Muñeca

35 2 0
                                    


Tantos años después de estar en ese horrible lugar, una habitación con una sola puerta y una pequeña ventana, donde lo único interesante que tenía por hacer era luchar; luchar por conservar las ideas que las voces en su cabeza le daban, increíbles ideas que funcionarían de maravilla para hacer renacer su carrera, la cual ya había muerto.

Precisamente por estás voces, que lo único que hacían era repetir una y otra vez, incesablemente: Que sus escritos no eran buenos, sólo una pérdida de tiempo para él, pero sobre todo para sus lectores; logrando arrasar con su poca estabilidad mental, que de por sí un escritor con ideas, creatividad y capacidad de inventar tan inconmensurable, no tiene mucha.

Su imaginación mezclaba sus ideas con su estresante realidad llevándole a mundos incomprendidos, una mezcla de ficción y realidad, mundos de los cuales fueron responsables de su crimen, ese que le llevo a una habitación pequeña y sumida en la oscuridad; acabando con su carrera justo en la cúspide de éxito de la mayoría de sus novelas.

Su nivel de alcohol era bastante elevado esa noche, al menos esa era la sensación que describía Carl; la euforia y espontaneidad que este le provocaba, por momentos salía de su prisión mental social provocada también por estás voces, o como él les llamaba "Deamones ". En estado que Carl describía como no sólo alcohol, sino también algunas sustancias que hacía que la mezcla de sus mundos fuera bastante psicodélica, algo que él nunca había experimentado.

Esta ocasiones las voces le controlaban cada una de sus acciones; normalmente sólo le daban ideas, comúnmente alocadas y peligrosas, de donde sacaba la inspiración para cada de sus historias, de ahí el motivo que fuesen tan únicas y originales. Pero esta vez era completamente diferente. Él sólo era un espectador, la influencia sobre su cuerpo era prácticamente nula, los encargados de cada uno de sus movimientos, incluso sus parpadeos, eran manipulados por los Deamones.

En medio de su estado de alucinaciones, donde a pocas penas podía observar algo de luz o tal vez así lo percibía por la poca iluminación que tenía la zona en sí. Un ruido bajo, pero persistente y molesto le retumbaba en la cabeza, un murmullo de una voz angelical pero perturbada de cierto modo, haciendo eco en su mente, causando una desesperación que aumentaba velozmente, de la cual no se quejaba, pero los Deamones sí; provocándole impulsos violentos.

-¡SAL DE AHÍ! ¡AHORA! MALDITA SEA. – Gritó sin poder decidir lo que hacía y decía, mientras en su mente resonaban los quejidos y comentarios de desesperación y desagrado provocados por el ruido; a la par que poco a poco perdía más su conciencia, perdiendo su visión de espectador de su vida.

El ruido se intensificaba con el pasar de los segundos y los Deamones aumentaban su ímpetu.

-¡SAL YA DE DONDE ESTÉS! – Los gritos se intensificaban e impulsos le llevaban a buscar de dónde provenía el molesto ruido. Sus pasos se dirigieron al fondo del callejón, sitio que a medida se iba acercando el bisbiseo repercutía más en sus oídos.

Unos botes y bolsas de basura allí ubicados parecían esconder algo tras de ellos, y sus sospechas le decían que sea lo que fuera era el productor de aquel fatigante sonido que atormentaba aún más a su pereciente alma, provocando aún más a los controladores de todo su ser.

-¡SAL YA, MALDITA RATA! – Sus gritos denotaban la desesperación para que este rumor que al parecer provenía de entre la basura concluyese de una vez.

A medida que gritaba se acercaba golpeando y apartando de alguna forma todo aquello que obstaculizara su paso.

Justo cuando estaba al frente de un bote y un par de bolsas de basura el estrépito ruido se detuvo en seco; aún así su sed de encontrar la fuente de este no cesaban, quería encontrarlo, necesitaba encontrarlo.

MuñecaWhere stories live. Discover now