Capítulo 2

82 11 0
                                    


— ¿En dónde estamos? —le pregunto mientras miro a mi alrededor.

Me sorprendo de lo delicada y sencilla que es la casa. Me gusta al instante.

—En nuestra casa si aceptas el lado de la luz.

Sonrío y me pongo a caminar. Observo la pequeña chimenea que adorna la sala mientras voy caminando hacia la ventana de cristal y mirar a través de ella.

—Estamos en el centro de la ciudad —le digo asombrada.

—Sé lo mucho que te gusta vivir en constante movimiento —agrega mirándome a los ojos—, no puedo quitarte eso.

—Me encanta. Muchas gracias, Gab.

—No me digas así —dice molesto, nunca le ha gustado que me dirija a él de esa forma—, ven te enseñaré tu habitación.

— ¿No podemos dormir juntos? —se gira con los ojos abiertos, casi horrorizado.

— ¿Por qué te empeñas en ponerme incómodo a cada rato?

Vuelvo a sonreír mientras paso a su lado. Decirle que ponerlo incómodo me encanta por el simple hecho de ver como su cara se pone de color rojo, sería demasiado para él.

—Tu habitación está arriba, espero que te guste.

Horas después, estamos sentados a la mesa. Gabriel hizo aparecer un montón de comida en un abrir y cerrar de ojos, me volvió loca. ¿Quién sabe qué podría hacer yo con una habilidad como esa? Hay de todo tipo, va desde el pollo en cazuela hasta espaguetis con albóndigas.

No sé quién piensa que va a comerse todo esto. Lo miro a los ojos y le sonrío.

—También sé que te encanta comer, espero que disfrutes.

—Puedes darlo por hecho— le respondo muy feliz—. Entonces, qué haremos a partir de ahora.

Toma una ración de lomo ahumado de cerdo y se toma el tiempo para picar la carne en pequeños pedazos antes de responderme. Se lleva el tenedor a la boca y hace un gesto con la cara de entera satisfacción que no me pasa inadvertido, siento contraerse algunos músculos que hacía ya un tiempo no se contraían.

—Bueno, como partidaria de la luz, tu trabajo consiste básicamente en ayudar a todo el que lo necesite, de cualquier forma. También nos ocupamos de los que están bajo la oscuridad, que no se pasen de la línea.

Asiento con la cabeza mientras me hecho en un plato una buena cantidad de puré de papa. —Entiendo. Tengo algo que decirte.

La comida no duró más de cinco minutos. El tiempo que tardé en explicarle que hacía unos días mi brazo derecho había comenzado a brillar en las noches y que él se volviera loco.

Un montón de palabras raras después, tenía una protección encima aún más fuerte que la anterior. Yo era buscada por toda clase de criaturas raras, y no tan raras.

La mezcla que resultaba ser mi sangre era muy poderosa, para todos, y algún tonto con mucho tiempo libre —y mucho conocimiento, las cosas como son—, se entretuvo en hacer todo tipo de hechizos donde ella era el ingrediente principal.

Por esa razón crecí en este plano, «lejos de la comunidad mágica». He estado oculta todo este tiempo, esperando a que mis poderes fueran lo suficientemente fuertes como para protegerme a mí misma. Evidentemente Gabriel no consideraba que fuera posible que lo hiciera.

Pasaron los días y... me cansé, muy rápido. No había nada de emocionante y divertido en salir a la calle con Gabriel y ayudar a diestra y siniestra, era todo muy monótono, muy fácil. Veía ahora a los demonios con mucha más claridad que antes, supongo que por el hecho de que mis poderes estuvieran despertando, pero ellos no me veían a mí.

Y llámenme sádica, pero estaba ansiosa de sentir la adrenalina si alguno de ellos me veía, de tener que luchar o algo así. Me sentía incompleta, mas no me sentía vacía.

La Decisión [RELATO CORTO] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora