prologo

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Reescrito

–Señorita D'Angelo, es un placer tenerla con nosotros, no contamos con muchos estudiantes extranjeros, y por ello creo que hablo por todos al decir que estaremos muy interesados en ver su avance tanto en el campus como en la cultura e idioma Inglés —la voz de aquel canoso hombre  resonaba con fuerza en la gigantesca sala, mientras yo intentaba controlar los nervios por estar al frente de tantas personas que me observaban, no podía evitar pensar que me estaban juzgando por ser extranjera, me sentía demasiado pequeña e indefensa— Yo soy el señor karson, profesor de Literatura y docente principal de este grupo, por lo que si tiene alguna duda o problema, no dude en hacérmelo saber— dicho esto el profesor hizo una pausa, como esperando alguna reacción de mi parte, pero al ver que no hiba obtener respuesta, prosiguió —puede sentarse.

Ser la nueva no es una sensación agradable, y menos cuando eres una persona con tan poca seguridad en sí misma como yo.
No me fue fácil elegir sitio, porque soy de ese tipo de gente que piensa demasiado en todo, siempre he creído en el efecto mariposa, ya saben, eso de que cada decisión en el pasado son las causantes de la vida que tienes en el presente. Y por eso tardo más de lo normal en tomar decisiones tan triviales como esa, aunque en ese momento debía darme prisa.

Sitio 1: una chica haciéndose fotos con el móvil desde todos los ángulos posibles.
Hice una ligera mueca de desaprobación, típica chica popular con miles de seguidores en las redes sociales, y un novio de caerse para atrás.
Y sí, sé que esto es juzgar por la portada, pero en ese momento era lo único que tenía a mi disposición.

Sitio 2: un chico de pelo negro, y, uñas negras, ropa negra, zapatillas negras... sí, y estaba durmiendo.
Fruncí mis cejas con cara de desaprobación.
Él tampoco me convencía, necesitaba de compañero a una persona centrada en los estudios, a demás, era obvio que no notaría mi presencia ni aunque asesinara a una persona a sangre fría a su lado.

Sitio 3: una chica con las mesa repleta de libros, de hecho, con la cabeza metida en uno de ellos.
No es por ser muy especialita, pero tenía toda la pinta de que me hiba a prestar incluso menos atención que el chico de negro.
Y qué le voy a hacer, soy una persona a la que le encanta que le escuchen, no le pido mucho a la humanidad, simplemente que la gente no pase de mi existencia, quiero decir, es algo normal.

¿Siguiente?

Sitio 4: un chico que estaba rompiendo un papel con un boli.
Pobre papel ¿Que crueldad habría hecho para merecer eso?
La cosa es que él no me convencía
porque parecía un maniático peligroso, sólo pensadlo ¿Que persona que está en plena salud mental decide atacar de tal manera a un papel?
Lo segundo es que era chico, y digamos que no me siento cómoda ante presencias masculinas.

Debía elegir con rapidez, pues debido a los incesantes golpes que estaba dando el señor Karson con el boli Contra la mesa, deduci que se estaba impacientando.

Volví a echarle un vistazo a cada asiento, dándome cuenta que la chica de los libros me estaba observando y en ese mismo instante me quedé casi sin respiracion, nunca había visto a alguien con los ojos color miel, sentía que podría haberlos estado mirando por horas, pero no lo hice, pues me di cuenta de que sus labios se alzaron levemente en lo que parecía que era una casi imperceptible sonrisa, la cual, me expresó empatia de su parte, pensé que esa sonrisa era una especie de luz verde que ella me había dado para sentarme a su lado,
O quizás este loca por pensar que las sonrisas pueden expresar tal cosa.

Aún así le hice caso a mí instinto, porque ella era la mejor opción, porque sus ojos me expresaron algo que me agradó, porque el asiento al lado de ella estaba en una esquina en el fondo de la clase (buen sitio para comer sin ser descubierta en el intento), y porque también soy una aficionada a los libros.
Así que hize una pequeña reverencia al docente y subí las escaleras rápidamente hasta estar al lado de la chica.

La chica de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora