La Ilusión en Tus Ojos.

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Diciembre llegó y las calles de vistieron en luces y colores. Jack estaba fascinado con el repentino cambio en todo a su alrededor, como si el mundo decidiera agregar un toque de magia a su cotidianidad. Era su primer año en la tierra, y jamás imaginó toparse con algo tan fantástico, como parte de un cuento de hadas.

Paseando por la ciudad en el Impala, no podían quitar al nephilim de la ventanilla, observando el frio combinar con adornadas casas. La gente parecía contagiada de una felicidad que el joven creía extinta, como si los problemas del año entero dejaran de importar por ese pequeño periodo de tiempo.

Lo pregunto todo, desde el porqué de cada decoración, hasta quien era Santa.

- ¿Crees que me traiga un regalo a mí también? – Interrogó a su padre, con la vista clavada en un enorme Santa Claus iluminado, justo fuera de la casa de uno de los sospechosos.

Castiel se lo pensó. Siempre había sido lo más sincero posible con Jack, no quería ver la desilusión en sus ojos al darse cuenta de que fue atrapado en un engaño. Pero esta ocasión era diferente.

- Por supuesto que lo hará. – Prometió.

No tenía mucha idea de esa cultura, ya que los Winchester no festejaban en ostentación la fecha. Sin embargo, sabía que ese hombre gordito, de ropaje rojo y pomposo, y con una risa particular, no era real. Pero todos los niños vivían felices en ese inocente engaño por algún tiempo. Jack merecía probar ese retazó de felicidad.

- Cas. – Le llamó bajito.

- ¿Qué pasa?

- ¿Por qué no tenemos un árbol en el bunker? – Frunció el ceño, como indignado por ello.

Por la misma razón que Cas no sabía mucho de navidad, los Winchester no destinaban parte de su dinero fraudulento en ese tipo de cosas.

- Es que... aún no lo hemos puesto.

Mintió, y no se sintió mal, porque provocó una nueva sonrisa ilusa en el rostro del rubio. De todas formas, haría real esa mentira al día siguiente.

Encontrar un árbol para esas fechas fue casi imposible, la mayoría eran muy precavidos; además, Jack no quería un árbol real porque se sentía culpable de matar a un indefenso ser que nada le había hecho. La última tienda que Castiel encontró en la ciudad le solucionó el problema en minutos.

Cargó como pudo la enorme caja en la parte de atrás de la camioneta y la siguiente caja que contenía adornos y demás, iría en el asiento del acompañante. Puso a su lado la pequeña caja con el pesebre también, porque Jack quería uno. No era adepto a ninguna religión, por obvias razones, pero le gustaba la historia detrás de la navidad religiosa; y Castiel era débil a sus caprichos.

- ¿Cómo haré que Santa reciba mi carta? – Dijo angustiado Jack, mirando el papel en donde había redactado en perfecta y cuidada caligrafía sus deseos.

Sam le dijo que si quería algo particular que Santa le trajese, entonces debía escribirle una carta en donde especificara ello. Sin embargo, el cazador se fue sin decir adonde debía enviarla.

- Arreglaremos eso.

Y allí estaba Castiel, haciendo fila junto a Jack para ver al bendito Santa Claus. Justo en la tienda en que compró todo lo necesario, había un anuncio de que se presentaría en cierto horario Santa "en persona" para recibir todas las cartas en los días de diciembre hasta navidad.

Con absoluta emoción, Jack le entregó su carta de sobre azulado y Santa lo miró extrañado.

- ¿No crees que eres un poco grande para escribir a Santa? – Interrogó el disfrazado pero amable hombre.

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