El final que (casi) todos esperamos:

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Duele saber que eres feliz, sí.
Duele saber que seguiste adelante.


Son las cinco de la tarde y el sol le cae en los ojos cuando lo ve cruzar la otra acera. Es diciembre apenas, el tiempo ha pasado desde la última vez que lo vio, han sido cuatro veranos que le saben a inviernos, pero dar un paso atrás es imposible porque el daño estaba hecho. BaekHyun no sabe por qué el destino lo puso aquel día en su camino, tampoco quiere darle más vueltas, bastó con doblar la esquina para avanzar en otra dirección una vez más.

En el departamento no sale nadie a recibirlo, en la puerta solo están sus zapatos al dejarlos a un lado y su abrigo está lleno de pequeños copos que se derriten una vez que la calefacción es encendida. Si hay olor a café es porque él lo encendió y el frío se mete entre las hebras de su suéter por más que se cubra con los brazos. Sabe que no necesita una frazada, pero no puede hacer nada más cuando se acomoda en el sofá y enciende el televisor.

Ver algo por ahí no le devuelve la sonrisa, el recuerdo de la misma es sincero si piensa en los días junto a ChanYeol. Desde que partió aquella vez mientras el joven no estaba, su vida dio un giro que solo supo ir a peor. Su dolor lo cegó al tomar decisiones erradas, dejó ir a un amor sincero y lo reemplazó por uno falso que apenas un mes atrás le puso fin. Toca su mejilla, no duele más la bofetada que recibió antes de partir, lo hace el no haber actuado antes.

La noche se resume en lamentos, en recuerdos, en preguntas con respuestas que no quiere escuchar y llanto hasta que duerme profundamente y sueña con volver, con no despertar.

Le cuesta un año entero volver a verlo. Luce mayor, el cabello es más claro ahora y sus ojos castaños reflejan la sonrisa sincera que se marca en sus labios. Sus manos están tomando otras más pequeñas y delgadas que le hacen recordar lo mucho que le gustaba jugar con ellas por las tardes. Tiene que irse, sabe que no le ha visto, pero no quiere arriesgarse a ello; no merece sentirse herido, merece algo peor.

Pasa una semana y sus pasos le guían nuevamente a los lugares que recorrieron juntos, aquellas risas vuelven a su cabeza y acaricia con la punta de los dedos el árbol donde tallaron sus letras. Eran tan jóvenes e inocentes como para creer que lo suyo era eterno y su sonrisa no le alcanza los ojos, se empapa en lágrimas mientras lo único que puede hacer es pedirle perdón, abrazar la madera y recargar la frente en esta. Planeaba acercarse, pedirle una oportunidad, pero no puede, está roto, se rompió el corazón antes y no puede pretender que el de Chanyeol esperara destrozado a que él volviera.

A su lado pasa él, usa el mismo perfume que tanto le gustaba y ríe sin pena, las bromas las dice quien va a su lado, y BaekHyun tiene que darse unos minutos para ver entre húmedas pestañas para finalmente entender que lo suyo acabó. Es ahí, sentado entre hojas secas y copos de nieve en una tarde previa al invierno, que ve partir al único que ha amado de la mano con el amor de su vida, el anillo no le pasa desapercibido. Es entonces cuando BaekHyun ruega por despertar la mañana siguiente sin recordar nada, sacarse de la cabeza las pequeñas cosas tontas que hicieron en su juventud y arrancarse la manera en la que se sintió volar a su lado.

Después de todo, despertar con amnesia es una buena opción.

AmnesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora