L'amore di Leone

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Leone camina por el sendero de concreto que hay en el enorme jardín delantero de su casa luego de estacionar su auto. Al paso del hombre uniformado, se van encendiendo las luces decorativas con sensor, iluminando un bello jardín repleto de plantas y arbustos. En su caminata, estira los brazos y se toca un poco los hombros. Hay algo de tensión y cansancio acumulados ahí, realmente necesita un buen trago y un baño. Un largo y refrescante baño en esa noche calurosa de verano. Por suerte, es viernes y mañana tiene el día libre.

Le toma unos momentos llegar hasta la puerta, remueve las llaves de su cinturón para meter la llave indicada en la cerradura. Al adentrarse en su hogar, se quita el sombrero de policía para dejarlo en el mueble del recibidor, junto a su cinturón y sus llaves.

El albino estira sus brazos una vez mas y camina hacia la sala. Es ese preciso momento en el que todo el peso de cansancio y tensión es barrido fuera de su cuerpo. Tiene la energía totalmente renovada al encontrar a una belleza de cabellos negros y brillantes ojos azules, reposando en el sofá usando una bonita pijama, esperando por él.

- Bienvenido, mi Leone – vestido con un bonito camisón, Bruno Buccellati levanta al instante la mirada hacia el y sus labios se estiran en una sonrisa encantadora. Tiene los primeros botones del camisón abierto, mientras sostiene entre sus brazos un pequeño bulto envuelto en una cobija azul, el cual tiene su boquita pegada a su pezón derecho. El pequeño bebe albino entre sus brazos toma leche ansiosamente. Normalmente, Bruno correría a recibir a su esposo con un beso y un abrazo, pero esta ocasión se encuentra ocupado con su bebe.

Abbacchio toma asiento junto a su esposo, besa cariñosamente la frente del pelinegro por encima del flequillo y coloca su mano diestra en la pequeña espalda de su hijo.

- ¿Cómo estuvo tu dia, amore? – pregunto el pelinegro, mirando a su esposo con sus suaves ojos azules brillando y una sonrisa preciosa adornando su rostro con mejillas rosadas. Al menos fue asi, hasta que se escucho un pequeño quejido. – Oh, cariño... - la atención del pelinegro quedo totalmente desviada hacia el portabebe colocado sobre el sofa, justo al lado opuesto en el que se encuentra Leone. – Ya casi terminamos, ya casi amor... - le hablo suavemente a su otro bebe.

- ¿Tu sistema de rotar no esta funcionando? – pregunto curioso el policía, levantándose para acercarse al portabebe. Desabrocho los cinturones y alzo a otro pequeño albino en sus brazos. Su hijo dejo de sollozar en cuanto lo acuno contra su pecho.

- Al parecer no, el siempre quiere comer primero... - respondió señalando con la mirada al bebe que sostenía Abbacchio - ¿Mh es un poco egoísta, no crees? – riendo suave, observo como su esposo tomaba asiento junto a él.

Ser padres primerizos era difícil. Y lo era aun mas al tener dos bebes. Idénticos a Abbacchio, con cabellitos platinados, piel clara y esos hermosos ojos ámbar con un toque de lavanda. Buccellati estaba verdaderamente encantado con sus gemelos.

- Muy egoísta. ¿Sera porque sabe que es el hermano menor? – divago un poco Leone, acomodando la manta.

-Mhm, tambien habia pensado en esa posibilidad – Bruno bajo la mirada al notar que su hijo ya habia soltado su pecho, su bebe estaba satisfecho.

Los padres primerizos se miraron e intercambiaron niños. Abbacchio se encargo de sacarle el aire al que acababa de comer mientras Buccellati acercaba a su otro bebe al pezón izquierdo. El pelinegro no tenia problema alguno para lactar suficiente para ambos, afortunadamente. Pero en definitiva ambos se tomaban su tiempo para comer.

En poco tiempo, el bebe que cargaba Leone se quedó dormido. El policía acomodo a su hijo en el portabebe nuevamente.

- Cariño, te deje la cena en la mesa – Bruno uso su mano libre para acariciar la mejilla del mayor, sonriéndole suavemente antes de besarle la mejilla.

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