Capítulo 1 los diez mandamientos

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Era tarde, mi día había sido de lo más atareado y aun me faltaba entregar los informes del trimestre al vicepresidente Leonardo Aguilera.

El señor Aguilera padre no estaba muy contento con su hijo en ese puesto, pero era su único heredero y aunque no le gustará algún día se tendría que hacer cargo de sus empresas, así que dentro de lo que podía hacer con el crío lo preparaba para que fuera un gran hombre de negocios o un hombre. Al menos.

Era un desobligado, mujeriego y bebedor, no valía la salud del señor Aguilera porque se preocupaba demasiado por ese crío que a pesar de la madurez aparente, se comportaba como un niño de seis años.

Caminé de prisa fuera de la oficina, la secretaria del presidente o sea mi jefe, ya no estaba y la oficina que yo compartía con el nuevo asistente quedaba al fondo, resagada como siempre, era normal que no me diera cuenta de que todo el piso quedaba solo en cinco minutos después de la hora de salida, siempre tenía trabajo extra por culpa del crío como lo llamaba yo, así que pense en solo tocar la puerta en cuanto estuviera frente a la del vicepresidente que está varios pisos abajo, no tenía secretaria todavía, y no permanecería más tiempo del necesario en el onceavo piso de contabilidad.

Yo ya tenía demasiado quehacer por su culpa, era un caprichoso y consentido, aún faltaba que estuviera en su puesto asta las seis y media como le había indicado el señor Aguilera padre como castigo.

De no ser así mañana yo tendría que estar aquí a las seis de la mañana para esperarlo, y desvelarme por su ineptitud. No me apetecía.

Resonge para mis adentros de mala gana, no me gustaba verlo a solas ni tenerlo enfrente dos segundos porque de alguna manera me molestaba su presencia, esa arrogancia suya con la que veía a todo el personal me fastidiaba, la manera de mirarme a mí como si estuviera molesto por sabrá Dios que, su pelo perfectamente bien peinado, la blanca sonrisa en su boca de medio lado como si fuera el ser supremo, me ponía de los nervios sin razón.

Claro que siempre tenía a una chica entre sus brazos y no se esforzaba por nada, solitas llegaban a él.

Nunca me veía a mí como a los demás, era como si, me detestara por algo que desconocía o eran meras conjeturas mías.

En cuanto baje del ascensor sentí un escalofrío y sin hacer mucho caso a mi intuición camine con más cautela que un gato en alambrado, quizás estaba con, alguien y con eso me refiero a una de tantas chicas que laboraban para la empresa, ofrecidas y dispuestas a regalarle momentos de placer, a él no le importaba si las chicas con las que tenía aventuras trabajaban para su padre o no.

Observé el exterior a través del cristal mientras avanzaba por el lobby de finanzas y cruzaba el área de salas de juntas.

Afuera la leve llovizna hacia de las suyas.Ya tendría yo que estar llegando a mi hogar pero aquí seguía por ese caprichoso hombre que se creía semidios bajado del Olimpo. Bufé molesta y agotada, agotadisima.

Las voces que enseguida escuché no eran para nada discretas, el hijo de mi jefe gritaba por algún inconveniente, seguía aquí y suspiré aliviada, ¡no tendría que madrugar!, -¡...Esto tiene que ser una maldita broma Antonio...!- me detuve en cuanto escuché el nombre del abogado de la familia, Antonio tenía treinta años y segun supe siempre había trabajado para la familia Aguilera porque lo habían acogido desde muy chico, -¡Pues tienes que decidir tú!, ¡por el bien de tu padre...! Está cansado y desea dejar está empresa en buenas manos, sino te compones se la dejara a la "beneficencia". ¡Tu te estás viendo lento!- ¿El abogado le gritaba?, bueno eran muy amigos casi hermanos, tenía derecho ¿No? -¡mi padre es un tonto!, no se la dejara a esa idiota de mi prima, es una vividora junto con mi tío...- -¿Entonces?, ¡hazlo si no quieres que te diga lo que debes hacer!- le reviró el abogado aún más fuerte, -¡¡No quiero y punto!!, ¡Ya te dije que no pienso hacerlo, ni atarme a nadie asta que tenga edad!- me quedé paralizada frente a la puerta de caoba, -¿Edad?, ¿Es en serio? ¡Casi tienes treinta años! Además ¿para que quieres más edad?, tu padre se casó a los veinte años, ¿y mira lo que hizo?, Creó un gran emporio, solo para dejárselo a un hijo... ¡¡QUE NO LE IMPORTA El SACRIFICIO DE SU PADRE...!!- gritó el abogado ya sin paciencia, escuchaba golpes sobre una superficie plana, Antonio era una persona racional pero sobre todo muy paciente, aúnque era el semidios con quién hablaba.

Mi obsesión secretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora