Sid decidió encontrar a Cassie cueste lo que cueste, lo que significa dejar a su madre un tiempo y robarle algo de dinero para un viaje a New York. Él sabía que ella ahora trabajaba en un café y sabía la dirección de su hogar, según lo que le había contado Michelle.
Su vuelo había sido un completo caos ya que dos gemelos se sentaron atrás de él y estuvieron pateándolo y molestándolo todo el viaje, pero valía la pena, todo sea por Cassie, pensaba.
Las horas al fin pasaron y por fin llegó, recogió su valija y tomó un taxi hasta la casa de Cassie, que de seguro se sorprendería al verlo. Pero al llegar se dio cuenta de que Michelle no le dio la dirección correcta, ya que estaba seguro de que Cass no vivía en un puesto de comida rápida. Con un muy mal humor y enojo por no tener su dirección correcta, se hospedó en el hotel más barato que encontró, de pocas estrellas. Realmente la pasó mal, pero no tan peor que en el avión: tenía que compartir su habitación. Y no con cualquier persona, sino con un hombre que por lo visto su esposa lo abandonó y terminó llorando cada noche. Sid se retractó de haber pensado que el vuelo había sido lo peor de ese viaje.
Al día siguiente llamó a Michelle desde una cabina telefónica, porque su teléfono se había quedado sin batería, pero ella no atendió, por lo que Sid decidió dar una vuelta por la ciudad y tratar de encontrar alguna iniciativa de donde podía encontrar a Cassie.
De repente empezó a llover y el comenzó a correr para no mojar la poca ropa que había llevado al viaje, cuando de repente ve desde lejos a una chica rubia con ropa de camarera, que cerraba una cafetería. No podía creerlo. En su primer día había encontrado a Cassie.