Pesadillas

1K 113 76
                                    

De nuevo, otra cuchilla, otro golpe, otra herida, otro grito, él gritaba y gruñía, la llamaba, ella no se movía, no podía, no sabía cómo. Habían risas macabras de fondo, sentía como el miedo le calaba los huesos sin piedad. Se sentía fría, pero su sangre herbía dentro de sus venas de la impotencia.

Estaba tan cerca, sabía que podría correr hacía él sin problema, pero... No podía, sus piernas no querían, tampoco estaba segura de poder ayudarlo siquiera.

Habían escombros por doquier, algunos edificios en llamas y cuerpos tirados en el suelo, pudo reconocer algunos rostros demacrados y trajes heróicos hechos añicos, pero por más egoísta que sonara sólo le importaba él.

Su compañero la seguía llamando, ella lloraba y pedía a gritos que lo dejaran, que por favor lo soltaran, nadie le hacía caso, nunca le hacían caso.

De pronto, de una sola cortada la cabeza de Katsuki se había desprendido de su cuerpo, volando por los aires con un chorro de sangre saliendo de ella. Ochako pudo sentir parte del líquido espeso y caliente llegar hasta su frente y parte de su mejilla izquierda. Se paralizó completamente, sus ojos abiertos en señal de terror, la garganta le ardía, quería gritar, quería gritar mucho.

Entonces despertó, con un dolor palpitante en la cabeza y aquel tan ansiado grito muriendo en su garganta después de que la salida le fuera negada, estaba empapada en sudor frío y con el sabor de la bilis subiendole por la garganta, tuvo que correr para no vomitar sobre sus sábanas sino dentro del bote de basura que tenía junto a la puerta de su habitación. Y estuvo de acuerdo con sus lágrimas y su corazón en el hecho de que por esa noche tampoco podría volver a conciliar el sueño, estaba muy cansada pero su mente no se lo permitiría. Se levantó con mucha lentitud, casi esperando que la rutina diaria nunca iniciara, y arrastró los pies con pesadumbre hasta su armario donde reposaba su uniforme escolar de la UA.

- ¿Estás bién, Ocha? - Le preguntó Tsuyu aquella mañana justo antes de entrar a clases, ambas caminando a la par con Izuku e Iida unos pasos más adelante - Te ves muy cansada, Kero, ¿Dormiste bien anoche?

Ella asintió en respuesta, poniendo como excusa que sólo era un poco de pereza, justo como lo había estado haciendo las últimas semanas cada vez que alguien le preguntaba lo mismo y le hacía ese mismo comentario. Ella sabía que no se veía bien, estaba fatal, tanto por dentro como por fuera, no necesitaba que todos lo señalaran abiertamente. Luego se sentía un poco mal por pensar así, ya que mientras ellos se mostraban preocupados por ella como los buenos amigos que eran ella sólo rehuía y mentía... Es sólo que no encontraba otra salida para todo eso.

Entonces fue hora de prestar atención a las clases, lo cual le costaba el triple de esfuerzo mental tendiendo en cuenta que había dormido muy poco y siempre estaba tensa, alerta a cualquier suceso extraño, pendiente de cualquier cosa que pudiera o no pasar. Estar en ese estado constante de miedo y terror no era sano para nadie, mucho menos para ella.

Lo único que la lograba consolar ligeramente era ver a lo lejos esa mata rebelde de cabello rubio al otro lado del salón, a salvo, sin llamarla, sin gritar (Al menos no de dolor, si no de enojo), y sin morir. Él estaba bien... Pero ella no, y dudaba poder estar bien en algún momento si es que esas pesadillas persistían por las noches, cada una más real que la otra, mucho más dolorosa, mucho más terrorífica.

Tembló de pies a cabeza y quiso escapar del aula para llorar a mares encerrada en un cúbiculo de baño, pero no podía, no quería llamar la atención ni preocupar a nadie, mucho menos que él llegara a enterarse de todo. Entonces se puso recta, limpió aquella pequeña lagrima traicionera que quería escapar de sus ojos y puso toda su atención en el pizarrón. Dandose alientos a sí misma, queriendo creer que todo estaría bien aún sabiendo que probablemente no lo estaría.

Pesadillas | Kacchako - BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora