II

464 44 28
                                    

Dolía. Todo en él dolía y no tenía derecho a expresar su dolor.

Era su culpa, estaba consciente de ello, pero no por eso podía evitar anhelar un poco de consideración por su débil cuerpo que no podría cumplir el propósito impuesto en el en cuanto perdió lo que más felicidad le dio por un glorioso instante, no al menos cuando no tenía tiempo para recuperarse del cruel castigo sufrido.

No importaba que tuviera fiebre y dolor en las articulaciones gracias a las cadenas que le impedían moverse, no importaba si temblaba de miedo ni que apenas tuviera fuerza para mantenerse despierto, mucho menos que deseara cubrir las rojizas marcas de los golpes más recientes que se extendían a lo largo de su piel porque, cada noche y sin que importara el dolor de las llagas hechas en su espalda por Zidian, era obligado a abrir las piernas para que Jiang Cheng plantara su semilla en él con el único fin de recuperar aquello que por su estupidez y descuido no pudo mantener, de la misma hiriente y fría manera que lo llevó a preñarse con anterioridad.

Por eso, sin importar el sufrimiento por el que atravesaba, Wei Ying aceptaba en silencio la brutalidad a la que era sometido, siendo consciente que era la razón de la furia de Jiang Cheng.

Después de todo, ¿No había sido el niño que perdió la única razón por la que se casó con él?

Wei Ying no quería pensar más es su perdida porque era incapaz de soportar los sentimientos de culpa y tristeza que lo invadían, pero no podía hacerlo cuando constantemente y de aquella vil manera, se le recordaba que lo había arruinado todo y que ni siquiera podía ser capaz de hacer algo tan sencillo como conservar un pequeña e inocente vida en su interior.

—¡¿Cómo te atreves…?! ¡¿En qué mierda estabas pensando?! ¡Todo es tu maldita culpa…!

A esas alturas ya había sido el catalizador de la ira que envolvió a Jiang Cheng cuando, tras una cacería que salió terriblemente mal, se le informó que ya no había un niño en su interior por lo que ya nada tenía sentido, aceptando también el castigo por haber usado la Cultivación demoníaca en su intención de hacer un bien a costa suya.

¿Cuántas veces veneno fue escupido de los labios de Jiang Cheng en su contra? Wei Ying no tenía idea, solo quedaba en su memoria el saber que era un don nadie que debía agradecerle que se tomará la molestia de velar por su triste existencia que a ninguna persona complacía; solo quedaban en él las constantes comparaciones con damas y donceles que sí podían satisfacer el deseo de un hombre con su gracia y belleza, cualidades de las que carecía y a las que nunca podría aspirar por el mero hecho de ser quien era.

Sin embargo, si tan patético e inútil era, ¿Por qué Jiang Cheng seguía haciéndole eso? ¿Qué acaso no le decía con regularidad que existían personas mucho mejores que él? ¿Qué ganaba al humillarlo, por qué tenía que ser él…?

El frío se mezclaba con el olor a humedad y moho de aquella pequeña habitación donde Wei Ying era prisionero, logrando que por unos segundos dejará de lado los lúgubres pensamientos que llenaban su mente para concentrarse en no guardar en la memoria más de aquel martirio al que no podía acostumbrarse aún.

¿Cómo lograrlo cuando cada uno de sus sentidos estaba dolorosamente alerta? ¿Cómo pretender que no se percataba del hedor a vino y loción que desprendía el cuerpo de Jiang Cheng? ¿De qué manera ignorar la desagradable combinación de olores producto de esa humedad que lo rodeaba, los fluidos de su cuerpo, los de Jiang Cheng y su sudor?

¿De qué manera reemplazar el grotesco sonido de la cama crujiendo mientras se esforzaba por no sollozar porque Jiang Cheng odiaba escucharlo? ¿Qué debía hacer para ignorar el constante roce de su piel contra la de alguien que lo tomaba sin deseo ni cariño alguno? ¿Cuánto tiempo más tenía que fingir no darse cuenta de la incomodidad que lo llenaba cada vez que sus entrañas eran invadidas de esa manera?

En verdad ya no quería ser consciente de nada, pero tuvo que morderse los labios hasta hacerlos sangrar cuando, empleando más fuerza, Jiang Cheng lo embistió con tan poca delicadeza que lo hizo retorcerse por el dolor infligido, rogando que no se molestará porque esa involuntaria reacción de su cuerpo ocasionaba que fuera más difícil deslizarse en su interior.

—Mierda, Wei Ying, ¿Por qué te gusta hacer todo tan complicado?

Una fuerte y cruel palmada contra la piel de sus glúteos fue la advertencia que recibió: Jiang Cheng no tenía paciencia ni humor para entenderlo cuando el único objetivo de penetrarlo era que volviera a embarazarse.

Quiso decir que lo sentía, pero ¿De qué serviría? Nada cambiaba el hecho que esa habitación estaba llena con el sonido de carne contra carne golpeando, del ruido de la cama rechinando en consecuencia, la inconstante respiración de Jiang Cheng y de dos personas que no sentían lo mismo la una por la otra.

Estaba bien, todo lo que tenía que hacer era permanecer de gatas sin mirar a Jiang Cheng hasta que se cansara de él y maldijera lo malo que era en la cama para compararlo con los otros cuerpos que lo satisfacían como era debido; todo lo que tenía que hacer era cerrar los ojos y concentrarse en no pensar en lo herido y desgastado que estaba para tratar de dormir un poco antes de fingir que seguía siendo el mismo Wei Ying de antaño…

Era difícil, muy difícil y no solo por el echo que tener una gruesa soga enroscada en sus muñecas para impedir que tratara de hacer algo estúpido como defenderse, resultaba difícil porque aquel acto no dejaba de ser una declaración de superioridad y dominio en lugar de una forma de entregarse con amor y ternura, pues nada de eso existía entre ellos.

Una pequeña lágrima rodó por la mejilla de Wei Ying que miraba la pared frente a sus ojos.

—Ábrete más.

Tras lo dicho, la fuerza con la que Zidian se envolvía contra el cuello de Wei Ying se intensificó tanto que respirar parecía ser un reto, por lo que sin poder evitarlo empezó a toser y a buscar liberarse de tan violento amarre para llenar de aire sus pulmones.

Los ojos de Jiang Cheng se volvieron mas crueles ante la visión de Wei Ying luchando por respirar, pero no por eso se detuvo: ver al arrogante Patriarca YiLing tan miserable y sumiso le daba una insana satisfacción que no se comparaba a nada que hubiera sentido antes.

Sonriendo, Jiang Cheng salió unos segundos del cuerpo que profanaba para cambiar de posición porque quería ver la sumisión reflejarse en los ojos de Wei WuXian mientras le recordaba que era superior a él y que su único objetivo era servirlo hasta que se cansara de su inútil existencia.

Wei Ying tomó una gran bocanada de aire cuando Zidian soltó su cuello, creyendo ingenuamente que por esa noche era suficiente y que podría descansar un poco antes de perderse en la tristeza que lo consumía poco a poco; sin embargo, aquella paz duró muy poco al ser empujando de espaldas a la cama por Jiang Cheng, comprendiendo que aún debía resistir más.

Wei Ying cerró los ojos porque no deseaba ver el desprecio que se reflejaba en Jiang Cheng cada vez que se encontraban de esa manera, en especial cuando tontamente se aferraba a los recuerdos que tenía a su lado de días en los que caminaron hombro con hombro y como iguales, recuerdos a los que recurría para olvidar el infierno en que vivía desde que creyó que, después de todo, una persona lo había esperado.

Así ignoró el punzante dolor de su espalda y la humedad que delataba que volvía a sangrar, cuando Jiang Cheng continuó clavándose en lo más profundo de su ser ordenándole que callara porque no le interesaba que sus jadeos fueran producto del ardor que provocaba el constante y desconsiderado roce de su piel herida contra la superficie de la cama.

—¡Cállate ya!

El ruido de la bofetada que recibió hizo eco en la habitación que por un segundo quedó en silencio; Wei Ying volvió a morder sus labios con tanta rudeza que causó que más sangre corriera de los mismos mientras se cubría el rostro con los antebrazos donde pequeñas y secas gotas carmesí delatan que también fueron mordidos para silenciar cualquier ruido que pudiera producir su indigna boca.

Cientos de lágrimas se acumularon en los ojos de Wei Ying, pero ninguna resbaló por su rostro: no lloraría por mucho que se ahogara en sus propias lágrimas y desesperación, de su boca no saldría ninguna queja y en su corazón tampoco habría espacio para el dolor porque todo eso que sentía terminaría pronto, tan pronto que el siguiente día lo alcanzaría para que pudiera verlo de frente como si nada hubiera pasado.

Sí; nada era eterno, ni el sufrimiento ni el placer, debía concentrarse en eso mientras aceptaba ser humillado.

—… por favor, detente… detente.

Pero siguió suplicando en su mente al hombre que gozaba de acabar con su espíritu, continuó retorciéndose con desesperación intentado escapar de las ataduras de las que nunca se libraría sin importar lo que hiciera; simplemente Wei Ying continuó inmerso en la oscuridad.

Lan XiChen observó con pena y furia como Wei WuXian, aún sumido en la oscuridad de la inconsciencia, lloraba y suplicaba víctima de los recuerdos que destruían poco a poco su débil cuerpo y espíritu, frustrado al ser incapaz de obsequiarle la paz que tan desesperadamente buscaba mientras él y otros Maestros Lan trataban de exorcizar toda esa energía resentida que se apoderó de los despojos de lo que se convirtió tras tanto tiempo viviendo y sufriendo en Lotus Pier bajo el control de alguien que jamás mostró un poco de consideración por él.

—… Jiang Cheng… por favor...

Miles de lágrimas siguieron derramándose esa noche en Cloud Recesses.










Muddy wattersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora