El camino era mas grande de lo que esperábamos y tuvimos que hacer una parada en el pueblo más cercano para descansar un poco.
Lo que observo es enorme, inmenso tal vez, pero infinito es la palabra correcta para describir el bosque de perdición que estaba frente a mi. Se veía una o dos hileras de arboles claramente, pero lo demás es solo sombras. Miraba atentamente como el sol desaparecía entre las colinas plagadas de arboles, recordándome los dibujos que hacia de pequeña. El típico atardecer soñado de una niña de 6 años.
El sueter que mi madre me había obligado a llevar fuera parecía cada vez mas necesario y como no quería darle la razón decidí dejar que el frio me quemará un poco más y entrar al hotel en el que nos estábamos quedando. Al entrar una ola de calor azotó mi cara, exactamente como si hubieran aventado una tetera hirviendo diciendo "Que te jodan, perra". Sí, así de cálida se sentía la bienvenida.
Subí las escaleras, las cuales llevaban a un pasillo lleno de puertas. Me sentía en una especie de película de terror así que me dirigí rápidamente al cuarto en el que estaba durmiendo. Me recosté en la cama bien tendida viendo los restos de una vieja estrella que acababa de desaparecer de mi vista... Los restos del ocaso provocaban en mi una sensibilidad poética. Los arboles tomaban un tono extraño, las estrellas se hacían notar mucho más de lo que estaba acostumbrada en la ciudad y fue ahí cuando me dio una nostalgia irremediable.
Odiaba este lugar por no tener contaminación que impida ver esas hermosas bolas de fuego enormes. Extrañaba bastante a mis supuestos amigos de la escuela. Extrañaba la rutina diaria de todas mis vacaciones, con la vecina que me humillaba a mas no poder. Extrañaba a mis familiares que me hacían menos por no ser la misma mierda hipócrita que ellos.
Mi madre siempre me presentaba como Isobel Hyde, nada de "mi hija", nada de "mi amorcito", nada de "mi princesa", nada de "mi vida" ni mucho menos "mi mas grande orgullo". NO, siempre era Isobel Hyde, hija de Arthur Hyde. Y sí, sí es mi madre biológica aunque ella no te lo va a decir jamás. No hicimos ninguna prueba de sangre ni mucho menos pero teníamos un parecido inconfundible, eran de esas pruebas de maternidad que te da la vida por sí sola.
Cuando mi abuela enseñaba fotos de sus hijos a mis primos yo aprovechaba cualquier mención del nombre Roth para echar un vistazo de mi madre en sus tiempos de juventud desde la esquina mas cercana tratando de no llamar la atención de nadie para no recibir una reprimenda por no estar haciendo las tareas que me hayan puesto para "corregirme". Y me di cuanta que mi madre era igual a mi cuando tenia mi edad: el mismo cabello castaño casi negro, los mismos ojos pardo oscuro, las mismas mejillas infladas y algo sonrojadas y la misma figura física, aunque mi madre haya cambiado bastante después de varias cirugías estéticas con el único fin de no parecerse a su hija, la aberración de su vida. Pero también es cierto que yo soy la razón por la que se puede permitir todos esos gastos.
Y, hablando del rey de Roma...
-Isobel- llamo entrando al cuarto
-¿Sí? - respondí casi audiblemente entre dientes.
En la puerta estaba mi padre con su traje azul y moño dorado y mi madre con un vestido a juego con el moño de su esposo y tacones rojos a juego con su labial, a mi madre le gustaba que todo hiciera juego con algo.
Mi madre trato bastante de "componerme", hacer que encajará en su familia así que me sentaba horas a estudiar sobre etiqueta, modales, modas, maquillaje, etc. Y para eso contrató gente, ni loca pasaba mas de una hora hablando con su hija.
-Saldremos - dijo lo obvio - No salgas y duérmete temprano, cierra bien - dijo mirando el espejo que traía siempre en su bolso. Parecía que mi padre le rogó para aprenderse ese mini-discurso - Llegamos tarde - exclamó mientras se acercaba a mi para besarme la mejilla.
Ahora era el turno de mi padre.
-No tardaremos - dijo contradiciendo a mi madre, dándome un abrazo y un beso en la coronilla de la cabeza. Se sentía muy bien abrazarlo. Siempre encontré protección en sus brazos, él era el único que me apoyaba. Cuando empecé a oír música para ellos "rara" él me ayudaba a escaparme a conciertos sin que mi mamá lo supiera. Me orientaba cuando estaba totalmente perdida y me reprendía cuando hacía falta, cosas que mi madre jamás hizo y seguramente nunca hará. Eso fue todo lo que dijo antes de que mi madre lo sujetara del brazo y lo jalara, literalmente, hacia la puerta.
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Wahnsinn
Teen FictionLA LOCURA EN UN PAR DE PÁRRAFOS Apuesto a que alguna vez, aunque sea sólo una, has dicho "¡me estoy volviendo loco!". Pero, ¿te has puesto a pensar cómo se siente un loco realmente?... Estoy casi segura de que no. No hace mucho leí las palabras de...