Deux.

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Listo. Ya está.
Me lo corté. De una. Salía de bañarme. Limpié el espejo empañado con la toalla con la que me acababa de secar y me vi con el pelo corto. De un lado y del otro. Las dos tratando de ser una. Parada desnuda delante del espejo con el pelo largo hasta la cintura, no pude contenerme.
Agarré la tijera del botiquín; deslicé la mitad del pelo al pecho y corté a la altura del hombro, hice lo mismo con el otro lado. Me vi la piel pálida, los lunares, el rojizo de mi pelo entre los dedos. Lo dejé en la bacha. Me miré en el espejo. Me vi los ojos. Encendidos. Sentí que me había dibujado. O algo así.
❝Completamente loca.❞, alcanzó a murmurar mamá después de descubrirlo. Se tapó la boca con las manos, sacudía la cabeza. Y agregó: ❝Vas a tener que ir igual a la peluquería.❞ Como si hubiera querido evitar el gasto.
❝A mí me gusta.❞ Me dijo Aitana.
Y eso sonó a desafío. Mamá la fulminó con la mirada. Por un momento escuché en mi cabeza lo que mamá se contenía de decirme: ❝Por lo menos tenías un pelo divino, ahora se te van a notar más los kilos de más.❞ No decía nada pero su mirada fue glacial. Ahora entiendo de dónde sacamos la mirada de hielo Aitana y yo.
Y cuando me preguntó:
❝¿Era necesario?❞
❝Necesario para mí era.❞ Le contesté. Y esa fue mi mayor osadía, más que cortarme el pelo.
No había nada más que decir. No lo pensé. Me lo corté y listo. Por eso me dieron ganas de volver a escribir. Y porque mamá me miró así y pensó de todo, porque le pertenezco, claro, y todo mi ser le pertenece y cuaquier decisión que tiene que ver con algo mío parece que tengo que conversarla con ella previamente, como si alguna vez ella estuviera en casa para que eso fuera posible, como si hablaramos. Bueno, sí, hablamos lo básico, lo necesario para la supervivencia cotidiana, nada profundo, nada importante, nada real.
Y mi osadía fue cortarme el pelo y no pedirle permiso. Como si hubiera pensado en ella en ese momento. Sí, pensé. Pensé que no me importaba nada lo que dijera ella o los demás. Que me importa, sí, pero en ese momento no me importaba y cortarme el pelo fue como volver ese instante permanente. A n i m a r m e.
Y el segundo después de caer, y pensar: ❝¿Y ahora qué?, ¿me queda bien?❞ Voy a tener que ir a la peluquería, porque sí, corto es, pero no un corte. Y pensé en lo que me va a decir mamá.
Igual creo que lo que más la sorprendió es que le contesté, yo nunca contesto. Mi pequeña naciente independencia.
Ésta, la que se corta el pelo y contesta también soy yo.
También es Rafaela Rivera.

❝Intermitente Rafaela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora