EL RAMO

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Juan se levantó temprano, beso a Alejandra, su pareja, y se vistió presuroso colocándose un equipo de gimnasia para correr por los senderos de la montaña. Habían llegado hace unos pocos días con el propósito de tomarse unas merecidas vacaciones. Mientras trotaba, a la vuelta de una arboleda se encontró con un viejo cementerio, perteneciente, según le dijeron, a un pueblo que ya se había convertido en fantasma desde hacía ya mucho tiempo. Para su sorpresa en una de las tumbas había flores frescas, en la lápida se podía leer Gloria Ferguson 1810-1890. Sin ningún tipo de culpa tomo las flores y se las llevó a Alejandra, sin imaginar las consecuencias que traerían sus actos. Volvió a la cabaña y al abrir la puerta encontró a su amada como asustada, le preguntó qué le ocurría, pero ella solo atinó a decirle que cuando él había abierto la puerta sintió como un frio que le había helado la espalda y provocado la sensación de que algo o alguien habían entrado junto con él. Luego de restarle importancia, tomó las flores que le trajo Juan, se lo agradeció con un beso descuidado en la comisura del labio y las colocó en un florero. El día paso sin mayores novedades y ya al atardecer se podía contemplar que desde el norte venia una tormenta. Comieron temprano y se fueron a dormir. A media noche, Juan, sintió el viento que hacia mover las ventanas, se quiso levantar pero no pudo, su cuerpo no le respondía y poco a poco una presión lo hacia hundirse cada vez más en la profundidad de la cama, como si ésta quisiera comérselo literalmente. Trató de sacudirse, pedir ayuda, pero no podía hacer nada, su cuerpo estaba paralizado. El ruido de un fuerte trueno lo despertó, estaba sudado y el corazón le latía muy acelerado, busco con sus manos a Alejandra y no la hallo, se levantó de un salto de la cama y comenzó a llamarla a gritos, se dirigió a la cocina y allí la encontró parada, mirando por la ventana. La tomo del brazo y al darla vuelta, vio que sus ojos estaban blancos como la nieve, ella sin dejarlo hablar le dijo con una voz gutural que no había escuchado antes: "No sacarás las flores de los muertos". A un paso de desmayarse, se dio vuelta buscó el florero y tomando el ramo se fue corriendo en medio de la lluvia descalzo al cementerio. Encontró la tumba, devolvió las flores, pidió perdón y volvió a la cabaña. Cuando llegó todo era quietud y Alejandra reposaba en la cama, se acostó y cerró fuertemente los ojos. Al otro día el canto de un pájaro lo despertó, vio que Alejandra aún dormía, con alegría salió de la cama pensando que todo había sido un mal sueño. Al buscar sus pantuflas se miró los pies y la sorpresa dio paso al espanto, estos estaban embarrados, corrió velozmente hacia la cocina y las flores como poseedoras de una maldición, aún estaban en el florero.

EL RAMOWhere stories live. Discover now