Cartón Piedra

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Hacía un viento horrible, característico de otoño. A pesar de ello, el sol estaba a todo lo que daba porque las estaciones en México al parecer no existen.

Una tarde regresando del nuevo trabajo, caminaba por la banqueta dando cualquier acorde en la guitarra, en ese nuevo vecindario lejos, muy lejos de Santa Cecilia. Estaba tan desconcentrado que apenas y miré de reojo a la chica del otro lado del cristal que ayudaba a sus congéneres a arreglar sus vestiduras, seguí de largo la escena hasta que en la esquina justo antes de dar la vuelta me percaté de un pequeño detalle, ¿O había sido mi imaginación? Regresé para confirmar mi teoría y sonreí embobado al percatarme de que no me había equivocado...

No todas esas que relucían un bello vestido de novia en el escaparate de la tienda eran mujeres.

Era la gloria vestida de tul

con la mirada lejana y azul

-Wow...- me quedé embobado cuando unos bellos labios rosados y unos ojos chocolate apenas descubiertos por su travieso cabello negro me devolvieron la mirada. Traía un vestido corto de enfrente con una larga cola por detrás, se podían apreciar perfectamente sus piernas, estéticamente perfectas y de un tono tan níveo como el de su rostro, como si el sol jamás lo hubiese tocado.

El chico me miró nervioso y un ligero rubor se asentó sobre sus mejillas.

-Hola­- lo saludé acomodándome el cabello por detrás de la oreja -Te queda muy bien ese vestido...

El pelinegro de ojitos rasgados me sonrió, el gesto más hermoso que he visto en toda mi vida, gesto que me sabía a victoria porque nada me podría hacer más feliz que ver a semejante belleza sonreír.

Abrió la boca para contestar algo pero la chica que antes se encontraba arreglando a las otras modelos lo interrumpió.


Que sonreía en un escaparate

con la boquita menuda y granate,

y unos zapatos de falso charolque chispeaban al roce del sol.

-Ay, ¿Se ve un poco raro verdad?- dijo, observando de pies a cabeza al chico, de una manera que me pareció más que grosera. -Es que ya no había más chicas- se burló, haciendo desaparecer por completo la hermosa sonrisa del muchacho antes de adentrarse en la tienda.

-No le hagas caso- traté de animarlo. -Te ves precioso.

El otro alzó la vista sonriendo y solo entonces me di cuenta de lo que había dicho. -Bueno elegante, galante, lindo... no, lindo no, quiero decir si te ves lindo pero....

El pelinegro se rio y negó con la cabeza. -Hiro

-¿Perdón?- entre el parloteo no había escuchado lo que me trataba de decir.

-Mi nombre es Hiro Hamada.

Sonreí y acomodé la cinta de la guitarra sobre mi hombro. -Miguel Rivera.


Limpio y bonito. Siempre iba a la moda.

Arregladito como pa' ir de boda.

Y ahí empezó todo. Lo que había comenzado como un pequeño desvío para caminar un poco antes de llegar a mi pequeño y solitario departamento se había vuelto en una excusa para pasar por ese escaparate todos los días luego del trabajo, todo para ver al chico de ojos chocolate y sonrisa bonita.

De cartón piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora