Suaves movimientos al compás del sutil sonido producido por las hojas de los arboles en aquella tarde de otoño eran los únicos acompañantes para el peliblanco joven. La tarde era cálida, su corazón no estaba en condiciones similares.
Era tan triste, tan extremadamente solitario. Pareciese que el agradable clima se burlase de su miseria autoimpuesta.
Sus ojos bicolor, reacios y carentes de emoción observaban atentamente las decadentes hojas en tonalidades terrosas. Al menos ellas parecían apacibles.
La tarde amenazaba con caer. Y el frío comenzaba a calarle en los huesos también, no literalmente; por supuesto.
Pues era plenamente consciente de que aquello que ardía en un frío abrasador era nada menos que su desolado corazón, tan melancólico y doloroso.Un triste pasado precedía a tan lamentable estado emocional, y personalmente no deseaba borrarlo. Al contrario, esperaba mantenerlo en lo profundo de su mente por siempre.
No en absoluto, él no era ninguna clase de masoquista de extraños gustos. Sin embargo, tal dolor, tal relación con sus terribles vivencias era aquello que le mantenía en ese lugar, en ese momento, en ese tiempo y en ese estado con esa persona y con ese sentimiento que no esperaba perder en un futuro cercano.
Era horrible. Por momentos sentía que no podía soportarlo, y lo verificaba al notar sus manos temblorosas; unida una con la otra, apretujándose en un contacto incesante e innecesario.
No esperaba que en un momento de su vida el pudiese llegar a experimentar aquel sentimiento nuevamente. Lo había dejado atrás, junto con todo lo demás.
Por supuesto, la vida no siempre trae consigo soluciones satisfactorias ni nada como eso; por el contrario, puede no acarrear mas que dolores poco gratificantes o productivos.
Como lo era estar enamorado, ¿en que cabeza cabia semejante barbaridad? aquello no tenia razón de ser ni de existir. Entonces, ¿Por qué las personas se aferraban a un sentimiento como lo era ese? nunca traía consigo nada bueno.
Era un simple motivo de agobio y estrés, una perida de tiempo y salud; un sentimiento enbellecido por el arte y los cuentos populares, por la desinformación, por la idiotez y la ignorancia. En esa mima linea no lograba comprender, porque nisiquiera los mas grandes eruditos de la época podían llegar a soñar con librarse de tan tortuoso castigo humano.
Por que el no podía aceptarlo como un castigo natural ni mucho menos divino ya que tales creencias no estaban arraigadas a el como una ley absoluta. En tal caso, no había mas que catalogar el estado del enamoramiento como algo autoimpuesto por el hombre mismo para castigarse de la manera mas cruel posible.
Tal y como lo tenia entendido y la historia lo registraba: una persona puede ser capaz de hacer cualquier cosa, para bien o para mal en nombre del amor o lo que este mismo considerara como tal. Por tanto, es algo que no se puede manejar y sobre lo cual ninguna autoridad tiene efecto; dejando asi, obsoleto cualquier tipo de castigo.
Las personas jamas se arrepentirán realmente de haber amado. Ciertamente y después de una traición diran cuan dolidos se encuentran o cuan terrible lo es todo, cuanto odian a tal o cual persona por creerse con el derecho de desechar o pisotear sus sentimientos pero entonces a su memoria vendrán todos los recuerdos del ayer que en su momento les colmaron de felicidad, soltaran un par de lagrimas y se reprimirán a si mismos diciendo que deben olvidar; correrán, gritaran y maldecirán para finalmente y con el paso del tiempo aceptar que no pueden cambiarlo, que tienen que vivir con ello y de esta manera trataran de dejarlo en el pasado, convirtiendo tal tortura emocional en un recuerdo que jamas podrá ser borrado, llegando de algún modo a atesorarlo a pesar del daño.
Muchos lo llaman "superar", el diría que dentro de todo solo se encuentra el miedo a la perdida y a la aceptación de algo que no pueden cambiar, algo de lo que jamas se tuvo el control y por ello se prefiere ser condecendiente antes de asimilar que se a fallado.
Así pues, nunca se mantuvó en sus planes el hecho de caer como tantos antes de él, y sin embargo ahí se encontraba; añorando, deseando y esperando por alguien que en su ignorancia o maldad, se coló en su corazón tal cual el viento atraves de una ventana mal cerrada. Experimentaba todos aquellos malestares propios del conocido amor, y aunque le agobiaban, no era un hecho que le preocupara en exceso tampoco.
Ya que, desde el momento en que le vio por primera vez estuvo consciente de que su más fiera pelea había comenzado y que de hecho no habría de ello marcha atrás. Aún con tal conocimiento, no deseó detenerse ni lo deseaba en ese momento.
Comprendía en un limitado aspecto el como y poque de esos insesantes sentimientos; así que a pesar de negarlos con tanto fervor en un pasado, no estaba a disposición de alejarlos en su presente. Porque habiendo caído tan fácilmente, cuando menos debía darle a ese ser tan especial, el beneficio de saberse como la razón detrás de su más pobre pero emocionante derrota.
Un camino incierto se mostraba ante sus fríos orbes de distintas tonalidades, y sin embargo no sentía miedo, no había temor o angustia. Tal vez era aquella fiera valentía sacada de sabrá su razocinio donde la que le impulsaba a encaminar cada uno de sus pasos hasta donde la presencia que tanto anhela se encontraba.
Porque sin importar cuán oscuro fuese, un par de luceros carmesí le susurraban gentilmente que jamás podría perderse, ellos lo evitarían, lo guiarían, y mantendrían a salvo sin importar que. Porque no importa cuanto frío sintiese, la cálida piel que más pareciese seda preciosa estaría ahí para calmarle, para llenarle con esa suave fragancia que le incita a ser atrevido y pensarse al lado del dueño de ésta en un hogar propio, junto a una tibia chimenea crepitante y rodeados por ese calorcillo coporal que con cada día transcurrido deseaba poder conocer un poco más.
—¡Ayaki-kun! –La amable pero ligeramente astridente voz de un pelirrojo se dejó escuchar en aquel pequeño y privado lugar. Sus vibranres ojos le observaron atentos, repletos de vigor y alegría causandole un conocido escalofrío en toda la espina dorsal.
—Tanjirou.....–Saludo de forma que para cualquier ajeno a su relación, podría catalogar como fría. Sin embargo para el aludido fue más como un común entre ambos al haber avanzado tanto desde que se conocieron.
—¿Cómo te encuentras hoy? –Le cuestionó a la par que sus pasos le acercaban cada vez más a su persona. —Veo que tus ojos están mucho mejor ahora. Eso me alegra mucho....–Aceptó con un claro tono de alivio en su voz. Cuestión que no provocó más que estragos en el niveo rostro del albino. —Estoy feliz de verte más saludable, y fuerte pero creo que podrías descuidarte pronto si dejo de observarte... –Riñó el más alto con un toque maternal que siempre surtía efecto en el otro. Una respuesta fue algo que no espero, pues el de pálida piel solía rehuir de la preocupación que mostraba por él, casi como si quisiera alejarle y sufrir sus problemas por si sólo; cosa que no se podía permitir sin importar que tuviese que hacer o decir.
—No tienes que dejar de hacerlo. –Comentó casi de manera casual, mirando al moreno con suma atención. —No dejes de observarme, Tanjirou, no lo hagas ni un sólo segundo. Porque, si yo no soy capaz de hacerlo..... me gustaría ser un poco egoísta y esperar eso de ti también. –Se sinceró de una manera tan clara que el de frente firme no pudo evitar sentir como su corazón se aceleraba casi al punto de provocarle taquicardia. Nunca durante esos dos años le había tocado presenciar una cosa similar, y por tal se sintió la persona más afortunada sobre el suelo que pisaba, tanto que sus manos actuaron antes que su cerebro.
—Si ser egoísta es una opción, entonces, por favor...... Permíteme obervarte por siempre. –Anheló sinceramente el mayor de los Kamado sosteniendo con delicadeza las congeladas manos de la persona frente a él. Y a su respuesta obtuvo una acción, un abrazo inesperado pero tan soñado que sus dedos temblorosos no pudieron más que aferrarse con una firmeza desmedida a la suave bata del ojiazul.
Porque la inexperiencia no es ni sería una excusa plausible para alejar esos ferreos sentimientos que mutuos se expresaban a base de preocupación y añoranza. Por tanto, no podían evitar sentir en el otro como si de un punto de llegada se tratase, como si de algún modo su hogar y lugar en el mundo estuviese justo ahí.
[¡Efectos de la cuarentena! Aprecien esta linda pareja, ¡APRECIENLOS! 🙌💕💕💕💕🔥 Ahora, díganme: ¿qué les pareció?, ¿les gusta el shipp? Y de ser así, ¡veamonos en el futuro con más historias!].