CAPÍTULO I- ·PANQUECITOS·

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Habían tenido un amanecer tranquilo. Desde que la Guerra había finalizado los días no habían dejado de ser pacíficos, aún a pesar de todos aquellos que se había llevado consigo. Pero la paz había regresado para establecerse un buen tiempo entre los corazones del resto que debía seguir sobreviviendo a sus rutinas. 

El desayuno había sido delicioso y bullicioso, ya era un escenario habitual. Harry Potter, Hermione Granger, Neville Longbottom, Luna Lovegood y toda la familia pelirroja habían abarrotado la mesa esa mañana. Ya era una costumbre, a nadie le molestaba y todos eran felices de esa manera.

Hasta que llegó la media tarde. A veces las tragedias más estúpidas ocurrían en ese horario.

Un panquecito de chocolate con una mordida atroz estaba sobre la mesa, una bola de saliva y masa adornaban el suelo, Ron con la cara, la mitad de su torso y sus brazos presos de vistosos sarpullidos rodeándolo como los lunares a una inmensa jirafa. Se podría decir que era irreconocible de no haber sido por el cabello rojo que seguía intacto en su cabeza y los chillidos que escapaban de él haciendo eco en cada rincón de La Madriguera.

Oh, la Señora Weasley se había enojado tantas veces en su vida. Eran de esos enojos que podrían haber acabado con el mismísimo Voldemort de haber estado enfrente de la aquella temible mujer. Ese par siempre lograban llevarla a su límite de tolerancia, le chupaban su paz y la transformaban en una fiera, todo en un instante que ni ella misma sabía cómo lidiar.

George Weasley podría considerarse todo un adulto. Tenía credenciales que lo comprobaban, ¡claramente! Pero cuando la madre que le había dado la vida tenía aquella mirada, regresaba a esos tiempos en que era un simple mocoso traga mocos que no se arrepentía de ninguna de sus travesuras, pero que a su vez imploraba no ser alcanzado por su sartén favorita.

Lo peligroso de las actitudes de la matriarca de la familia de pelirrojos, no era lo que podía llegar a hacer. Era más bien lo que no hacía mientras sus mejillas se tornaban rojizas. Su voz serena era suficiente para que todos desaparecieran en un pestañeo, el tiempo se detenía, las nubes tapaban el sol y una tormenta eléctrica aparecía de la nada.

-George Weasley -Molly llevó una de sus manos a su frente para intentar controlarse -. Al jardín, ahora.

-P-pero Fred, el viaje -Molly apuntó hacia el jardín y George agachó la cabeza con derrota.

Estaba perdido y todo por culpa del "glotón pelirrojo". Él no lo había obligado a comerse el panquecito, ese monstruo se los había devorado antes de que pudiese tan solo advertirle que no era conveniente. ¿Era su culpa querer ver lo que sucedía después de iniciada la futura tragedia? ¡Por supuesto que no! Ah, pero Ron siempre era una perfecta víctima que no perdía tiempo para ser un alcahuete. Jamás cooperaba y era la razón por la que era el blanco perfecto para absolutamente todo.

Ambos se miraron feo, hasta que la señora Weasley soltó un resoplido desde las fauces de sus narices que los obligó a centrarse nuevamente en sus duras realidades: Ron con los sarpullidos que no le dejaban hablar y George con su castigo a sus humillantes veinte y tantos de años.

¿Qué le diría ahora a su gemelo por el amor a las pantis coloridas de Dumbledore? ¿Y por qué rayos no había llegado aún a casa? Ese castigo debía ser para ambos. Fred también había contribuido para hacer los panquecitos después de todo. Se colocó los guantes como el niño berrinchudo que era y tomó el veneno para espantar esos gnomos del infierno que estaban encantados por destrozar el jardín de La Madriguera.

Molly Weasley sabía como castigarlo y hacerle sentir que ella seguía teniendo autoridad en aquella casa. No importaba que tan pequeño ni que tan grande fueran, las órdenes de la señora Weasley se cumplían al pie de la letra. Era la ley por encima de toda ley que todo Weasley debía saber.

-¡Hasta el atardecer!

Escuchó la dulce voz de su madre desde la ventana. Tensó la quijada y apretó el envase con fuerza.

-Estás muerto, Ron, muertísimo -farfullaba dando grandes zancadas hacia el final de la cerca.

[Fremione] TRAVESURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora