Prólogo

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Esperar.

Esperar toda la tarde es lo que hemos estado haciendo. No es un problema porque estoy en mi territorio, sentada en mi trono, pero la intriga es impresionante.

Se regó el chisme y yo quiero saber, ¿qué otro maricón se cree suficientemente bueno para querer apoderarse del El Reino? Ya quiero verlo, y tan sólo si es necesario ya quiero meterle su propia pija en su boca.

Las chicas no bajan la guardia, las tengo esperando desde hace horas pero no se distraen, no se mueven. Están preparadas siempre. Todas nos tomamos esto en serio.

Y yo observo todo expectante desde arriba, como siempre, sentada en el trono.

Veo a las chicas moverse, cómo cuando ven al enemigo, alertas, listas para atacar cómo leonas. Entonces sé que debo fijar mi vista al frente. Ya viene.

Me siento derecha, con clase, con seriedad, y los veo. No son tantos tipos cómo esperé, entonces sé que tal vez él vino a asustarme.

¿Asustarme? Es gracioso el simple pensamiento. Tal vez me siento encantada, porque podría hacer unas cuántas cosas con el chico frente a mí.

—Hasta que por fin, creí que te habías aterrado ya.

— ¿De ti? Para nada. De hecho cuando me hablaban de ti creí que eras otra cosa.

— ¿Cómo qué? —Pregunto con un atisbe de diversión. 

—Cómo un jodido dinosaurio tal vez, pero ahora veo que era todo pura fantasía. —Me río como acostumbro a hacer y miro a mis chicas.

— ¿Oyeron eso? Ridículo. Incluso creo que sé tu nombre, he escuchado de ti.

—Claro que has escuchado de mí. Nada es falso, sólo quería dejarlo claro. 

— ¿Y eso es una amenaza? —Pregunto riendo. Él se encoge de hombros con una expresión fresca en el rostro.

—Simplemente te digo. —Copio su expresión, pero intentando lucir más seria. 

—Bien, chico blanco, esto no va a pasar. Lamento mucho que creyeras cosas, pero mi fama tampoco es inventada y puedo ser un dinosaurio si eso es lo que quieres. La verdad creí que esto era algo importante por eso traje arsenal. Quiero felicitarte por tu formalidad, venir aquí a avisar es lindo pero no queremos una guerra, o bueno, tú no la quieres. 

—Si crees que me dan miedo un montón de mexicanas... 

—Eso es tan racista. —Digo, volviendo a mi expresión de antes. Miro a las chicas, al menos a las que son latinas, lo miran con el ceño fruncido. Podrían matarlo ahora mismo. —No todos los latinos son mexicanos, joven, hay una gran variedad de países. 

—Sí, lo sé, también hay dominicanos y los colombianos tienen droga genial.

—Gonorrea. —Murmura Jenny.

—Mucho hijueputa igualado éste. —Prosigue Lorena.

—No te recomiendo ir por ese camino, tú sabes, los latinos son…

—Sí, están chiflados, eso no es importante.

—Intensos. —Corrijo mirándolo seriamente.

—Yo estoy harta de estos gringos diciendo que estamos locos. —Dice para el resto de las chicas Zoraida, en español. Mientras tuviera mínima idea de lo que decían estaba bien. 

—Sí, oye, viví en Argentina, soy de Argentina. Tú crees que ese país es una locura hasta que vienes aquí. —Dice Agustina.

—Viví 16 años en República Dominicana y nunca vi a nadie meterse fuegos artificiales por el culo. 

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