EL AMOR TUYO

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El nieto de don Ernesto recordó que su abuelo daba la vida por los suyos. No todo era avaricia, el amor no se le escapaba a nadie. Aunque el olor a mierda era la marcha fúnebre, el nieto del viejo no ocultaba sus recuerdos. Permanecían en su mente de joven los días de ver partidos de fútbol en la cancha sintética y de apostar por el equipo débil. 

-Los débiles se merecen todo -le dijo el viejo una tarde, donde miraban al último equipo en la tabla de un torneo- van perdiendo, y eso los hace dignos. 

Nunca esos equipos débiles ganaron. El viejo se llevaba a su nieto a caminar, miraba al cielo. 

-¡Yo voy a estar allá! 

El niño no entendía nada, solo le seguía el paso.  

Medicina legal llegó y se llevó el cuerpo. El lugar donde lo dejaron debía ser perfumado con ambientador. 

-Sí es cierto que todos tenemos nuestros pecados -dijo un forense- pero este viejo huele horrible. 

Comprobaron su muerte, su nieto recordó aquella caminata en el parque un martes de julio. Eso hace unos años, el viejo había logrado donar un dinero a una fundación de niños. 

-El dinero tiene su corazón y fundamento. 

El niño escuchaba atento y dijo: 

-Yo quiero esos carros que les dio, abuelito. 

-¡Ah no mijo! - exclamó- ¿usted cree que le voy a dar esos carritos tan feos y de segunda? ¡No! Yo le voy a dar unos más bonitos.  

Le compró finalmente un camión de madera. Era un carro bien fabricado, apenas para decorar una sala. El viejo dudó en dárselo por ese detalle, pero finalmente se lo dio, era muy triste ver sufrir a un niño.  

-¡Gracias abuelito! 

Hasta el día de la muerte del viejo Ernesto, el nieto conservaba el juguete. Cuando los especialistas le notificaron la defunción, el joven se fue caminando y vio el cielo: 

-Abuelito, yo sé que usted está allá.  

El cielo era gris y las gotas empezaron a caer. 

El día del entierro estaba la numerosa familia, Ana Gloria casi se pierde buscando el único cementerio que había. El nieto lloraba, y su madre, le dijo: 

-¿De qué sirve llorar a los muertos?  

-Porque uno los quiere -respondió la reina, que acompañaba a la madre y a su hijo- 

El nieto del viejo se enamoró de Ana Gloria. Sus lágrimas empezaban a secarse, era como si el amor fuese el pañuelo, el amor dejando su marca. La mujer gesticulaba cosas acerca de morir, y el nieto se perdía en sus ojos. 

-Señora -dijo Ana Gloria, raramente mostrando inteligencia- le pido un permiso.  

El viejo ya descansaba en paz y bajo tierra. Su lápida tenía su nombre y los números de las fechas que marcaban su paso por el mundo de los vivos. Ya no olía a mierda, sino a flores prontas a marchitarse. El joven habló con Ana Gloria, le dijo que el viejo era su abuelo. 

-¿Por qué nunca te presentó? -preguntó ella- 

- No sé - respondió con sinceridad- 

-Mira que las reinas también lloran.  

-Todos lloramos. 

Intercambiaron números. El joven la llamaría en la noche. Ana Gloria le estampó un beso en la mejilla. Salió caminando con calma, su cuerpo se movía como una pluma en el viento, muchos quedaban embelesados al ver el movimiento de sus caderas.  

Hicieron un asado, pronto arreglarían lo de la plata. El joven enamorado no dejaba de pensar en la reina, miraba su perfil en Facebook con fervor. Ana Gloria volvió a llorar, se veía como una completa estúpida, el espejo la ilustraba como un trapo sucio de cocina. 

LO MÍO Y LO TUYOWhere stories live. Discover now