Título de la parte

7 0 0
                                    

Delos se encontraba dormitando en una reposera en la playa de su ciudad natal. Luego de haberse ido por diez años, primero a estudiar, y después se estableció por trabajo, en la capital. Ahí estaba admirando el mar, su madre Aún conservaba esa casa frente a él y justamente por eso fue ese el lugar que decidió para vacacionar.

Tomaba una gaseosa bien helada, cuando una joven llamó su atención. De cabello largo y castaño, ojos oscuros, tez morena. Lisa, el amor de su adolescencia. Siempre la quiso, ella era amiga de Jonás, su mejor amigo por lo que constantemente la veía. Pero desde que se fue, sólo su mejor amigo iba a visitarlo y nunca preguntó por ella ya que su enamoramiento era secreto.

La observó caminar hacia la orilla, sus ojos le comenzaron a pesar del cansancio pero no quería dejar de verla. Ella se divertía esquivando olas, saltando en charcos y él no pudo más que acompañarla con una sonrisa desde su lugar. De repente ella corrió hacia el mar, adentrándose, brincaba con el vaivén del agua mientras reía sonoramente. Fue ahí cuando los ojos de Delos comenzaron a quedarse cada vez más tiempo unidos. En uno de los breves lapsos de apertura pudo ver cómo la corriente la arrastraba y ella aunque luchara no podía resistirse. Él rápidamente se inclinó y empezó a correr a gritos alertando a los salvavidas. Entre él y dos salvavidas más la rescataron llevándola nuevamente a la orilla, mientras ella vomitaba el agua que había tragado. Luego de la revisión de los profesionales, Delos, que había estado aguardando fuera de la casilla de los salvavidas, la enfrentó.
– ¿Estás bien? Yo... no sé si te acordas de mi, después de todo han pasado varios años — Lisa lo miró y sonrió.
– Delos... ¡gracias! — Exclamó con lágrimas en los ojos, pues los salvavidas le habían señalado al hombre que los había alertado.

Quince años después...

Delos corría al atardecer con Lisa en su espalda, y sus hijos, en la misma playa en la que todo ocurrió. La felicidad , las risas los embargaban. Al anochecer se dispuso a sacar una reposera, y sentarse a admirar el paisaje. Allí dormitaba cuando un alarido lo despertó. Ya no era el ocaso lo que contemplaba sino una tarde de sol radiante, había mucha gente a su alrededor gritando y corriendo hacia el mar. Pudo ver cómo los salvavidas cargaban algo hacia la orilla pero tanto revuelo no le permitía cerciorarse que era. A empujones se abrió paso hasta llegar a ellos, para ver cómo depositaban suavemente un cuerpo frío sobre la arena. Los primeros auxilios no funcionaron, su corazón ya no latió. Lisa se encontraba inerte, arrastrando con ella la felicidad que Delo pudo obtener alguna vez. De repente, todo se volvió negro para el hombre.

Allí estaba, en la reposera, en plena oscuridad a la orilla del mar. Tomó sus cosas y se encaminó hacia su casa en la playa, para cenar solo... pensando en el amor de su vida. Antes de dormir, se aseguró de tomar las pastillas que mantenían a raya sus alucinaciones. Ya que si bien eran hermosas, el despertar era demasiado doloroso. Así se acostó, como cada noche de su vida desde ese día, lamentándose no haber hablado con ella, no haber declarado sus sentimientos en cada oportunidad que tuvo. Y sobretodo todo, el haberse quedado dormido cuando la vió luchar por su vida.

A LA ORILLA DEL MARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora