-Nevaba, lo recuerdo como si fuera ayer, sus manos estaban cálidas, me abrazaba con todo su cuerpo, me sentía protegida, su aliento en mi cuello me reconfortaba. Era tan mágico... Su aroma me embriagaba. Los copos de nieve descendian con suavidad brillantes por la luz de la luna. No necesitaba nada más. Él detrás mío, su barbilla apoyada sobre mi hombro. Una sensación indescriptible, de pie al lado de nuestra casita de campo de madera, la que tanto habíamos soñado y por la que tanto habíamos luchado, viendo teñirse todo de blanco; cogí su mano tan suave, tan varonil: palmas grandes y dedos largo, fuertes pero a la vez delicadas, nunca podría sentir algo así con alguien que no fuese él, a pesar de haber sentido algo parecido al amor con otros hombres, juro que nada igualaba estos sentimientos, sentí la necesidad de demostrárselo... con la yema de mi dedo sobre su palma, escribí un juramento de amor; no estaba segura de si lo haría pero lo entendió (es perfecto para mí y sólo él era capaz de entenderme sin mediar palabra) y me susurró al oído: -Para la eternidad- y nos fundimos en un abrazo inmortal. Tan inmortal que jamás podría olvidarlo. Tachenme de lo que quieran pero no había persona tan especial para mí.
-Vamos a casa, vas a enfermar- me suplicó, pero no quería que ese momento acabara todavía, jamás. Y seguramente tenía razón porque debí dormirme ya que desperté en nuestro hogar con los finos rayos de luz que se hacían paso entre las nubes y rendijas de las persianas. Estaba en nuestro lecho, cuidadosamente arropada. Sonreí al sentirle presente cerca de mí, le había encontrado a él y tenía la dicha de que me dedicara su amor. Me cuidaba como si su vida se fuese en la mía.Al despertar me puse en pie y le busqué por todas partes para darle las gracias por existir (era lo mínimo que podía hacer). Me detuve en la cocina, la chimenea estaba encendida, el olor al desayuno que con tanto cariño me había hecho me sedujo, lo tenia todo, era tan buen cocinero... y allí estaba, como la cosa más buena y también dulce que haya conocido contemplándome con una tierna sonrisa y una mirada llena de amor aunque tristeza a la vez. ¿tristeza? Nunca le había visto con esa expresión de dolor, me preocupé pero seguí naturalmente tal vez en un esfuerzo de no saber leer en su rostro la verdad, pero... ¿a quién iba a engañar?:
-¡Oh vida mía!, ¿por qué no me has despertado?- hablaba con un tono delicado y cariñoso- hubiéramos preparado el desayuno juntos. - dije mientras él en silencio me atrajo hacia sí, acercó sus labios a los míos acariciandolos con su aliento, apoyó su frente en la mía, me estaba saboreando, se detenía en mis ojos y pareciese que los retuviera en su mente, examinándome, pero me separó un poco para tenerme de frente ( maldito el día que todo esto empezó, me refiero al final) ; se dirijo a mí, abrió sus labios y con esa voz que me hacía sentir capaz de todo, me dio la peor noticia -Ha llegado esta mañana- temblaba, sostenía un sobre, aquel simple trozo de papel era mi desgracia, él era soldado y aunque rezaramos porque aquella carta no llegase, allí estaba. Se despidió con lágrimas en los ojos y la mano en el corazón, en la otra sostenía el fin de nuestra felicidad -debo ir a defender nuestra patria, órdenes directas.- La cogí pidiendo al cielo que se hubiese equivocado y que no fuese aquel mensaje el que había entendido.
Al sacar la carta del sobre puse la vista borrosa para no ver frases sueltas que me dieran alguna pista y también para no ver cuan largo era el texto, pero bajé la mirada y sí, tenía razón, estaba firmada por altos cargos.
Me recordó el juramento de amor eterno, insistiendo en ello; quizás pareciese una tontería de enamorados al principio, pero tras esta noticia se tornaba en algo con un valor incalculable... buscó las pocas pertenencias que le dejarían llevar y con la puerta abierta para imaginar su destino se detuvo, se giró y me dijo -no quiero verte empequeñecer camino atrás y sentirme más culpable de cada paso, va a ser un camino muy duro, no por el esfuerzo físico, si no por la confusión, ahora debo salvar nuestra tierra, la que nos unió, salvarme a mí y a mis compañeros para volver y no separarme jamás de ti- me besó apasionadamente -y éso amor, no es imposible... hazme un favor: aguanta, no me olvides, volveré pronto. Tú serás mi causa, ¿ lo harás?- me alzó en sus brazos llevándome a nuestro lecho. -Para la eternidad- Respondí. Sentía algo extraño, no era erótico, era algo más espiritual. Nuestros sentidos se fundían, nuestros latidos, nuestras pieles. Me sentía completa. Acabamos abrazados el uno al otro durmiendo juntos por última vez. Se quedó dormido y procuré no dejar ni una parte de su piel al descubierto. Así dormimos nuestra última noche.
Al amanecer busqué instintivamente su cuerpo en la cama pero no estaba. Tuve un presentimiento, no necesitaba buscarle por la casa, se había ido, arrancándome la mitad de mi ser. Todo se esfumó con él, la magia, mi vida, todo, al no saber si volvería a verle con vida.
Así fue como empezó mi sufrimiento. El decir su nombre en vano para que el viento me devolviera soledad. -Adiós piel de mi piel, me alegro de haber sido uno contigo. Nunca te olvidaré, es más te buscaré.- Me dije convenciéndome a mí misma. Y con esta promesa el juramento se hizo sagrado para mí.
Jamás le olvidaría y por alguna razón estaba completamente segura de que volveríamos a encontrarnos.
Pasaban los días y no terminaba de poder creerme lo que había sucedido, pero cuanto más normal intentaba que fuese mi vida, con más fuerza me dolía su ausencia, aunque lo intentara, no sería capaz de disimularlo. Estas cosas tienen un poder muy fuerte y pienso que cada lágrima de amor es mágica. No hay que esconderlas. Ellas son las que me impulsan a buscar a mi único amor. -Tendré que ser muy fuerte-.
Los días pasaban lentamente, despertar sin él cada mañana era una pesadilla, no quería ni imaginar lo que estaría sufriendo en este momento. Mi corazón estaba agitado ¡qué impotencia! tenía miedo a la luz de la mañana; era la prueba que debía superar para encontrarnos, a él y a mí misma.
Asi que me empecé a cuidar, lo primero que debía hacer era comer, llevava demasiado tiempo sin hacerlo y comenzaba a desfallecer por momentos. Salí a comprar con las pocas fuerzas que tenía, veía las calles con un tono grisáceo y no centraba mi atención en nada, sólo en lo obvio, verle otra vez.
Llegué a la tienda y compré para todo el mes, necesité más de un viaje para llevarlo todo a casa, algunas personas que presenciaban la escena en la tienda se ofrecieron a llevarme con mi compra en coche a casa pero me negué, no quería mantener conversación con nadie. Necesitaba rehacerme sola.
Cociné y al fin relajadamente comí, comí sin ganas y poco, pero me sentía mejor.
Poco a poco recuperaba el apetito, me invadía la esperanza y me estaba preparando para luchar pero primero debería descansar un rato y me dispuse a ello. Me acomodé en la cama, las sábanas me trajeron su olor. Qué doloroso. Abracé la almohada y cerré los ojos para visualizarme con él e imaginarme que no había pasado nada, que al despertar saldría de la pesadilla y estaría conmigo tranquilizandome con sus latidos y su respiración pausada en señal de que todo estaba en calma.
Una luz lucía frente a mí, qué extraño, me sentía atraída, me sorprendí a mí misma flotando sobre la cama. Salí volando a través de los muros, vi cientos de paisajes muy hermosos, hasta que todo dejó de importarme cuándo le vi: estaba sucio, delgado, pálido y con mala cara. Apretaba la mandíbula. Yo que le conocía bien sabía que lo hacía para retener sus sentimientos. Sus ojos no contendrían mucho más rato aquellas lágrimas. Pero también sabía que no dejaría que nadie le viese así. Me acerqué a él pero no me miraba. No me sentía. Le hablé, le besé, le abracé pero lo único con lo que me respondía era con escalofríos. De pronto me miró a los ojos, su mirada era de terror, la mirada de alguien que afronta una decisión difícil. Fui a hablar cuando una explosión ennegrecio todo cuanto antes veía. Sentí un empujón fortísimo y volví a pasar por cada paisaje anterior hasta que mis ojos se abrieron del todo automáticamente. Seguia en la cama. Sólo había sido un sueño... ¿o no?
Me levanté confusa y nerviosa. Le había tocado, pero acababa de partir, era físicamente imposible que hubiera llegado a su destino.
Pero fue real, estaba realmente asustado... pero ¿por qué? .
Mi ansiedad por saber de él cada vez tenía más fuerza. Mi corazón bombeaba a demasiada velocidad, me dolía, no respiraba bien.
Di como pude los pasos que debía dar para llegar a la puerta y pedir auxilio pero sólo recuerdo dar un grito de auxilio ahogado
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Mi amor reencarnado
Random¿Puede el mismo amor volver vida tras vida? Una auténtica historia de amor que traspasa cualquier obstáculo, más allá de la vida.