Único

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Caminando por el exterior de su vivienda maldijo en voz baja, rellenando hasta el último hueco con tierra que hiciera falta para que no se generara algún monstruo o cayera después en un descuido. Esperaba, realmente esperaba y confiaba ciegamente en haber pisado con anterioridad todas la minas que había a su alrededor, pues que le tomasen de imprevisto ya lo consideraba suficientemente malo como para que a eso se le sume el hecho de que su nueva casa diera la impresión de estar hecha encima del metro de Madrid.

Tenía una pizca de seguridad a la hora de nombrar a los terroristas que probablemente se habían paseado por ahí, reventando su humilde morada y encargándose de dejar al descubierto su identidad. Pues Auron, como bien sabía ya era conocido por su gamberrada de plantar árboles una vez completada su tarea. Bastante jodido se hallaba con el terreno faltante, no tenía tiempo y muchísimo menos, humor para cortar árboles, aunque con alguna de sus hachas encantadas bien podría deshacerse del bosque frente a él en menos de lo que canta un gallo.

Pero como bien se mencionó antes; no estaba de buenas para tal labor.

Cualquier habitante de Karmaland que lo viese en aquel preciso momento huiria lo más pronto posible, pues en cuanto se distinguía la figura de Lolito se podía también identificar una especie de humo ser expulsado de su cabeza mientras un aura maligna y terrorífica le envolvía. No estarían para nada equivocados, al contrario, habrían acertado y agregado a la suposición un plan diabólico elaborandose en la mente de aquel psicópata.

Y es que Lolito ideaba no solo vengarse, sino dejar en claro su autoridad sobre todos sus enemigos, ya que parecían ignorar a la persona con quién estaban tratando, como si no se auto-llamase ya un loco. Quería oler el temor en el pueblo, anhelaba caminar y sentir el suelo temblar con su simple presencia, como a su vez soñaba con declararse gobernante de todos y cada uno de ellos para después torturarlos y-

— Lolito, ¿necesitas ayuda?

— ¡Mi niña!

Con flor lista en mano fue en su encuentro con el ser más puro y bello que podía existir en aquel tedioso lugar en cuanto escuchó su conocido timbre de voz pronunciando su nombre.

Mangel, aparentemente no estaba conciente de las malas vibras adueñándose de su compañero con antelación. Aunque estas no habían dejado rastro alguno de su estadía cuando en el rostro del peli-naranja se pintaba una sonrisa de oreja a oreja.

— ¿Pero qué te han hecho en casa? ¿Otro boquete?

— Pues claro que sí, ya sabes cómo es esta gente de mala conmigo cuando yo solo quiero paz en el pueblo. Pero pasa, mi niña, te invito la cena, almuerzo, desayuno, merienda, lo que tú quieras. —Exclamó con dulzura para dejar la flor de color rojo en ahora manos de su dueño.

— Deberías preocuparte más por terminar de llenar todo esto, de verdad que es un desastre.

— Tienes razón, mi niña. Para tu próxima visita te prometo que verás un camino hecho de rosas para ti y un bello jardín aquí delante para que aceptes ya venir a vivir conmigo.

Los halagos no se hicieron extrañar, tampoco las mejillas de Mangel pinceleadas con un tímido y próximamente furioso rubor. Permaneció en silencio un corto instante antes de adoptar la disposición de arreglar parte del terreno. Consiguió un poco de madera después de un par de hachazos en compañía de Lolito que se hallaba encantado con su ayuda y también aparición en casa, contándole cómo habían sido sus días con la ausencia del otro y sobre todo haciendo recordatorio a lo mucho que lo había extrañado.

Cuando justamente hacía falta tapar un rincón y tras una fuerte explosión, su niña pareció volar a la distancia.

— ¡Juro que vais a morir todos, cabrones!

Exclamó yendo en auxilio para el recién lesionado. La rabia lo consumía en contraste con la preocupación también reflejada en sus ojos mientras se acercaba al cuerpo de Mangel. Curó sus heridas con lo que tuviese al alcance y procedió después a meterlo en casa. Por lo general las explosiones lo dejaban inconsciente durante un corto tiempo, pero si se trataba de su niña cada segundo era una eternidad esperando impaciente que despertase y le viera.

Se mantuvo al lado de la cama en la que el otro descansaba y casi por perder los estribos, se puso en pie. Caminando de un lado a otro, volteando a ver constantemente hacia aquel espacio de la habitación donde Mangel todavía no se dignaba a despertar, continuó contando el transcurso de tiempo que tardaba en reaccionar, pues sería ese el número de TNT que estaba dispuesto a instalar en casas ajenas. Esta vez verdaderamente iban a conocer su lado más feroz, más diabólico y más profundo ya que en comparación a lo que ha mostrado hasta ahora, Lolito era una especie de ángel. En definitiva y por todos los santos cojones se las iba a cobrar con aquel estúpido par por haber hecho volar a su amado. Mataría no solo a sus más queridas mascotas, sino a ellos también y en caso de haberse equivocado con los causantes del atentado, provocaría un enorme incendio en vivienda de cada uno, para después bailar en sus tumbas y orinar en ellas.

Todo se habría llevado a cabo en aquel mismísimo instante si no hubiese escuchado un quejido detrás de él.

— Mi niña, mi niña. ¿Has despertado ya? ¿Estás bien? Dime que estás bien para poder ir ya detrás de esos gilipollas.

— Qué dices, Lolito. Tú no harás nada eso.

Era capaz de notar el esfuerzo de Mangel al hablar, de modo que su ser por completo estalló en cólera.

— ¡Joder, mi niña! ¡Ellos deben pagar por lo que te han hecho! ¡Los mataré ya mis-

— Tú no matas gente, bobo. —Interrumpió en medio de una débil risilla. Lolito suspiró.

— No me conoces. —Susurró con tristeza.

— Lo hago y más que nadie. Así que ven acá, mañana por la mañana llenamos ese otro boquete, ahora debes descansar que estás diciendo locuras.

La tibia mano de Mangel descansó en una de sus mejillas, con Lolito arrodillado a un lado de la cama para acto seguido acomodarse en el espacio junto a él en el colchón. Su simple voz y tacto eran la dosis diaria que necesitaba antes de ir a dormir y ahora que estaba al tanto, en Karmaland había oscurecido.

Ambos lo suficientemente cerca del otro, con uno de ellos intentando ignorar sus sentimientos, el siguiente pudo sentir la esperanza de ser correspondido en algún momento crecer en su interior. Con eso y con un Mangel en brazos, cerró los ojos dispuesto a soñar.

— Te quiero mucho, mi niña. Te quiero, te quiero, te quiero.

— Yo te odio, te mato y te quiero mucho más.

Porque Mangel era el endulzante que necesitaba aquel psicópata en su vida.

🌷♡

¡feliz karmaland!

estoy satisfecha con el resultado y se debe a que antes estuve sp emocionada con la interacción de mangel y lolito al final del evento de navidad. confirmo y rEAFIRMO son una pareja preciosa.

espero les haya gustado también y si comentan qué les pareció lo agradecería bastante.!!

 sweetener ➭ mangelitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora