Prólogo

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Nuevamente, eran las cinco de la mañana y me despertaba sobresaltada, empapada en sudor y con un fuerte dolor de cabeza. Esta situación se había vuelto habitual en mi día a día. Mis sueños comenzaban a ser más intensos, vívidos y con una cantidad inmensurable de detalles. No sabía cuándo ni cómo iban a suceder, pero sucedían. Esa imagen reflejada en mi mente tan solo horas atrás se repetía exactamente como había sucedido anteriormente, pero en la vida real.

Había pasado algún tiempo asistiendo al establecimiento Mondtraüme, en el cual ayudan a personas en mi misma situación a controlar sus sueños y decidir cuándo desean saber qué pasará en un futuro cercano. Sin embargo, la realidad no era tan divertida como sonaba. Cualquiera pensaría que estaba loca y que tener sueños premonitorios sería alucinante, pero no. Mi vida se había vuelto un infierno en el cual no quería permanecer ni un minuto más. Estaba harta de tener que acudir a la cápsula onírica debido a la intensidad de mis sueños. Y estaba harta de que no funcionara. Seguía despertando agitada, adolorida y sudorosa. No podía concentrarme en mis clases debido a que el dolor tan intenso en mis sienes me abrumaba y tan solo pensar en la idea de dormir y hacer algo tan simple como soñar, me aterraba.

Nadie podía entender por qué mi cuerpo tardaba tanto en adaptarse a la cápsula y lo que normalmente llevaba unos pocos días no había hecho un gran efecto en las últimas semanas.

No obstante, no todo era caos en mi vida. Mis sueños habían traído a mi mente al chico más atractivo que había visto nunca y luego de topármelo en un ambiente tan casual como una fiesta de la universidad, definitivamente no esperaba encontrármelo en el establecimiento Mondtraüme. 

¿Qué estaban tratando de decirme mis sueños?

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