- Manicomio -

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En cuatro paredes blancas, iluminadas por dos luces cegadoras sin ventanas algunas. Pasan los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses y los años sin cesar. Escuchando los gritos y los susurros de mí mente caótica y de los demás, el ruido frenético de la carretilla esperando el momento de la única hora de libertad que tengo.

Los enfermeros retienen mi cuerpo inyectando un líquido desconocido, dejando sin movimiento alguno mi cuerpo durante quince minutos. Ambos sentándome en la silla de ruedas atando mis tobillos, manos y cuello, me temen soy un peligro. Abren la gran puerta metálica blanca, y sin poder girar el cuello mirando siempre en una dirección, mirando los mismos pasillos blancos de siempre, un laberinto en el que fácilmente te puedes perder excepto ellos.

Logrando ver el gran portón gris, la salida y la entrada a este mundo monótono, tiran un poco más de la silla de ruedas en un triste silencio, el recorrido son exactamente 15 minutos. Mi cuerpo entumecido poco a poco empieza a recobrar movilidad, mis sentimientos alocados revolucionan el interior de mi cuerpo, abren la gran puerta, lo primero que me ciega es la cálida luz y lo segundo el paisaje colorido; arbustos, plantas, árboles, aves, pequeños insectos y pequeños reptiles. El primero pasa antes y el segundo tira de la silla de ruedas bajando la rampa desgastada por el tiempo. Me dejan en el mismo sitió de siempre, sueltan los amarres de mi pálido cuello siendo el único movimiento que me permitan, ambos se sientan en una banca saliendo de mi punto de vista, permitiéndome observar el reconfortante paisaje y a la lejanía el mar. Un jardín precioso demasiado enorme para mí bien, miró hacía arriba cerrando los ojos. Sonrió así durante una hora.

Oigo sus pasos, es la hora. Están enfrente de mí con la misma jeringuilla puntiaguda de siempre esperando a impactar en mi piel. Me muevo intranquila, pero no importa como siempre, el cuerpo no responde.

Haciendo el mismo recorrido, sin posibilidad de movimiento alguno entrando a una cueva moderna sin poder salir. Me quitan las ataduras, depositando me en la cama se van.

Mirando el techó, pequeñas lágrimas se desprenden de mis pequeños ojos ansiosos por la libertad.

Esto es realidad un microrrelato con una versión más moderna y más yo, del Mito de la Caverna para un trabajo de Filosofía.😅

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