Baticita

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RESUMEN:

Cuando recibas este mensaje, cierra los ojos e imagina los momentos más felices de tu vida; eso es lo que deseo para ti ¡un año lleno de felicidad!

CAPITULO UNICO

—Tú sabes que lo amas —me dijo Clark tomándome por sorpresa. En su mirada azul estaba escrita la comprensión y el cariño incondicional que siempre me ha brindado.—Quizás más que a mí —comento y no pude detectar rastro alguno de celos o cualquier otro sentimiento negativo en su voz.

Respondí elevando una ceja mientras observaba como entre sus manos la taza de café se enfriaba lentamente, igual a la mía. Eran apenas las ocho en esa mañana helada de invierno, afuera la capa de nieve debía tener al menos diez centímetros y en definitiva tendríamos una blanca navidad.

Wayne Manor se encontraban en silencio pues mis pequeños petirrojos hacía rato que habían volado permitiéndome disfrutar de un desayuno tranquilo con mi esposo.

—La vida es muy corta, dedícale tiempo —murmuro una vez más con el rubor pintándole las mejillas. Sus dedos por costumbre acomodaron la montura de los lentes de pasta gruesa sobre el puente de su nariz. Nunca se lo diría, pero encontraba ese gesto adorable.

—Pero, yo te amo a ti —protesté mordiendo mi mejilla interna para no demostrar lo irritante que era escucharlo decir esas palabras, peor aún, por estar sugiriendo que la velada romántica que tenía planeada para los dos la compartiera con alguien más.

—Lo sé —me aseguro con una sonrisilla traviesa. Luego extendió su mano y tomo la mía para darle un suave apretón. —Pero también lo amas a él ¿verdad?

Con renuencia tuve que asentir con la cabeza, no podía negar lo evidente y tampoco quería hacerlo. El otro hombre con quien Clark deseaba que pasara víspera de navidad era Alfred, quien desde hace unos años había dejado de servirme como mayordomo por su avanzada edad y ahora actuaba más como el abuelito que siempre fue para mis hijos, sin embargo, debido a las exigencias de mi trabajo, tanto diurno como nocturno, además de mis hijos hacían que cada día pasara menos tiempo al pendiente de él.

Así que tomando la sugerencia enérgica/pasiva de Clark, esa noche me presente en la puerta de su dormitorio y lo invite a cenar y al cine.

—Maestro Bruce —nunca logre que dejar de llamarme de ese modo. —¿Qué te ocurre? ¿Está todo bien? —me preguntó con la mirada un tanto sorprendida por mi invitación.

Supongo que para Alfred, después de tantos años suturando y vendando a Batman, una llamada tarde en la noche, una invitación sorpresiva o algo fuera de lo normal es indicio de malas noticias.

Carraspee con la garganta, y de hecho para mi deshonra, me afloje la corbata sin mucha elegancia.

—Creí que sería agradable pasar algún tiempo contigo —le respondí. —Los dos solitos. ¿Qué opinas? —estaba nervioso y Al siendo Al supo leer mis sentimientos.

Reflexionó sobre ello un momento y luego con una sonrisa que jamás le había visto dijo:

—Me encantaría.

Ese viernes 24 de diciembre mientras me arreglaba frente al espejo para mi cita me encontraba nervioso, era el nerviosismo que hace mucho no sentía, creo que la última vez que las manos me sudaron tanto fue cuando le confesé a mis hijos mi relación con Clark. Me cambie la camisa al menos una diez veces y la corbata como treinta. Me peinaba y luego consideraba que era demasiado formal y metía la cabeza bajo el chorro de agua del lavabo para empezar otra vez.

Clark se rio de mi comportamiento, luego mientras me tendía una toalla me aseguro que no importaba lo que llevara luciría sensacional.

Y pensé, si fuera para cualquier otra persona tal vez ese argumento sería valido, pero se trataba de Alfred, el hombre que me enseño el sinónimo de elegancia, refinamiento y buen gusto a la hora de vestir.

BaticitaWhere stories live. Discover now