Capítulo Único

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Un sonido zumbante hacía eco en la vasta habitación, el frío de esta lo invitaba seductoramente a hacer caso omiso del ruido y simplemente volver a relajarse en la guarida cálida de sábanas perfumadas y su amante. 

Buscó, palpo, gruño para finalmente abrir con parsimonia sus ojos azules cual lago. Las cortinas seguían sin abrirse, el ruido seguía con su objetivo de levantarlo, las cobijas lo cubrían hasta las orejas, empero, su pareja no se ubicaba en su lugar, no cumplía con uno de sus objetivos; brindarle calor en esas frías mañanas de invierno. 

Suspiró por fin silenciando la alarma, aún con el ceño fruncido prosiguió a levantarse, maldiciendo en su cabeza la hora en que se convirtió en adulto con el deber de trabajar para subsistir. Se encerró en el baño dispuesto a darse una ducha cálida y así poder bajar a desayunar. 

Terminada su ducha escaneo la habitación en búsqueda de su habitual pans de trabajo. No estaba, solo encontró la ropa del día de ayer esparcida en el cuarto, una tenue sonrisa surco sus labios al ubicar el pans de ejercicio de su amante, no lo pensó, lo llevaría, esperaba que ninguno de sus estudiantes se diera cuenta del cambio, no le apetecía buscar su pans entre el desorden existente en aquel cuarto pequeño.

Mientras secaba sus largas hebras azabache posó su mirada sobre las fotografías adornando las paredes cual trofeos de los diez años de noviazgo con la maravillosa persona que le había dejado congelarse esa mañana. 

Aun recordaba la primera vez que lo vio, era extraño en muchos sentidos, en su memoria se encontraba fresca todas las emociones, palabras, aromas y texturas de esa mañana. Recordaba a la perfección el picor del cuello de la camisa, lo ahorcado que se sentía con la corbata, lo odioso que era mantener su melena corta y en forma, así mismo, en su memoria se sitúa la sensación de su estómago a punto de ser vomitado para después ser lanzado por la ventana más cercana en cuanto vio al dueño de cabellos rubios con rayos rojos haciendo que el mismo fuego se sintiese celoso de tan hermosa armonía, la sensación aumentó cuando lo escucho hablar, sólo Dios sabía que tan nervioso estaba al oír su nombre de los labios rosas y finos del contrario. 

Sonrío a tiempo que salía de la habitación, su día sería aburrido y movido como siempre, hartante, hostigante y a veces con las locuras de sus alumnos lograba ser divertido, pero disfrutaba en gran medida los momentos con su pareja. Escucho el ruido de la cocina, la música a todo volumen le hacía imaginar a Rengoku danzando por toda la pequeña cocina mientras elaboraba el desayuno de ambos, por eso, no se sorprendió al verle hacerlo, frente a él se ubicaba Kyoujurou Rengoku, su pareja de hace diez años, bailando la canción que desde hace unas semana aquel de cabellos como flamas no la soltaba por nada, Dance Monkey una canción con buen ritmo y estribillo contagioso, le agradaba no iba a negarlo, sin embargo, le agradaba más degustar a su pareja moviendo su cuerpo al son de esta.

Sin querer derrumbar el ambiente tomo asiento entre la barra que existía dividiendo la cocina del comedor y la sala, al término de la canción Kyoujurou posó sus ojos ámbares sobre el portador de melena negra, sonrió iluminando la habitación dejando en vergüenza al mismo sol por la intensidad de ella.

- ¡Buenos días bello durmiente!, pensé que tendría que subir a levantarte - soltó una carcajada cargada de amor, Giyuu aún se preguntaba si era natural reír así.

-Lo siento, las vacaciones de diciembre están cerca, me encargaron preparar el gimnasio para el festejó.

Kyoujurou se acercó a él dándole un beso, si bien era normal que entre los dos el más efusivo fuese el rubio, logro dejarle estupefacto por cortos segundos, Rengoku sabía lo lento que podía ser, siempre anunciaba antes de cada beso o caricia, no se quejaría del beso robado, empero, no era habitual. 

Scorching FeelingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora