Unico

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Las tinieblas que descendieron del cielo, era el llanto a falta de lluvia, nuevamente era el testigo silencioso de una aterradora noche de lamentos y miedo, noches donde Lunaria se tornaba escarlata; tan roja que todo lo que se movía adoptaba el mismo color, la oscuridad y frió que cubría la zona era el ocultamiento que aquel monstruo utilizaba para saciar su aburrida existencia.

El filo de la espada negra, fino emblema de su procedencia, se encontraba teñida de sangre, era difícil de predecir ¿A cuántos le pertenecía tal corriente? Sin detenerse a siquiera escuchar las suplicas de sus presas, el dueño del terror no tuvo piedad de ningún alma.

Sin expresión en su vacía mirada, terminaba con la vida de todo aquel que se interpusiera a su paso, al menos hasta cuando la entrometida Solus iniciara a despertar y descubriera el triste escenario y con su poder le hiciera detenerse... al menos hasta que las tinieblas nuevamente espesaran.

Por un instante detuvo sus movimientos; las llamas que volvían todo en ceniza ardían con mayor fuerza, alentando al monstruo que vivía en su interior a continuar con su diversión, apenas estaba saciando su sed de sangre... mientras más devoraba, más fuerte se volvía su ansiedad de no dejar a nadie escapar....

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El ruido que en un principio se apoderó del palacio rubí, fue cortado de inmediato conforme la presencia del regente gobernante de esas tierras recorría los pasillos. La seriedad en su rostro y lo fulminante de su mirada plata bastaba para congelar a cualquier ser que habitaba esas tierras.

Nadie le molestaría, le hablaría o intentaría verlo directo a la cara, sería el peor de los pecados que se pagaba con la muerte, perecer por su espada.

La fina capa roja como la sangre ondeaba con cada paso que daba, dando un realce a su oscuro atuendo, el rojo significaba el temor que provocaba y el negro la soledad y rebeldía de su personalidad.

Al son de sus pasos la puerta al fondo del pasillo fue abierta sin hacer algún chillido, que sin dudas le molestaría y le pondría de mal humor. Ya mucho era su silencio y actitud fría.

Sin siquiera dirigirle la palabra al par de guardias a su servicio ingresó a la habitación, lugar donde ya le esperaban, la sorpresa ambas personas le sorprendió, el hombre que le doblaba en edad y sabiduría de inmediato dejó de beber la copa de vino en sus manos, no obstante el malestar que se formó en su rostro fue muestra clara de que estaba enojado.

Shasta; el caballero más fuerte y su consejero real, era un hombre que en su calmada personalidad escondía una vasta experiencia en combate. Era una de las pocas personas a quien respetaba y le permitía ver quien en realidad vivía tras la fachada de príncipe arrogante.

La mujer caballero que le acompañaba se levantó para recibirle; la belleza exótica que emanaba la fémina sin dudas era lo que apaciguaba el enojo del comandante.

Se mantuvo en silencio, ignoró la exasperación que fluía en el caballero, siguió su rumbo ya trazado, llegando al sofá que quedó libre y ante el par de miradas se dejó caer en la suavidad que estos desprendían.

—Joven príncipe con todo respeto —el comandante le reverenció al compás de sus palabras al notar el desagrado en el de cabellos oscuros al ser saber que era el inicio de un sermón —, sabe ¿Qué fecha es hoy?

—¿Acaso importa Shasta? —de un movimiento rápido le quitó la copa de su mano y se la llevó a la boca.

Apenas sus labios tocaron el delicioso líquido que desprendía un exquisito olor, notó por el rabillo del ojo como la caballero pareció sonrojarse, se abstuvo de beber de inmediato para calmar su sed, agitó la copa un poco fingiendo querer que el aroma fluyera más y analizó a la pareja que estaba más incómoda de cuando hizo aparición.

Stop me nowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora