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Lo que un amor se llevo

El vacío en mi cabeza hacia un eco agobiante, la sensación de rozar pieles recorría todo mi cuerpo. Una lagrima cayo, luego otra y a esa la siguió una de los peores llantos que una persona puede sufrir. Ese llanto que te recuerda lo que has perdido, que te recuerda que no has jugado bien tus cartas. Ese llanto desgarrador que te dice que perdiste y que no hay forma de volver a vivirlo todo de nuevo solo para ganar.

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La duda de saber si estoy haciendo las cosas bien me invade siempre la cabeza. Es solo una voz que cuestiona todo lo que pienso, digo y hago. Una voz que me controla.

Siempre he pensado que cada persona tiene al menos un momento especial en sus vidas. Tal vez unas vacaciones con tu familia, la emoción de un nuevo hijo, tal vez el primer beso o hasta el último. He pensado eso toda mi vida y deseo tanto un momento especial, que me llene de calor el alma, que me haga renacer. Sin embargo, lo desee toda mi vida y pienso que lo seguiré haciendo hasta el día que mis ojos se cierren por completo.

He llegado a pensar que la vida no tiene ningún momento especial resguardado para mí. Tal vez la idea de ser feliz al menos un momento, es un soga que uso para salir de un profundo hoyo. De la cual jamás me llego a agarrar lo suficientemente fuerte.

De vez en cuando he llegado a tener pequeños momento de felicidad, no se crean todo lo que les digo. Sé que la felicidad es el momento en el que tu corazón empieza a latir fuertemente, en el que te dan ganas de llorar sin estar triste, en el que no te arrepientes de ningún paso que diste. Eso me pasa exactamente cuándo lo veo.

Dicen que los ángeles que caminan sobre la tierra no existen. Jamás lo han visto a él. Sus ojos son estrellas, estrellas que te llevan a lo más profundo del universo. Su rizado pelo despeinado hace perfecto el mirarlo. La piel blanca como la fría nieve. Pero una sola cosa que me han enseñado es a no enamorarme del físico de una persona, que era mucho más hermoso enamorarse de la persona. Lo hice sin siquiera pensarlo. Imposible no hacerlo.

Hoy en específico hace demasiado frio para el gusto de cualquiera, he escuchado que va a empezar a nevar por la tarde. Lo mejor que le pueden decir a alguien que tiene que caminar 25 cuadras al trabajo mas tarde.

Mi tío me aviso dos noches atrás que se tendría que ir a Brasil por 2 semanas. Él es promotor de una marca de autos. Viaja todo el tiempo que tiene así que la vida de chica sola en casa ya me la se de memoria. Las despedidas son lo peor para nosotros. Sé que quiere pasar más tiempo conmigo, estar con su sobrina, con la hija de su difunto hermano pero también se que ama su trabajo. No se le puede arrebatar la felicidad a nadie, nadie tiene ese poder ni esa valentía.

-Júrame que te portaras muy bien- me agarraba las manos tratando de calentarlas, frotándolas contra las suyas.

- Sabes que si tío- me reí por su nariz roja del frio

El taxista toco bocina por décima quinta vez

-Tío, te están esperando- lo mire fijo a los ojos, tratando de darle esa sonrisa que es capaz de relajarlo.

-Te amo mucho mi niña, lo sabes no?- soltó mis manos para arroparme en un enorme y cálido abrazar.

Se que solo serán dos semanas, pero mira que lo voy a extrañar. Las ganas de llorar me invadieron pero no podía. Si lloraba esto se haría mucho más difícil.

-Yo te amo aún más- lo abrace con muchísima fuerza y me solté- ahora ve (por favor no)

-Adiós pequeña- él también me soltó, agarro su maleta de mano y se subió al taxi. Cuando se estaba por ir me miro- Tu sabes cuándo llamarme.

Y el taxi se perdió con los otros autos en la gran avenida al lado de nuestra casa.

Me quede un segundo pensando, parada en el porche. Pensando que haría sin él. Ahora las lágrimas eran libres de salir.

Mire el reloj de mi muñeca, si quería llegar al colegio tendría que apurarme y ya.

Subo corriendo las escaleras para terminar de cambiarme. Me abrigo todo lo que puedo para volver a bajar. Agarro una barra de cereal, mi mochila y me puse en camino al colegio.

A las 7:50 la entrada del colegio es el típico mar de estudiantes de cualquier colegio secundario. Donde se te hace tan difícil encontrar a las personas que quieres encontrar. En este caso, mi amigo Lay

El es todo lo opuesto a lo que yo soy. Rubio de ojos carmesí mezclados con celeste cielo. Yo, en cambio, morocha de ojos marrones. Lo más común entre las personas. Él es mi amigo desde que tengo uso de memoria. Mis padres eran amigos de los suyos, compartíamos comidas juntos, incluso llegamos a viajar juntos repetidas veces. Al momento que mis padres fallecieron, ellos me ofrecieron vivir en su casa. Pero a pesar de la confianza, quise quedarme con un recuerdo más vivo de mis padres, mi tío.

Al parecer ambos hicimos puntitas de pies al mismo tiempo, encontrando nuestras cabezas por encima de todos. Sonreímos con dulzura. Como él estaba más cerca de la puerta de entrada, me toco a mi llegar hasta él. Tratando de abrirme camino en todo el tumulto de gente, empiezo a caminar. Hasta que un taco muy afilado pisa mi pie haciéndome maldecir a la persona. Levanto la mirada encontrándome con una chica delgada con un pelo rubio teñido. A su lado, dos chicas igual de teñidas que ella. Las tres me miraban con tal cara de asco, pensé que personas así ya no existían.

-¿Acaso tú fuiste el asqueroso pie que mi zapato toco?- me miro de arriba abajo hasta llegar a mis zapatillas- supongo que te hice un gran favor- se rió  y sus amigas se rieron tan falsamente como ella.

El mar de personas de había dispersado, armando una ronda alrededor de nosotras cuatro. Yo estaba tocando mi pie segura de que había empezado a sangrar de lo fuerte y profundo que me piso.

No quería levantar la mirada y tampoco quería discutir con ellas. El dolor que me había provocado era tanto que mis ojos se humedecieron. Escucho unas risas provenientes de un pequeño grupo de chicos. Mi instinto me obligo a mirar hacia ahí. Ahí estabas. Mientras tus amigos se reían, te compadecías de la pobre chica del pie lastimado.

Lo que un amor se llevoWhere stories live. Discover now