Los días pasaron volando. Paseé algunos perros para los vecinos, aunque no por el dinero, sino portener algo que hacer. A veces, Noah me acompañaba.Como papá trabajaba, me sobornó para llevar a Brad y a sus amigos por ahí en mi coche nuevo: alparque, al campo de fútbol, al cine, a tomar un batido...Me habría negado, pero papá me convenció.—Colega —me dijo—, ¿quieres que sea ese padre que te pone una hora de vuelta cuando sales oque tiene reglas estrictas respecto a tu novio? Porque lo puedo ser.—¿Vas a chantajearme con Noah para que lleve a Brad?Él asintió.—Todavía no me convence demasiado que estéis juntos, Elle. Creo que no te imaginas lopermisivo que estoy siendo.De modo que preferí dejarlo así.Además, sí que solía volver tarde; me pasaba el día haciendo el vago en la piscina de los Flynn,por lo general con los chicos, y veía una peli con Noah por la noche, Lee y Rachel en el otro sofá, yluego perdía la noción del tiempo, demasiado animada con Noah.Un día, el lunes antes de irnos a la casa de la playa, estábamos por la piscina. Algunas de las chicastambién corrían por allí: Lisa, que aún salía con Cam, Rachel y May. Noah se había ido con algunoscolegas del equipo de fútbol americano.El padre de Lee estaba haciendo una barbacoa para nosotros mientras su madre estaba sentada enel porche trasero leyendo un libro. El aroma del verano en casa de Lee me llenaba la nariz.—Mañana, salida de chicas —anunció Lisa desde su tumbona. Yo estaba a punto de meterme en lapiscina, con la camiseta a medio quitar, y me detuve.—Guay —repuso Rachel.Acabé de quitarme la camiseta y la dejé en la tumbona, luego me quite las gafas de sol.—Elle, ¿te apuntas?—¡Oh, vamos! ¡Será divertido! —exclamó Lisa, animada.—¿Qué será divertido? —preguntó Cam, que de repente había reaparecido en la superficie de lapiscina. Sacudió el cabello como un perro y, chorreando, besó a Lisa en la mejilla—. Eh, Elle, no medigas que estás tramando alguna broma salvaje.Me reí.—No.—Vamos a ir de compras —le explicó May.—Sin Lee —añadió Lisa.—¿Qué va a pasar sin mí? ¿Shelly? ¿Rachel? ¿Por qué me estáis abandonando?—Compras —respondimos Rachel y yo al mismo tiempo, y nos echamos a reír.—¿Tú? ¿De compras? ¿Sin mí, tu estilista personal? —Puso cara de horror—. ¿Me pagarás unbatido de todas formas?—Vale —le contesté riendo.—Entonces, ¿eso es un sí? —preguntó Lisa.—Claro. —Lo cierto era que me sentía como halagada de que me incluyeran en algo en lo que noparticipara Lee. Pero me preocupaba un poco sentirme fuera de lugar, ya que normalmente no formabaparte de las salidas del clan femenino.—Oh, Elle, no será tan terrible —exclamó Dixon mientras se apoyaba en los codos en el borde dela piscina—. Puedes comprarte lencería sexy para Flynn.No supe cómo reaccionar a eso, si riendo o sonrojándome. Fueron las dos cosas.Entonces, Lee le tiró agua en toda la cara. Dixon debió de tragarse un par de litros, y se sumergióde nuevo , escupiendo, mientras todos nos reíamos.—Tío, ¡es de mi Shelly de quien estás hablando! —protestó Lee teatralmente. Dijo «mi Shelly»como cualquier otro chico hubiera dicho «mi hermana pequeña». Pero luego añadió—: Pero quédesagradable. —Y se estremeció.—¿Oh, de verdad? —lo desafié.—Oh, sí.Me puse en pie y parpadeé inocentemente.—¡Bomba! —grité.* * *Resultó que ir de compras fue divertido. En cierto modo me resultaba extraño ir a comprar con laschicas en vez de con mi mejor amigo, pero de todas formas disfruté.El día siguiente a ése lo pasé haciendo y rehaciendo las maletas, y luego vaciándolas de golpe ycomenzando de nuevo. Siempre me costaba hacer la maleta para ir a la casa de la playa. Sin embargo,al final me llevé lo mismo de siempre. Llevábamos años yendo a la casa de la playa de los Flynn enverano.Yo quería que las cosas fueran exactamente igual que siempre, pero sabía que no sería así. Noah ysu padre se marchaban dos días antes que el resto de nosotros para pasar por el campus de Harvard.Rachel iría también unos días, y no me importaba: al contrario, disfrutaría teniendo compañíafemenina que por una vez no fuera June.Y aunque la casa de la playa parecía la misma de siempre: suelos arenosos, un poco demasiadopequeña para que cupiéramos todos, la pintura que se saltaba, los suelos que crujían y los mueblesdispares que tanto nos gustaban, era diferente. Al principio, pensé que todo era como siempre habíasido.La primera noche que Rachel estaba allí, salimos todos a cenar, y Noah y yo nos comportamoscomo una auténtica pareja. En otra ocasión en que todos habían salido, él hizo la cena y luegopaseamos juntos por la playa. Y en momentos como ése, recordaba lo mucho que todo habíacambiado, y que nada iba a permanecer igual.Ni siquiera mi relación con Noah.No sabía si las cosas funcionarían cuando él se fuera. No quería pensarlo. No quería poner unanube negra sobre el tiempo que nos quedaba para estar juntos. No paraba de decirme a mí misma queya nos ocuparíamos de eso cuando fuera el momento, pero...Para ser sinceros, no sabía si seguiríamos juntos después de todo.Resultaba raro tratar de dividir mi tiempo entre mi mejor amigo y mi novio. Me alegraba de queLee tuviera a Rachel; así no me sentía tan mal por pasar tanto tiempo con Noah.Íbamos al cine, y era muy agradable ser una pareja normal después de todo el tiempo quehabíamos pasado viéndonos a escondidas. Aún no me creía lo mucho que él había cambiado en losúltimos meses.Aunque una vez, cuando yo estaba dejando a Brad en el parque para que jugara a fútbol con susamigos, había visto a Noah pelearse con un tío con el que estaba jugando a fútbol americano mientrasel resto del equipo los animaba.Por mucho que hubiera logrado cambiarlo, seguía siendo el tipo duro con el que yo me habíacriado. Y a mí ya me gustaba que lo fuera. En cierto modo, era reconfortante saber que Noah no habíaperdido todas las asperezas de las que yo había acabado colgándome.La moto, por otro lado... Él seguía intentando convencerme de que me montara, insistiendo en queera más fácil de aparcar que el coche, y más rápida; incluso quiso enseñarme a conducirla. Pero yopermanecí firme: odiaba la moto.* * *Y sin casi darnos cuenta ya estábamos en el aeropuerto, la megafonía anunciando que el avión delas ocho y cinco con destino Boston estaba listo para el embarque por la puerta cinco, y que todos lospasajeros debían acudir allí...Estaba junto a Noah y noté que su mano se tensaba alrededor de la mía. Se colgó la mochila alhombro con la mano libre.—Supongo que ya está —dijo Lee. Le solté la mano a Noah porque los dos hermanos se dieron unode esos bruscos abrazos de chicos, palmeándose la espalda—. Buena suerte.—Intenta no meterte en peleas, hijo —le dijo Matthew, mientras también le palmeaba la espalda,pero con autoridad en la voz. Noah asintió, pero todos sabíamos que, en realidad, no le estabaprestando ninguna atención.—Llámanos cuando llegues —pidió June mientras lo abrazaba. Sonreía orgullosa, pero tenía losojos triste al ver a su niño ya crecido y yéndose a una universidad en la otra punta del país, volandodel nido. Tragó saliva, como si intentara no llorar.Y, mierda, no era la única.No quería perderlo. Seguía sin querer que se fuera, pero no era mi decisión. Sabía que había laposibilidad de que la distancia acabara con nosotros.¿Y sabéis qué?No me preocupaba.No todas las relaciones van a durar para siempre; eso sólo pasa en los cuentos de hadas. Quizá meenamoraría cien veces antes de encontrar a la persona con la que querría pasar el resto de mi vida, yquizá esa persona sería Noah, o quizá no. Sabía que tal vez lo nuestro tendría que acabar, y no quería,pero si pasaba, lo superaría.Tal vez sería la que acabara con el corazón roto, esperando a que algún otro chico me lo volviera asanar; pero hasta entonces, estaba satisfecha de seguir enamorada de Noah, aunque él estuviera enBoston. Vivía el presente.Quería que durara para siempre: la romántica perdida que había en mí aún no había muerto.Fui hasta la puerta con Noah. Una pequeña cola de gente iba pasando ante la mujer quecomprobaba las tarjetas de embarque. Noah me apretó la mano y se volvió hacia mí.—Funcionará —me dijo—. De algún modo.—¿Y ahora quién está siendo el tonto romántico? —bromeé.—Te veo en unas cuantas semanas —me dijo. Y después de un silencio, añadió—: Te echaré demenos.—Yo también te echaré de menos. —Me puse de puntillas para darle un beso—. Al menos loestamos intentando. No podrán decir que no lo intentamos.—Siempre tan pesimista, ¿eh, Shelly? —bromeó, tirándome de la nariz—. Te llamaré cuandollegue.—Será mejor que primero llames a tu madre —le dije—. Se pondrá como loca si no le dices quehas aterrizado sano y salvo.—Creo que tienes razón —asintió con una sonrisa, y me rodeó la cintura con los brazos.—Última llamada para los pasajeros del vuelo de las ocho y cinco con destino Boston...Suspiré y lo abracé con fuerza, aspirando su aroma. Lo conocía muy bien, pero estaba tratando degrabármelo permanentemente en los sentidos. Él me devolvió el abrazo e intenté memorizar tambiénesa sensación: sus brazos rodeándome, su rostro en mi cabello.—Te quiero —me susurró al oído.—Te quiero —le contesté, y de repente tuve que contener las lágrimas, que me picaban en los ojos—. Mucho.—Lo intentaremos —me dijo, besándome, sus labios suaves y dulces sobre los míos. Sabía aalgodón de azúcar, igual que la primera vez que nos habíamos besado: había comprado un poco en latienda de caramelos del aeropuerto, «por los viejos tiempos».Jugueteé con el pelo de la nuca y las chispas de siempre me recorrieron mientras nos besábamos.Era como si toda la felicidad, toda la tristeza, todas las esperanzas y los miedos, todo lo que teníamos,estuviera en ese beso. Lo que pareció como años después, nos apartamos, y él apoyó la frente en lamía.—Tengo que irme —murmuró.—Hablamos luego. Buena suerte.Noah me dedicó su famosa sonrisa de medio lado mientras caminaba de espaldas hacia la puerta.—¿Suerte? Shelly, te olvidas: estás hablando con Flynn. No necesito suerte.Reí, y no me sorprendió demasiado notar una lágrima recorriéndome la mejilla; noté el saborsalado en la comisura de la boca, donde permanecía el recuerdo de los besos de Noah.—Cabrón adicto a la violencia.Él me guiñó un ojo y desapareció al otro lado de la puerta.Unos minutos después me hallaba junto a los ventanales, contemplando al avión acelerar por lapista, y noté a alguien a mi lado que me rodeaba con el brazo. Apoyé la cabeza en el hombro de Lee.No dijo nada, pero no tenía que hacerlo. Estaba ahí para mí, como siempre lo estaría.Mientras el avión de Noah ganaba velocidad, se elevaba en el aire y las ruedas se separaban delsuelo, me encontré sonriendo un poco, una sonrisa triste.Quizá las cosas funcionarían entre Noah y yo. Esperaba que así fuera. Tenía los dedos cruzadoscon fuerza al costado. Tal vez las cosas no funcionarían entre Noah y yo; conoceríamos a otra gente onos iríamos alejando lentamente, o una relación a larga distancia no nos interesaría. Pero pasara lo quepasara, sabía que una parte de mí siempre pertenecería a Noah Flynn, el tipo duro del instituto. Unaparte de mi corazón siempre sería suya.«Pase lo que pase —me dije, siguiendo con la mirada el avión que se llevaba a Noah—, todo va air bien.»—Ya ves —dijo Lee entonces—, y todo esto sólo por la caseta de los besos.Me reí mientras le daba un empujoncito, y él también se rió. Me apretó con fuerza durante unsegundo y luego nos volvimos, dejando atrás la vista de la pista vacía, donde el avión se había perdidoen algún punto del nublado cielo, y nos fuimos.
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The kissing Booth
RomanceEl primer beso de Elle marca el inicio de un romance prohibido con el chico mas lindo de la escuela, pero también podría ser el fin de su relación con su mejor amigo.