Era una gélida tarde de invierno, en la que dos niños quedaron para ir a jugar a fútbol a un viejo descampado en la zona sur del pueblo. Fueron en bici desde sus casas en un ritmo suave pero constante. Nada más llegar al lugar, un escalofrío les recorrió el cuerpo desde los pies a la cabeza, el lugar no era precisamente acogedor. Tenía un punto siniestro que les incomodaba.
El más joven había traído cuatro conos pequeños para señalizar las porterías, al principio empezaron tímidamente con algún que otro tiro suave pero poco a poco fueron ganando confianza hasta hacer algún que otro truco. Ya confiado el menor, Jorge chutó con fuerza pero el balón sobrepasó la portería rompiendo un cristal y entrando en una vieja casa. Ya que el balón era muy caro decidieron adentrarse en la casa por la parte de atrás, cogerlo e irse. Se encontraron con un viejo patio, a cada lado de un camino de baldosas que daba a la puerta trasera con un césped mustio, marchito como si le hubieran robado el color que alguna vez tuvo. Cuando se acercaron a la puerta vieron que una cadena con un candado la cerraba desde dentro y por fuera, pero había un hueco en una esquina de ella, entonces la rompieron un poco más y entraron.
La casa tenía un gran pasillo que la atravesaba y se podía ver la gran puerta principal, des-afortunadamente, Max, el mayor al entrar pisó algo pegajoso rojizo que se extendía por la mayoría del suelo de la casa. Lógicamente, los niños se asustaron y gritaron pero consiguieron mantener la calma y no marcharse, fueron buscando por lo que quedaba de el supuesto salón, por la destrozada cocina con aire radioactivo, por lo que en un tiempo fue la habitación de invitados... pero ni rastro del balón. Los jóvenes no daban crédito ya que pensaban que la casa solamente tenía un piso pero entonces, Jorge descubrió unas escaleras estrechas y chirriantes en forma de caracol les anticipaba el horror que les esperaba. Aterrorizados por la idea de tener que subir al segundo piso, esperaron, tomaron aire y se armaron de valor. A golpe de vista pudieron ver una gran sala, que parecía ser el cuarto principal, fueron avanzando lentamente con la sensación de que algo les observaba. De repente su pelota fue rodando poco a poco hasta cruzar la gran habitación que se veía a través de la puerta. El joven, Jorge retrocedió un paso como diciéndole a Max que se quería ir, pero Max susurrando le dijo al oído que si se iban no serviría de nada haber llegado hasta ahí.
Al entrar en la habitación vieron un jarrón destrozado debajo de la ventana rota en el que por un momento parecía haber estado el balón. Cogieron el balón y dispuestos a irse descubrieron que en el interior del jarrón había una nota con una bolsa. Intrigados cogieron los objetos y los guardaron en una de sus mochilas.
ESTÁS LEYENDO
No escaparás de él
Mystery / ThrillerHistoria de suspense en la que dos niños se embarcarán en una aventura la cual les marcará por el resto de sus vidas.