A tan sólo unas pocas horas de Navidad, Mark siente que no lo logrará. Pensó en lo pésima idea que había tenido en haberse dirigido al Skater Park que quedaba a una distancia de al rededor cuarenta minutos caminando desde su casa, justo en cuanto se puso de pie tras una caída en la que sus codos y rodillas fueron las mas perjudicadas; su patineta ya estaba destrozada, y es que tantos golpes había recibido la pobre que sus ruedas desgastadas ya no daban más tregua. Odió recordar que solo quedaban unos pocos minutos para noche buena sabiendo que en casa su madre y su hermana menor lo aguardaban con ansias, de todas formas, había pasado un tiempo desde que no se reunían los tres como familia. Madre solía trabajar casi todos los días, sin descanso como mucama en un prestigioso hotel, y su pequeña y adorada hermana, acudía a la escuela y luego al regresaba a casa, Mark únicamente le servia comida para finalmente marcharse a trabajar. La vida no era fácil y él lo sabía muy bien.
Comenzó a desesperarse y el calor de la noche no ayudaba en lo absoluto. Su camiseta blanca se adhería incómodamente a su espalda sudada y quiso azotar su patineta contra el concreto del lugar, pero logró contenerse y se dispuso a caminar por un camino de arbustos y césped del parque. No era como si alguien pudiese observarlo y juzgar su actuar, parecía que fuese el único ser con vida en el recinto, no divisó siquiera algún perrito callejero. "Es víspera de navidad", pensó con amargura.
Continuó caminando mientras intentaba crear frases mentales para luego escupirlas como si nada. Su talento innato era rapear y sus cercanos lo sabían a la perfección. La luminosidad de la luna ayudaba a seguir su camino puesto que los focos parecían haber dejado de funcionar idóneamente. Una cálida brisa albergó sus sentidos y el skate que llevaba por debajo de su brazo, lo trasladó hasta su hombro derecho y saliendo del gran parque, sus ojos se posaron sobre un despampanante vehículo, un Citroën C3 Aircross, de ensueño.
El capó del vehículo estaba abierto y oyó como un hombre balbuceaba por lo bajo, malhumorado. Intentó pasar de largo, intentó hacer que sus pies se desplazaran con mayor rapidez sobre el cemento y así llegar pronto a cenar con su familia, mas su instinto le hizo ladear su cabeza hasta toparse con un alto pelinegro que llevaba tres o cuatro botones de su camisa sin abotonar dejando a la vista su nívea piel, la cual se encontraba perlada de sudor a causa del esfuerzo que pensó, tuvo que ejercer ante su vehículo en mal estado. Chasqueó su lengua y apartó la mirada, quedándose de pie mirando hacia la nada. "Hey" escuchó a lo lejos. Tomó aire suficiente para girarse y encontrar la penetrante mirada del tipo aquel todavía mas cerca que antes. Sintió sus pies firmes en el suelo comenzar a debilitarse sin saber muy bien la causa.
El tipo alto unió sus manos sacudiendo el exceso de suciedad, extrajo del bolsillo de su caro pantalón de tela una cajetilla de cigarrillos, y le ofreció uno. Nunca apartaron sus miradas y entonces, Mark aceptó. Encendieron los cigarrillos en completo silencio y el castaño nunca se había sentido tan nervioso en su vida. El tipo lucia ostentoso, a juzgar por sus costosas prendas de vestir y calzado, el rolex submariner que portaba en su muñeca izquierda, y qué decir de su auto de ensueño. Sin embargo, no era aquello lo que hacia sentir a Mark de esa manera, era la elegante forma en que su cuerpo se movía al hacer el movimiento mas mínimo, era la confianza que emanaba su ser y la inusual belleza que poseía. Mark no era ciego y eso ultimo hirió un poco su orgullo como hombre.
"Solía venir a este parque hace un tiempo atrás. También me gusta el skateboarding", murmuró el pelinegro después de dar la ultima calada a su cigarrillo, exhalando el humo en dirección al rostro de un Mark confundido. Quiso responder, sin embargo, el hipnótico mirar del mas alto le tenia absorto en sus pensamientos. "Johnny, un gusto", extendió su mano y la agitó junto a la suya. "Mark", se presentó el menor. El sonido de unas sirenas provenientes del camión de bomberos hizo su aparición y Mark pensó en lo triste que sería una navidad con un incendio en ella, tanto para los perjudicados como para los bomberos. Recordó de pronto que su madre y hermanita estarían esperando por él y se excusó con Johnny para seguir con su camino. El pelinegro le miró y asintió, y tal vez fue la forma en que sus labios formaron un mohín haciendo un puchero, o la intensa mirada que le hacia estremecerse, o la vulnerable situación al que Johnny se veía sometido, que hizo invitarlo a comer con sus seres queridos en su modesto hogar. El alto le miró incrédulo al principio, más terminó accediendo y llamó rápidamente al servicio de automóviles personalizado solicitando una maldita grúa, la que llegó quince minutos mas tarde, quince minutos que fueron aprovechados para conversar.