Capítulo 34

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Nunca pronosticaron que caería nieve durante la tarde, cuando me reuní con la galerista que dos días antes llamó y preguntó por mí. Fue un encuentro bastante tranquilo por fuera, aunque emocionante para mis adentros. Vi por más de una hora a la persona que podía volver de mi sueño más grande una realidad.

La mujer se llevó mis fotografías para verificar la disponibilidad de una buena galería en caso de que fuesen aceptadas para una exhibición. Además, las mostraría a sus conocidos y otras personas que podrían interesarse en mi trabajo.

El nombre de Luke Vang pronto comenzaría a resonar entre las bocas de aquellos que se hallaban en una cima no tan grande de éxito a la que yo también ansiaba llegar e incluso superar.

Después de nuestra despedida en la puerta del restaurante, una gran sonrisa apareció sobre mi rostro. Deseé con ganas ponerme a gritar en la calle por la felicidad de una oportunidad que no era segura todavía, pero que acababa de abrirme las puertas a un futuro quizás prometedor.

Caminé por la transitada avenida, apretando los puños y curvando los labios sin que pudiese contenerme. La reunión definitivamente había salido bien, incluso mejor de lo que pronosticaba. Aunque me sentí nervioso, pude manejar todo de la mejor manera posible.

Resalté mi visión, mi único talento que era la fotografía, mostré la seguridad y carisma necesarios para probarle que estaba hecho para cualquier tipo de trabajo o fama que involucrasen lo que mejor sabía hacer. Mi confianza le agradó, pero no podía saber a ciencia cierta si eso era bueno o malo.

Luego de atravesar dos cuadras no muy extensas y repletas de gente que andaban a prisa por la nieve incesante, me detuve en un parque que comprendía toda la tercera cuadra por la que aún no marchaba.

Había niños, familias, amigos y parejas aprovechando el cúmulo blanco para jugar. Y aunque yo también quise ser partícipe de su diversión, preferí sentarme sobre una banca cercana a observar a los demás.

Al principio me concentré en las batallas con bolas de nieve, en los niños y sus barreras un poco más altas que ellos. Apoyé a un equipo por varios minutos, después al otro y me reí con ellos, aunque no tuvieran ni idea de que lo hacía. Porque obviamente necesitaba sentirme feliz, creérmelo por encima de una ansiedad que quería salir a plena luz del día, en mitad de la ciudad.

Pronto mi concentración y diversión personal se enfocaron en mis pensamientos, apagando mi positividad.

¿Qué acabo de hacer?

Me incliné hacia adelante, recargué los codos sobre mis rodillas y me llevé las manos sobre la cabeza. Apreté los párpados, maldije para mis adentros.

Moon-jae era el protagonista de mis fotos, el único ser humano en aparecer y ser al mismo tiempo el máximo centro de atención. Fue capturado por mi lente en distintas facetas y momentos de su cotidianidad para engrandecer mi colección que en un inicio solo iba a ser personal.

Llamó la atención de la galerista por su indiscutible belleza, su naturalidad para posar y la vida simplista que llevaba, pero también por el contraste que indicó que él no era pura perfección física y superficial. Tenía problemas con las drogas y yo mentí con que eran pasado. Le vendí a un hombre joven, imperfecto, demasiado real.

No me arrepentí por eso, de ninguna manera. Pero no podía dejar de sentirme culpable cuando pensaba en la última fotografía, esa en donde ella se detuvo más tiempo para analizar los detalles, el significado, las circunstancias en las que ese momento se captó.

Aquella imagen final le sorprendió casi tanto como a mí cuando vi por primera vez su tatuaje, su gran secreto que acababa de ya no serlo tanto por mi culpa.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora