Vuela despacio, pero vuela.

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El verano ha llegado, el sol, siempre cálido y brillante, resplandeciente, llevando su luz a cada rincón de este frondoso bosque, al medio día el viento sopla en dirección al éste, si por aquel caminó vas, con mi casa te encontraras, el precioso nido tonos rojizos y cafeces, es mi hogar, mio y de mi hermosa madre, quien cada mañana trae a mi un festín espectacular y unos ojos inocentes llenos de amor y ternura, cuando terminó llega el momento más maravilloso del día, me toca la cabeza a manera de caricia y pregunta confiada y de la manera mas tranquila posible "listo?", ahí es cuando abre sus alas y va con tanta libertad y ferozidad que me siento, intimidado, pero al mismo tiempo en paz ya que ahí esta ella siempre, mi madre, la que me protegerá y me guiará hasta qué el sol tenga su retornó, o éso creía.

Aquella luna no era blanca, había visto cuevas con mas luz que esa noche, lóbrega y sin alma, mi madre no se encontraba bien, aquella fuerza indomable que siempre me demostraba se habia ido, estaba... llorando, suplicando que aquel dolor endemoniado se fuera y mi ignorancia total en estos temas tampoco ayudaba, mi alma se quebraba con cada lagrima que ella derramaba, no quedo de otra, trate de abrir, de abrir estas pequeñas alas mias y volar hacía la respuesta al dolor de mi madre.

El viaje fue difícil, viajar para encontrar algo de lo que no quisiste saber nada en primer lugar, como el dolor, siempre será complicado, mis alas nunca habían tenido que cumplir con su misión natural, tenia miedo, sin embargo, aquí estaba, volando hacía una luna oscura, una luna que se siente pesada, y que hace el que viento se sienta pesado, a pesar de mi temor constante a caer, seguí, y seguí, y seguí, pero fue una búsqueda inútil, el desespero se apoderó de mi y mi mente se bloqueó, pero como si me hubiera metido en agua fría, la razón me dijo que regresará con mi madre, ahora aquí... dudó que haya sido lo que antes llamé "razón", puede que mas bien haya sido, presentimiento, uno terrible, ya que al llegar sólo vi aquellos ojos inocentes que tanto anhelaba, cerrados, y aquellas alas feroces, parecían frágiles, corrí hacía ella y le grité, grité para que despertará, para que despertará y recordará que tenía que volar, pero no despertaba, la jale como pude con mi pico hasta la orilla de nuestro nido, y grité "!Vuela mamá, vuela, yo no puedo volar si sé que tu no puedes¡", y entonces caímos, no la solté ni un segundo del descenso, la abracé con mis alas inexpertas y mi corazón temblando, sabía que despertaría, sabía que si caímos juntos, la volvería a ver volar, pero en un segundo, abrí mis ojos temerosos, y vi la ala de mi madre, el aire la acariciaba y la levantaba con esa grandeza que siempre tuvo y yo solo, la solté, solté a mi madre y volé hacía arriba, el sonido de su cuerpo contra el piso me ardió en el pecho, pero aligeró mis alas.

FIN

"El colibrí" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora