Se miró por una última vez al espejo asegurándose de que todo esté en su lugar, de que su cabello esté bien peinado, de que su ropa tuviera la menor cantidad de arrugas posibles y que se viera lo suficientemente bien, porque desde siempre, su madre le enseñó que la primera impresión era la más importante, y por eso, tanto Chenle como su familia, estaban tan formalmente vestidos para recibir a otras personas en su hogar.
El menor de la familia, Chenle, estaba acostumbrado a esos encuentros. Sin saber la razón, su familia se solía reunir con distintas familias y personas en distintas fechas, siempre vestidos elegantemente y haciendo parecer que el dinero y trabajo son los únicos dos temas que se pueden tocar en la mesa. Simplemente era gente rica hablando con otra gente rica, y Chenle, como siempre, tenía que soportar esas aburridas charlas hasta que su madre le diera el permiso de pararse, que siempre era al final de la cena.
Un grito desde el piso inferior lo sacó de su mundo, y con una mirada perdida e inocente, bajó en respuesta del llamado de su padre, al parecer, aquella gente también refinada estaba por llegar.
Al bajar las escaleras, pudo notar a sus padres hablando con un grupo de desconocidos en el umbral de la puerta, seguidamente los dejaron pasar y se sentaron en los grandes sofás de la sala de estar, su madre le hizo un gesto con la mano y se sentó junto con ellos, sintiéndose notablemente incómodo y avergonzado al escuchar a una señora preguntar sobre él.
Mientras su madre lo presentaba, no pudo evitar dar un vistazo a las personas sentadas en el sofá de al frente, una típica familia compuesta por un padre, una madre, un hijo mayor y otro menor, pero había un pequeño detalle que no dejó pasar, había un infante en la sala.
Si bien el hijo mayor era notablemente un adolescente, un niño pequeño tal y como él lo acompañaba, haciéndolo sentir feliz por un instante.
Sin embargo, sabía que sus padres no lo dejarían levantarse del sofá hasta que aquella aburrida cena concluya.
Levantó su mirada encontrándose con la del contrario, una mirada sin sentimientos incluidos, una fría que no demostraba nada era la que le daba, como si aquel chico no tuviera alma, muy distinta a la de Chenle, que poseía un particular brillo. El niño bajó la mirada y rompió el contacto visual, dejándole un mal sabor de boca a Chenle.
Y durante toda la cena y tiempo en el que los Park estuvieron ahí, el pequeño nunca dijo ni una sola palabra, de hecho, casi ni levantaba la mirada.
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Etéreo »Chensung
FanfictionChenle solo quiere comprender lo incomprensible, conocer lo desconocido, entender a Park Jisung, su más grande enigma.