharon The Smiths y además de cantar tratando de no pasar por encima de la música discutieron la letra de "There Is a Light That Never Goes Out". También se colaron unas cositas más como Usted Señálemelo, Fito Páez y hasta la época extraña en la que todos éramos fans de One Direction. También se mostraron muchos artistas nuevos, y resulta que les gustaba más o menos el mismo tipo de música, e igual de variado. Esa noche, además, se enteró de lo mucho que le gustaba hablar; se lo había cruzado antes en una fiesta, estuvieron hablando un muy buen rato y hasta se besaron, pero ella asumió que era así de interesante porque estaban ambos bajo efectos de sustancias que te hacían encontrar interesantes muchas cosas. Lo asumió porque nunca le atraía nadie, lo asumió y se dijo que en realidad se quedó pensando en ese beso para criticarlo y no por la persona en sí. Lo asumió para convencerse de que no quería volver a besarlo esa noche debajo de un árbol con galletitas de agua, en donde no estaban solos, en donde convenientemente estaba la persona más buena del universo (que era amiga de ella, que le gustaba a él). Y él habló mucho sobre lo horrible que es el atraer a alguien por el físico, y más así ella estando al lado de la persona más buena del mundo se sintió muy pequeña e insuficiente igual, y asumió que eran las drogas y se convenció de que no quería darle un beso esa noche.

Empezó a hablar con él por buscarla a su amiga, terminaron una semana después hablando por mensajes en medio de una fiesta en la que estaban los dos pero con gente distinta. Los dos habían tomado más vino del que un organismo cualquiera soporta, escribían medio raro, pero se confirmaban que seguían vivos. Seguían hablando para cuando ella le contó que tenía mucho frío y él le dijo que podía hacerle un lugarcito para que vaya a dormir. Seguían hablando, y ella tomándole la palabra fue a buscarlo y se acostó buscando una frazada pero encontrando un(os) beso(s) en medio del ruido y el mareo del vino. Él le contó que no pasaba nada con la persona más buena del mundo, y ella se dio cuenta de que en ese estado inconsciente es cuando en realidad se siente más, porque después de saber que no había nada ni nadie más en el medio se admitió que quería, después de todo, darle un beso desde esa noche debajo del árbol. Y le dio un beso, se dieron besos y una que otra cosa más.

Como si fuera otro remake malísimo de cenicienta, a ella se le perdió uno de sus aritos. La diferencia estaba en que él estaba dormido, y ella solo atinó a pedirle que por favor lo busque antes de irse corriendo para que no la dejasen sus amigos que iban a tomarse el colectivo. Y podía ser un remake malísimo, pero fue la excusa perfecta para seguir hablando. Fue la excusa con la que terminó hablando de lo mal que está dejar que la sociedad siga teniendo temas tabúes, de lo buenos que son los libros de fantasía, de la naturaleza del ser humano, del sistema educativo, de política, de vegetarianismo y veganismo, de cantar, de viajes, de independencia. La excusa que terminó haciendo que, de tanto hablar, se confiesen que se sienten inhibidos por lo "culto" que les resultaba el otro. La excusa por la cual terminaron juntándose para tomar un helado, en donde después de regalarle una rosa de goma eva (del color favorito que tienen en común) le habló sobre sus proyectos y sus ganas de dejar algo para la gente que viene después que ellos; para pasar juntos su cumpleaños, viendo su película favorita, comentarla y armar teorías nuevas; para probar juntos drogas nuevas, nuevos niveles de inconsciencia. La excusa perfecta para que, después de tanto hablar, ella termine relacionando la pregunta "y vos, ¿por qué estás viva?" con él, y se la haga a sí misma cada vez que lo ve.

Unos helados, unas películas, unas charlas y unos besos pequeños y robados después, se le fue haciendo borrosa la respuesta de la pregunta que tanto se hacía. Por lo menos decidió que ya no tenía nada que ver su mamá triste... No tenía muy en claro el por qué, pero le pareció que no tener una respuesta era un muy buen cambio.

El problema, pensó, es que la muerte no tiene por qué ser literal. Hay muertes siempre, todos los días incluso, y se dio cuenta de que la mayoría ocurría adentro suyo. Se toma la muerte como un tema oscuro, un tema tabú, un tema triste. Ella se dio cuenta, la última vez que se le cruzó el "Y vos, ¿por qué seguís viva?" que en realidad no es necesario hacerse esa pregunta. Cada vez que hay una transformación, se muere. Se muere, pero se da lugar a una persona nueva, a una situación nueva, a una vida nueva. Pensó en que las muertes son transiciones y por ende las vidas etapas, distintas versiones de nosotros mismos. Se dio cuenta de que, si no nos reinventamos, no podemos avanzar más. Una definición completamente nueva al "me quiero morir" que tanto había repetido... Sí, por ahí quería morirse. Lo que no había tenido en cuenta era que no necesitaba borrar nada, no necesitaba tomar una cantidad excesiva de pastillas y borrarse, no necesitaba apagar tantas luces; solo necesitaba abrazar a las nuevas situaciones, a los potenciales cambios, y dejarse a sí misma transformarse.

De tantas charlas, con él y consigo misma, entendió lo mucho que podía avanzar y crecer como persona con alguien que estimule el pensamiento como le pasó a ella. No tienen mucho tiempo para seguir nutriéndose, sus caminos se separan dentro de muy poco, pero tratan de obviar la muerte que se viene y vivir, como se puede, porque sí, las situaciones que tienen en frente ahora.

quilombosWhere stories live. Discover now