Fue inevitable para Renjun ir las tres noches siguientes a ver el espectáculo de nuevo. Los nervios y la lentitud del paso de las horas lo tenían fumando más de lo habitual, pero no podía evitarlo porque cuando contemplaba de nuevo a Haechan sentía tal tranquilidad en su cuerpo que todo el peso que llevaba encima parecía esfumarse.
Haechan, Haechan, Haechan.
No estaba seguro de si estaba obsesionado con él, si era el hecho de que los pocos minutos que podía verlo todo parecía más vivo o si se estaba enamorando de tal modo que su corazón se encogía en su pecho cuando compartían una mirada. Ten decía que no podía estar enamorado de alguien a quien siquiera le había visto el rostro y con quien no había hablado nunca, pero algo le decía a Renjun que no era así.
A pesar de todo y al ver la emoción y la esperanza en el rostro de su amigo, Ten le ayudó a conseguir una entrada VIP para poder hablar con Haechan en persona después del show. El pintor estaba que no cabía en sí de la emoción, sentía tanta congoja en su interior que no sabía si podría hablar siquiera cuando lo tuviera en frente. ¿Y si no quería verlo? ¿Y si no se acordaba de él? ¿Y si no era capaz de expresarle todo lo que en a penas cuatro días había conseguido cambiar en su vida?
Ten no lo acompañó aquella noche, le dijo que debía afrontar sus problemas solo y que él no podía entrometerse en ello.
Renjun no sabía qué se esperaba en cuanto lo dirigieron hasta el camerino en el que se encontraba Haechan. La estrella más brillante. Eso habían dicho de él. ¿Por qué entonces las condiciones del lugar en el que se encontraba era tan desastroso? Una especie de caravana maltrecha, sucia y abollada lo recibió. El nombre de su más anhelado tesoro estaba pintado en la puerta con pulso tembloroso. Llamó a la puerta casi con miedo, temía por la seguridad de Haechan, él no merecía vivir en un ambiente tan pobre.
Una angélica voz le respondió, haciendo que el corazón de Renjun se detuviera momentáneamente antes de abrir la puerta que provocó un escalofriante chirrido. Al otro lado no se veía casi nada, la única luz existente provenía de un gran espejo con pequeñas bombillas rodeando este, algunas rotas y otras cuantas parpadeantes. Cerró la puerta tras de sí y observó al chico sentado frente al espejo que le devolvía la mirada a través de este y de la máscara que aún llevaba.
—¿Haechan?— Preguntó Renjun con voz temblorosa. Ahora que lo tenía tan cerca sentía en su garganta un nudo que casi no lo dejaba pronunciar palabra alguna.
—¿A qué has venido? ¿Te ha enviado él? El otro día cuando bailé contigo pensé que eras un chico más, no sabía que te rebajarías a este nivel.— Contestó Haechan antes de sacarse la máscara, mostrando por fin su aspecto al chico detrás de él.
Renjun contuvo el aliento. Las luces amarillas parecieron brillar más que antes y la tez morena de Haechan, semejante al caramelo, resaltaban las cicatrices rojas y rosadas que cruzaban su bello rostro. Su ojo izquierdo permanecía quieto, completamente blanco, sin rastro de visión alguna. Renjun se había equivocado, no tenía heterocromia, Haechan era ciego de un ojo. Dos largas cicatrices viajaban en vertical desde su frente, pasando por sus ojos hasta debajo de estos y otra cruzaba su boca en horizontal como si le hubiesen intentado cortar esta. El joven pintor estaba horrorizado. ¿Quién habría querido herir de tal manera a aquel pobre muchacho?
—N-no sé de qué estás hablando, Haechan. Yo no vengo de parte de nadie... Aquel día en 119 me diste esperanza, recuperaste algo en mí que creía perdido. Sé que no soy nadie en tu vida, pero tú si lo eres en la mía desde aquel instante. Quizá no lo comprendas del todo, ni siquiera yo me entiendo ni entiendo esta situación pero créeme, yo nunca te haría daño.— Susurró el más bajo mientras se acercaba lentamente hasta situarse detrás de él y apoyaba con cuidado sus manos sobre los hombros del contrario.
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Good Thing | Renhyuck
FanfictionRenjun ama pintar y su arte es gratamente reconocido alrededor del mundo, a sus escasos veinte años ha conseguido lo que muchos otros no pudieron debido a su impresionante manera de maravillar a aquellos que observaban sus obras. Aún así está cansad...