Caía la tarde y Julieta caminaba con paso rápido por el sendero del bosque rumbo a la aldea, no quería llegar de noche porque sabía que su padrastro la iba a castigar. Tiempo después de la trágica muerte de su padre, su madre se había vuelto a casar con un hombre agresivo y adicto al alcohol. Ya había caído la noche cuando Julieta abrió la puerta de la casa, un frió lacerante le corrió la espalda. No había nadie, la casa estaba fría y sin vida, llamó a su madre pero ésta no le contesto, subió rápido por las escaleras con la esperanza que estuviera dormida, pero su lecho estaba vacío. Escuchó ruidos en la cocina y bajó, al llegar no vio a nadie, puso la pava para prepararse un té, cuando estaba por abrir la puerta de la alacena volvió a sentir ese ruido y al sacar la tasa del mueble, un gato negro saltó sobre su cabeza. Era Pipo el gato de su padre, nadie lo quería allí, salvo él que ya no estaba. Armándose de paciencia depositó al gato en el piso, luego de desenredarlo de su cabellera. En ese momento recordó a su padre y lo que éste siempre le repetía: "El honor de la familia es lo primero, si se pierde, la familia ya no es la misma". No supo explicarse por qué le venía ese pensamiento a su mente, cuando al mirar por la ventana observó que había una luz en el granero. Apagó la hornalla de la cocina y se dirigió rápidamente hacia allí. Al entrar no pudo dejar de sentir un olor a sangre aún fresca y al levantar la mirada observó a su madre que pendía de un gancho. Reprimiendo un abrupto deseo de vómito buscó con la mirada alguien que la pudiera ayudar, pero solo se encontró con los ojos alienados de Julio, su padrastro, que sin más le propinó una patada en el estómago, seguida de una fuerte bofetada. Julio en medio de su locura comenzó a gritarle, que las mujeres de esa casa no lo respetaban. No se había repuesto de la patada cuando éste la tomó por el brazo y la arrojó hacia unos fardos de heno, mientras que con la otra mano le subió la pollera y le bajó sus bragas. Julieta forcejeaba inmersa en un estado de desesperación, pero nada podía contra la fuerza de semejante bestia, éste la penetró y ella sangró por primera vez. Cuando hubo terminado de saciar sus apetitos carnales la soltó. Ella con lágrimas aún en los ojos alcanzó a ver al costado de uno de los fardos de heno el machete que era de su padre y sin dudarlo lo tomó y aprovechando que Julio en ese momento le daba la espalda y presa de una fuerza que no pudo saber de dónde le vino, lo decapitó. La cabeza cayó primero dando varios tumbos y luego el resto del cuerpo que la empapó con la sangre que le brotaba a borbotones. Fue allí cuando Julieta recordó las palabras de su padre, porque había recuperado el honor de la familia. Se quitó la ropa ensangrentada y se dirigió al bosque, susurrando una canción de cuna. A medida que se adentraba hacia las profundidades del bosque, la poderosa luz de la luna llena, contorneaba en el horizonte su cuerpo desnudo acompañado de la cabeza de Julio, que colgaba de su mano.
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LA CABAÑA
HorrorCaía la tarde y Julieta caminaba con paso rápido por el sendero del bosque rumbo a la aldea, no quería llegar de noche pero el espectáculo que vería seria por lejos peor que sus peores pesadillas.