Prologo

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—Volveré pronto, Em, te amo.

Le había dicho para después abrazarla durante varios segundos. Al separase, pudo notar la angustia llenando los ojos de su hija. Su querida Emily.

—Cuidate mamá.

—Estaré bien, nos vemos en la noche.

Juliet subió a su auto dirigiéndose a la estación de policía. Al llegar, se dedicó a revisar archivos de casos no resueltos.

Había un caso en específico que la intrigaba. Se trataba de un chico que había desaparecido hacía unos años. Algunos decían que se había escapado de su familia adoptiva. Otros que el chico estaba en malos pasos y lo habían asesinado.

Sin embargo, a Juliet ninguna versión le convencía. Había algo más. Algo que nadie lograba ver.

Toda la tarde estuvo sentada en el escritorio tratando de encontrar respuestas que no se dio cuenta de que ya había oscurecido.

—Hey, Collins.

—Capitán Michaels. —Juliet se volvió hacia aquel hombre alto, de piel morena, cabello negro y ojos color marrón que parecían estudiar cada movimiento de ella al mismo tiempo que estudiaba el de los demás.

—¿Por qué sigues aquí? Todo está tranquilo, ve a casa.

—Claro, gracias, capitán. —Juliet le regaló una sonrisa, recogió sus cosas y subió al auto para ir a casa.

Aprovechó un semáforo en rojo para llamar a Emily, puso el altavoz y esperó a que contestara.

—Hey, hola.

—Em, hola. Ya voy en camino, pasaré por comida para cenar.

Oh, que bien, empiezo a tener hambre. Nos vemos.

—Te quiero, hija.

Y yo a ti.

Juliet cortó la llamada y siguió el camino en silencio.

Después de pocos minutos, se estacionó frente a un restaurante de comida china. Bajó del auto y antes de que pudiera dar un paso, sintió a alguien detrás de ella. Se dio la vuelta pero no había nadie.

Respiró profundo relajándose, tal vez solo fue su imaginación.
Dio un último vistazo a la calle, pero no había nada sospechoso, así que se volvió a girar para ir al restaurante, pero se encontró cara a cara con un hombre apenas visible a causa de la capucha que usaba, pero ella sabía quien era.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Juliet firme y con el ceño fruncido.

—Perdoname —dijo con una voz grave y ronca—, pero no tengo opción.

—¿Qué quieres decir?

—Es la única manera para poder hacer lo que tengo que hacer. Lo que haríamos.

—No —Juliet sacó su arma de la funda—. No lo hagas, no te la llevarás.

Apuntó hacia el hombre, pero antes de que pudiera hacer algo, él lanzó una especia de daga que salió de la nada y emitía un brillo anaranjado.
Al segundo de cumplir su objetivo, la daga desapareció dejando una herida en el estómago de Juliet, ella cayó al piso presionando su herida mientras un hilo de sangre corría por la comisura de los labios.

—No. —murmuró.

—La encontraré, y juntos haremos lo que no pudiste.

El hombre se marchó dejando a Juliet tirada en el piso, sangrando, con lágrimas en los ojos, sin poder moverse.

Una mujer vio lo que pasaba y corrió tratando de ayudar mientras llamaba a emergencias. A los segundos, había un círculo de personas al rededor de Juliet.

Dentro de su auto, un celular que no dejaba de sonar.

Y en casa, una chica preocupada esperando con el celular en mano, que su madre volviera y cenar juntas.

SolitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora