•2× Bienvenida arrepentida.

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Era el inicio de una inesperada madrugada, la casa en donde habitaba una cálida familia de tres que estaba en proceso de dormir. Cierto hijo ya estaba durmiendo pero la pareja aún no.

–Carlotta, querida, ¿Te encuentras bien?– cuestionó preocupado su marido.

–Me duele....– pronunció intranquila– ayúdame a levantarme..

Al momento de que Abraham ayudara a levantar a su mujer, colocó su mano en el colchón y se dió cuenta de que éste estaba húmedo.

Eso sólo podía significar algo. La fuente se había roto.

En esa repentina madrugada, el señor Montemayor andaba volando por las calles de Columbo, estaba vacío a esa ahora y era una emergencia. Podía sentir la frustración, adrenalina y al policía persiguiéndolo.

Alan, el copiloto en ese brusco viaje, se encargaba de notificar a la familia que su hermano ya iba a nacer. El auto se había llenado jadeos y gritos de presión provenientes de la dama que hacían estremecer al pequeño de 8 años y al caballero frente al volante.
Sus dolorosas contracciones hacían sentir que el menor perdería su mano que estaba siendo apretada.

Una vez que llegaron al hospital, ingresaron bruscamente en búsqueda de una camilla y ayuda. Varias personas ahí se asustaron por el repentino griterío.

–Ya se la llevaron...– pronunció más calmado y exhausto el niño.

Alan, se había quedado solo en la sala de espera pues su papá había ido tras su esposa aún alterado.

A los quince minutos llegaron otras personas igual de alarmadas que él hace unos minutos.

–¡Alan!, ¿¡Cómo está tu mamá!?, ¿¡Qué pasó con el bebé!?– interrogó intranquila Karen, la hermana de Carlota.

–Silencio, por favor– regañó la recepcionista.

–Tía... Ellos están bien, ya se los llevaron.

Algunos familiares de Carlota y otros de Abraham habían llegado rápidamente a informarse de la situación. Algunos cuantos se fueron y otros esperaron fuera del Hospital. Todos con la misma ansiedad.

•••

Un 20 de diciembre, a la 1:45 AM, a pocos días de navidad, llegó a el mundo un tierno y hermoso niño de ojos miel. Las enfermeras que habían recibido aquel bebé tan delicado habían quedado embelesadas.

Cuando dejaron que la mujer exhausta pudiera descansar llevaron al hijo de ésta para que se le atendiera.
Todo iba bien en la revisión hasta que, al poner al bebé boca abajo... Una marca provocó que los gritos se desataran en la habitación.

–¡Doctor Méndez!, ¡Es un niño maldito!– exclamó aterrada una jóven enfermera que había soltado al niño por el susto.

–¡Amanda, cálmate!, ¡Estás asustando al bebé!– dijo otra de edad más avanzada que había cargado al pequeño que había comenzado a llorar.

–¿¡Un bebé!?, ¿¡Si sabes lo que ese mounstro tiene!?– vociferaba del terror y la rabia. Desafortunadamente habían algunas personas que se veían demasiado afectadas en éstos casos.

–Señorita Amanda, le pido que se retire– una vez que llegó el doctor a cargo del parto de Carlota, sostuvo al bebé en brazos y lo llevó a un análisis.

Después de varias horas de estudios y debates entre el personal, finalmente el doctor se había acercado a la familia a comentar los resultados.

–¿Familiares de la señora Medina?

–Si, soy su esposo.

–Bien... Caballero, su mujer está en buenas condiciones y el bebé nació sin ningún problema. Es un varón.

Al escuchar eso los familiares presentes comenzaron a celebrar aliviados de que todo haya resultado bien.

–¡Un niño!– gritaba con orgullo Karen que se había vuelto tía de nuevo. La señora en recepción la había callado de nuevo.

–Sólo que... Hay cierto punto con su hijo que..– se rascó la mejilla inseguro de escoger las palabras correctas.

–¿Qué pasa con mi hijo, doctor?– cuestionó Abraham comenzando a asustarse.

–El pequeño... Nació con Cristal Moon. Inesperadamente presentó una luna en su espalda, cerca de la nuca...– después de soltar esas palabras decidió no hablar para dar un momento para digerir esa difícil noticia.

–¿Por qué..?, ¿Entre tantos..?– susurró Alan con la voz quebrantada y sus ojos derramando lágrimas y dolorosas lágrimas.

Abraham había ido con aquel médico para hablar sobre otros asuntos que debía comentar acerca del nacimiento.

Después de un lapso en el que él doctor se retiró, la familia empezó a lamentarse. Un shock repentino había llegado en la mayoría.

–¿Por qué..?– dijo Karen sin motivos de alzar la mirada. Alan había ido a abrazarla pues ambos estaban afectados.

–Cuñado, ¿Cómo está Carlotta después de ésto?– preguntó decaído Ricardo, hermano de la mencionada.

–El Doctor dijo que ella estaba muy cansada. Está en buenas condiciones y resultó bien todo, pero no le pudieron decir aún la noticia– suspiró– ¿Cómo le voy a decir de nuestro pequeño?

Abraham estaba muy afectado. Aún no se le había permitido ver a su mujer y su hijo ni siquiera había sido entregado en manos.
Estaba preocupado por ambos y devastado por el segundo.

¿Qué más se puede hacer?
Los avances eran muy lentos y poco acertivos. Aún ni siquiera se ha obtenido la suficiente información y ya se pretendía buscar una cura a algo que ni se sabe si puede tratar de algo científico o religioso como dicen algunos.

–Pobre de mi Carlota... Su hijo no va a llegar a tanto...– dijo con pena la madre de la mencionada.

–¡Abuela!, ¡¿Cómo puedes decir eso!?– gritó Alan ofendido por esas palabras tan insensibles.

Es cierto que lo que la señora decía era verdad. Pero estaban ya lamentándose y apenas había llegado el niño. Era muy pronto para pesar tanto.
Aunque no puede doler más.

Entre las investigaciones otorgadas por la IAH (Institución de Análisis Humano). Se dedujo que 4 de cada 10 niños podían presenciar Cristal Moon.
Es decir que, la cantidad no es alta pero si alarmante.

Gente de medios naturistas ofreció alternativas efectivas a base de productos y tratamientos puros que ofrecían que un afectado por CM pudieran ser de menor alteración.
Happy Hearth es un centro de salud que apoyaba a los niños a que éstos pudieran controlar su distorsión mental y tener un mejor equilibrio en su comportamiento físico. La enfermedad demostró que las afectaciones más agresivas que causaban en el sujeto era en zonas como el cuello, pies, brazos y rostro; las emociones se disparaban y en un momento éstas se intercalaban en segundos como si se tratase de bipolaridad tipo 3.

Una gran controversia se implantó de nuevo pues no se podía confiar mucho en todos ellos por éste caso. Algunos intentaron participar en ese tratamiento pero se quejaron porque era un proceso muy lento y no tan efectivo.

A pesar de todas éstas demostraciones, mejoras, alternativas. Seguía siendo de muy poca ayuda. Las muertes seguían sucediendo inevitablemente.

Aquel "trágico" 20 de diciembre en aquel hospital se registró la bienvenida de un menor que estaría destinado a un futuro en el que no podría ni convertirse en adulto.

El pequeño bautizado como Marshall Montemayor Medina estaba comenzando su corta vida para afrontar a la mortalidad de la luna.

CRISTAL MOONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora