Soneto I.- Al descorazonado

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Aquellas palabras, atoradas en la garganta;
aquellas antorchas, separadas en mi oscuridad;
empedernido, destazando cada zarza,
revelando una naturaleza a amamantar.

Observando tras aquella ventana helada,
la calidez de la rosa más hermosa y pura.
¿Cómo no puedo tenerla, bella dama?
¿Cómo no puedo disfrutarla, realidad más cruda?

No, la deleito tras el alma, los ojos.
Sí, la visito cada mañana, tras el pupitre.
No, la contemplo como el mismo oro.

Pero las antorchas no duran, ni se mantienen.
Cómo desearía una verdadera conversación
con aquel ser que no me prefiere.

Mi Antología de Poemas y SonetosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora