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—Mamá, papá, ¿sois mis verdaderos padres?

Los aludidos dejaron de comer y posaron sus ojos azules en él. El aire de la rutinaria cena familiar se tornó pesado. A Doflamingo le parecía escuchar como tragaban saliva desde el otro lado de la mesa del comedor.

—Pues claro que sí. ¿Qué clase de pregunta es esa?

El niño rubio revolvió con el tenedor los guisantes que quedaban en su plato. No levanto la vista.

—Crocodile dijo hoy eso. Su papá le dijo que... no sois mis padres.

—¡Agh, ese crío merece un buen escarmiento! Cielo, llama ahora mismo a su familia. Vamos a tener una larga plática por delante.

Las palabras de su padre lo asustaron. No tanto por su tono amenazador (que nunca había empleado delante de él), sino por el hecho de que pudiese ser acusado por sus compañeros de clase de contarles todo a sus padres.

—¡Eso me da igual! ¡Yo solo quiero saber la verdad! ¿Por qué dijo eso?

—Pequeñín, no le des más vueltas... Solo son tonterías de niños. Quería burlarse de ti. Merece un buen castigo.

La mano de su madre sobre su mejilla no lo consoló. Nada lo consolaría. Las miradas de reojo que compartían sus padres lo ponían nervioso. En medio de aquella situación lo asustaban. Y enfadaban.

Él era un Donquixote. Tenía que serlo. Era rubio como ellos, tenía una forma de los ojos parecida y el mismo tipo de sonrisa... No recordaba ningún momento de su vida que no fuese con sus padres.

—Mamá, esto es importante. Si me entero de que es mentira...

A pesar de ser un niño, estaba al borde de un ataque de niervos. Y aún así no dejaba de sonreír y temblar de rabia. Más bien era el caso contrario. Cuánto más nervioso estaba, más sonreía. Sentía la cara tensa, caliente y palpitante.

Y ellos se dieron cuenta al momento.

—¡Tranquilo, hijo, tranquilo! —comenzó su padre. Se había levantado de la silla y corrido hacia él en cuanto notó el primer espasmo—. ¡Respira poco a poco! No pienses en cosas raras y cálmate...

Doflamingo, a la corta edad de diez años, comprendió lo que era la impotencia, la ansiedad y la paranoia.

Y aquella sensación no volvería a abandónarlo jamás.

—¿Papá...? —consiguió articular con un hilo de voz.

Sus padres se miraron entre si. Suspiraron. Ya nadie tenía hambre.

—En cuanto te calmes te lo explicaremos todo, Doffy...

Death (Donquixote Family)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora