Mi vida...

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Los rayos apenas se alzaban y la fresca brisa mañanera elevaba gradualmente las delicadas cortinas blancas, de manera que permitía el paso del agradable olor del jardín adentrándose a la elegante cocina. Una silenciosa y apacible mañana sin lugar a dudas; con sus oídos solo percibiendo el sonido de las aves y los suaves tintineos de la cuchara chocar contra la taza de café, que él mismo provocaba.

Cómodamente estaba él, vestido únicamente con la bata de dormir y el cabello ligeramente enmarañado dejando salir un sonoro bostezo. El día anterior había sido agotador sumando a una noche un tanto ruda en su opinión, ahora que analizaba más las imágenes en su cabeza y su adolorida piel rasguñada. ¿Qué importaba a fin de cuentas? Pues él había tenido un mayor participe que su pareja y en ningún momento le vio quejarse.

De repente había escuchado la puerta del baño abrirse y luego cerrarse, de inmediato supo que este por fin se había dignado en levantarse y a decir verdad no le culpaba el haber querido dormir unos minutos más.

Prosiguió en terminar de preparar su café y se dispondría en preparar el de su pareja, con un poco más azúcar de lo que usualmente usaría por supuesto, aunque procuraba cada vez reducirle la porción de esta aun si llegara a mentirle, pues al fin y al cabo era por su bien.

Antes de hacer cualquier otra cosa, quiso dar el primer sorbo del amargo brebaje confiando en su cálido y relajante sabor, más el haber pensado demasiado en los ojos amatistas de su pareja durante toda la mañana, no dio cuenta de lo mucho que lo había calentado y por ende, se había quemado la lengua.

Hizo un par de gestos disimulados tragando lo poco del café mientras que un par de gotas se resbalaban hasta la barbilla, tomó una servilleta para limpiarse hasta que la presencia del joven de sus sueños le distrajo deteniéndose con el papel sobre su boca.

-Buenos días. – Saludó rápidamente con voz tranquila disimulando su pequeña torpeza a su pareja, que aun parecía ido por la resaca mañanera.

-Buenos... días – Con la somnolencia respondió acercándose a su rostro con la intención de besarle, el otro aceptó sin problemas retirando el papel y tronando su primer beso del día. – ¿Te quemaste? – Preguntó no muy seguro de lo exageradamente cálido de sus labios.

-No. – Dijo rápido mostrando seguridad, si bien quiso cambiar el tema. – Pensé que jamás despertarías. – El recién levantado se encogió de hombros como respuesta mientras que el otro disponía de preparar el otro café.

-Estaba cansado, como bien sabrás. – Dijo insinuando la noche anterior con cierta simpleza y confianza. El joven sentado en la barra de la cocina miraba la espalda de su novio preparando lo que supondría era su desayuno y vio el café de este, sin pensarlo lo tomó y bebió sintiendo el ardor del líquido aunque un poco menos, pues menor había dado solo un sorbo.

Sí, se había quemado, pensó el joven.

-Narancia, ¿No es algo tarde? – Interrumpió sus pensamientos que ya con otra taza lista, pero ahora teniendo cuidado de haberla calentado lo necesario.

Narancia miró el reloj y ciertamente era ya hora de prepararse para salir, si bien no tuvo apuro y recibió su café ahora siendo más tibio y sospechosamente menos dulce a como gustaba tomarlo.

-No precisamente, quien debería apresurarse eres tú, Fugo. Tú eres el profesor después de todo. – Fugo miró a Narancia, que a su vez esperaba por su respuesta mientras tomaba de un frasco un par de galletas; un escenario muy adorable a su parecer sumando con sus cabellos hechos desastre.

-Cancelé la clase por hoy. – Mencionó como si fuese su mayor travesura. Narancia por su parte, poco se atragantó con la galleta que ya saboreaba, pues no era algo que esperaría de su pareja.

Mi vida sin ti (FugoNara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora