Hace 6000 años

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El sonido de los picos golpeando contra la roca resonaban contra las paredes de la mina. La escasa iluminación que proporcionaban las antorchas creaba sombras y amplias zonas de total oscuridad a las que los mineros temían acercarse. Con un golpe seco se desprendió un trozo de metal de la pared. Sairy, una chica joven y delgada dejó a su lado el pico para observar el mineral. Se apartó uno de los mechones de pelo negro de la cara, mientras que con sus verdes ojos miraba con curiosidad aquel metal azulado. Aunque tenía el pelo recogido en un moño, dos largos mechones caían a cada lado de su cara redonda. Su piel, que siempre había sido morena tras pasar toda su vida en las calles, empezaba a palidecer desde que había empezado a trabajar como minera.

Levantó el extraño metal azul, curiosa, recordando lo que los otros mineros decían de él. Se llamaba Gosbo, de un brillante azul oscuro parecía que su único uso era decorativo. No servía para las armas porque era demasiado blando. Tan blando, que según había oído de otros mineros, podía masticarse. Desde luego en las manos no parecía tan blando como decían, pero igual tenía que probarlo. Más tarde, ahora tenía que seguir trabajando, ya saciaría su curiosidad después. Agarró el pico y se dispuso a seguir minando. "¿Se podrá masticar de verdad?" La oscuridad a su alrededor, y el hecho de estar sola en aquella sección de la mina la ponían un poco nerviosa. "¿Cómo se va a poder masticar un metal?" La mina había sido construida dentro de una cueva natural, ya que parecía una buena manera de tener la mina empezada. "Igual con la saliva se reblandece." Alzó el pico y se dispuso a golpear la roca. "Tampoco es que haya gente que me pueda decir nada." La curiosidad creció en ella. Golpeó la roca con el pico. La curiosidad se incrementó más y más. Solo podía pensar en ese metal. La curiosidad comenzó a tomar el control de su mente. Ya sabía a donde iba a parar esto. Tenía que saciar su curiosidad o empezaría a perder la cabeza. Sin pensarlo mucho más soltó el pico, levantó el metal y se lo llevó a la boca.

Con cuidado mordió con fuerza un cacho que sobresalía de la mena del tamaño de un dedo, y tiró con fuerza con la cabeza y las manos. El metal cedió, partiéndose y dejando que aquel pequeño trozo azul entrase en su boca. Llamarlo blando no parecía lo más adecuado, y decir que se podía masticar era ser muy optimista. Si, se podía deformar con los dientes, pero no sin esfuerzo. Si lo comparabas con una piedra si que era blando, pero si lo comparabas con pan duro, el Gosbo era claramente más duro. Al menos no se fragmentaba como el pan, sino que se deformaba y se adaptaba a su nueva forma. Quizás por eso se utilizaba como elemento decorativo, no hacia falta calentarlo para deformarlo, y con ese intenso tono azul era bastante llamativo. Tras "masticarlo" durante unos segundos, Sairy se lo sacó de la boca y lo observó detenidamente.

Eso ha sido... curioso.

Lo guardó, junto al resto del metal, en la carretilla que tenía detrás y continuó con su tarea. Se le habían quedado trozos de roca y tierra en la boca, que intentó escupir, aunque parecía que siempre había más en su boca. Pero bueno, había sido necesario para saciar su curiosidad. Había hecho cosas peores antes. Continuó picando la piedra, y sacando lo que podía de aquel mineral azulado, mientras recordaba como había sido su vida antes de eso.

Un sonido proveniente de la oscuridad la sobresaltó a los pocos minutos de empezar a picar. Sairy buscó entre los oscuros recovecos el origen que había producido esos sonidos. Había criaturas extrañas en esas minas, pero rara vez se las veía, y no había mucho consenso de si podían llegar a ser peligrosas o no.

Por suerte la criatura que se encontraba allí con ella no daba lugar a dudas. Se trataba de un mántizar, una especie que habían encontrado en las minas, que era bastante inofensiva. Con una forma de lagarto de unos 40 centimetros de alto y más o menos metro y medio de largo, era un animal prácticamente herbívoro. La mitad de su cuerpo era la cola, bastante larga, y su piel escamosa parecía bastante regia. Pero sin lugar a dudas lo que hacía especial a los mántizar, era su capacidad para atraer metales. Siempre iban recubiertos de pequeñas menas de metal, formando como una segunda piel de piedras metálicas alrededor de todo su cuerpo. Era poco probable que te atacase uno, pero si que era más normal que te robase los metales que habías conseguido. Los magos decían que esta criatura seguramente pudiese utilizar la magia al igual que los humanos, pero de un solo tipo.

Metal BlandoWhere stories live. Discover now